Las organizaciones antiautoritarias, horizontales, no electoreras, de masas, pueden revolucionar el mundo.

1. En los años sesenta, en particular en 1968, se registró en el siglo XX lo que se ha llamado un corte histórico. Fue una gran rebeldía y, al mismo tiempo una revolución provocada por causas internas y externas en muchos países. “Los sesenta” no fue como las revoluciones clásicas francesa, mexicana, rusa o china que desafortunadamente terminaron instalando a una nueva clase o partido opresor, sino una década de muchas confrontaciones contra el autoritarismo y el despotismo de los padres, de los hombres, los profesores, los curas, el gobierno y los empresarios. En los sesenta no se planteó la “toma del poder” o el cambio de gobierno, pero el desarrollo de la conciencia crítica fue determinante y esa “revolución de la conciencia” llega hasta nuestros días. El mundo cambió, aunque no pudo transformar las estructuras económicas y de dominación.

2. Pasamos los jóvenes más conscientes de profesores autoritarios y alumnos sumisos a principios de los sesenta, a transformamos en profesores igualitarios y alumnos analistas, activistas y discutidores. De esposos machos y dictadores, y mujeres sumisas y obedientes, así como padres déspotas, a una rebelión en el hogar que comenzó a crear un ambiente de respeto y cordialidad. En la iglesia cambiaron las formas para atraer fieles y los jóvenes curas comenzaron a romper con la tradición y a abrirse al mundo. El gobierno se hizo más demagogo para poder engañar y someter. El sexo fue mucho más libre y natural, a pesar de las prohibiciones del clericalismo. En fin, muchas cosas tuvieron que cambiar para que el capitalismo se conservara como sistema dominante. El alma de todas aquellas batallas fuimos los jóvenes que rechazamos el autoritarismo.

3. La disciplina, el orden y el progreso, divisas fundamentadas del positivismo, que se impusieron durante la dictadura porfiriana, fueron echadas a la basura por la consigna juvenil de libertad, paz y amor de los jóvenes de los años sesenta. Mientras los despóticos padres sólo pensaban en “progresar” buscando acumular capital y, al mismo tiempo exigían a sus hijos orden y disciplina para “ser como ellos”, los jóvenes buscaban otro mundo muy diferente al de sus padres que “sólo buscaban el bienestar de sus hijos” imponiéndoles sus viejas y tradicionales formas de vida. Quizá hasta ahora, en pleno siglo XXI, no han entendido que los jóvenes son otra cosa, que el mundo ha cambiado radicalmente y que los jóvenes tienen mayores posibilidades de libertad que los viejos que vivieron hace 50 años. Los gobiernos y los partidos podían ordenar y disciplinar entonces, hoy es otra cosa totalmente distinta.

4. La semana pasada fui invitado a Valle de Bravo, Estado de México, por mi amigo Joaquín Vela, con el objetivo de participar y exponer frente a estudiantes de economía, derecho, de la UNAM y otras instituciones, así como de algunos profesores, mis puntos de vista sobre la política hoy; por ese motivo dejé de enviar mis artículos durante una semana. Sin embargo, como decía Marx en el periodo de La Comuna de París: sin despreciar la teoría: vale más una revolución (¿una acción?) que mil proclamas. Por eso mí participación con los más de 50 o más jóvenes de aquel foro de análisis político –que no tuvieron tiempo en tres días para darse un “chapuzón” en las piscinas de aquel hotel cercano a la gran laguna- fue importante. El programa se recargó porque todos los estudiantes externaron su opinión uno a uno, pero también porque las polémicas en torno a películas como El Bulto de Retes y Sycko de Moore, se alargaron.

5. Tengo la convicción que los luchadores sociales se forman en las barricadas, en la práctica-teoría-práctica. Es decir, aplicando una política que ayude a la continuidad en las luchas de oposición en las calles, los campos, las escuelas. Pero también son importantes –por lo menos cada seis meses- los seminarios y los foros de análisis de la política mundial, nacional y local. Mi amigo Joaquín –a pesar que sigue confiando en los procesos electorales- lleva varios años organizando, o invitándome, a organizar estos encuentros con el fin de formar cuadros políticos autogestivos que luego penetren en los sectores de masas. Por eso mis planteamientos sobre la construcción de organizaciones horizontales, acerca de la necesidad de ir desapareciendo el caciquismo y el caudillismo, del fracaso mundial de los llamados “países socialistas” y del papel de los partidos políticos, de la familia, la escuela, la iglesia, en la construcción del Estado autoritario, han sido bien recibidos.

6. Parecen haber cambiado muchos paradigmas en lo que se refiere a las organizaciones políticas. Ya desde los sesenta –cuando nosotros estábamos clavadísimos en el estudio de Marx y los marxistas, y sólo de ellos- había surgido una escuela alemana en Frankfurt encabezada por Adorno, Marcusse, Fromm y otros que había recogido de críticos marxistas anteriores, algunas reflexiones sobre los cambios estructurales en el capitalismo, la clase obrera, las vanguardias, los trabajadores de cuello blanco, la sociedad civil, los marginados sociales como la mujer, los jóvenes, desempleados y eso que Lenin llamó “el marginado andrajoso” o “lumpen”. Nosotros entonces no hicimos caso a todas aquellas teorías revisionistas; sin embargo más tarde nos ayudaron a ser más reflexivos y críticos ante los hechos que se presentaban frente a nosotros. Aunque la clase obrera seguía siendo determinante, otros sectores aparecían en primer plano.

7. Hoy tenemos que estar muy abiertos ante las distintas teorías y reflexiones. A mí siempre me ha parecido que los jóvenes –a pesar de que se van fácilmente con los engaños de la burguesía que tiene todos los medios para corromperlos- siguen siendo un motor fundamental para los cambios revolucionarios. Les dije a los compañeros universitarios que ellos eran privilegiados y que pertenecían a ese cuatro por ciento de la población joven que lograba llegar a las universidades; que no eran muy representativos de los jóvenes, más del otro 80 por ciento que sólo lograba terminar la primaria y la secundaria, como los jóvenes que se reunieron hace casi un mes en Tlahuac en un encuentro anticapitalista. Pero lo importante es que allí estaban analizando nuestra realidad política y económica buscando las salidas más adecuadas que permitan transformar este sistema capitalista en uno igualitario.

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Pedro Echeverría V


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