1.
No sólo Felipe Calderón debería renunciar a la Presidencia por servir a
los intereses empresariales y de los EEUU, sino que todos los
presidentes anteriores –del PRI y del PAN- debieron hacerlo a los tres
años de sus respectivos sexenios por reventar el país, ponerlo al borde
del desplome económico y por desatender los problemas de la población
pobre, miserable y desempleada, que es más de 70 por ciento de los hoy
113 millones de mexicanos. El problema es que esto de exigir renuncias
no se convierte en batallas en serio y sólo se manifiestan como
corrillos, rumores, deseos y gritos de combate. Desde que tengo memoria
de presidentes he escuchado la petición de “que renuncie el presidente”,
consigna parecida a las que expresaron los argentinos hace once años:
“Que se vallan todos del gobierno” o “que nos gobiernen las putas porque
sus hijos han sido muy corruptos”. Pero no olvidar que el problema de
la renuncias es un asunto de fuerza.
2.
Los izquierdistas, con la rara excepción de Lázaro Cárdenas (1934-40)
–que puso en práctica algunas reformas pendientes de la revolución
burguesa que muchos llamaron socialistas- no hemos tenido simpatía
alguna por nadie de ellos. Se ha escrito incluso que los presidentes de
la República, en vez de seis años deberían gobernar sólo tres porque en
los tres años siguientes siempre se dedican a hacer negocios, a robar y a
enriquecerse aprovechando su cargo. ¿Debería entonces renunciar
Calderón? Yo pienso que sí pero sólo con la condición de que exista una
fuerza que garantice que su sucesor será menos peor, es decir, que se
comprometa a tomar medidas urgentes para frenar el empobrecimiento y
malestar del la población. Pero contrario a ello, si se pretende sólo
engañar a la población para frenar sus pocas luchas y someterla más,
pues para qué carajos queremos una renuncia. No debe olvidarse que los
cambios positivos sólo se lograrán con fuerza de masas.
3.
A mí me suenan muy bien los gritos de ¡renuncia! porque siempre tengo
esperanzas en que las cosas cambien para bien de los sectores
mayoritarios, sobre todo cuando éstos se movilizan. Lo que sucede es que
odio a los gobiernos jerárquicos y verticales que se creen con derecho
de mandar y ordenar por el sólo hecho de contar con la policía, el
ejército, las leyes y los jueces. Por el contrario, es casi imposible
pedir la renuncia de un gobierno horizontal, igualitario y rotativo por
el hecho de que no tendría posibilidades de sentirse superior ni tampoco
con margen para perpetuarse en el poder. ¿No se piensa acaso que en
este tipo de gobierno igualitario o autogobierno habría más, bondad,
camaradería, solidaridad y comprensión? Por lo contrario, en los
gobiernos verticales –es decir piramidales que todos conocemos- las
órdenes se dan desde la cúspide y los de abajo funcionan como simples
esclavos o autómatas.
4.
Recuerdo que el presidente López Mateos se sentía galán y un elegante
orador, pero fue el que reprimió con brutalidad las luchas de los
ferrocarrileros, de los maestros y mando a asesinar a líderes sociales,
entre ellos a Jaramillo. No puedo olvidar el terrible autoritarismo del
Díaz Ordaz que reprimió con salvajismo a los campesinos, médicos y a los
estudiantes de 1968, duplicando el número de presos políticos. Al
Echeverría que pretendió lavar el desprestigio del gobierno por el 68,
que “recuperó a intelectuales” como Benítez, Paz, Carlos Fuentes, pero
luego fue acusado por la matanza del 10 de junio. ¿Y el López Portillo
que nadó entre la riqueza de la venta de petróleo que luego desplomó la
economía y fue acusado de gran malversación del presupuesto público? De
los presidentes a partir de 1982 (De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y
Calderón) se ha hablado mucho más y al parecer han sido peores, por eso
la izquierda ha tenido razón.
5.
Pero Calderón parece haber llevado al extremo su entreguismo a los
EEUU, a los empresarios, al ejército, a los medios de información y a la
iglesia. Como la historia de su partido, el PAN, nada identifica a
Calderón con los trabajadores, con los explotados y los pobres que son
la inmensa mayoría. México perdió presencia internacional desde 1982
porque sólo ha sido un sumiso agente de los EEUU; Calderón nunca tuvo
presencia con los trabajadores porque su identidad ha sido siempre con
los empresarios; durante sus cuatro años de gobierno a mantenido a
ejército en cuasi Estado de Sitio en varias entidades para demostrar su
fuerza, pero ha fracasado; ha entregado amplios privilegios a los medios
de información para propagar anuncios inútiles y, por su religiosidad,
ha permitido que los jerarcas de la iglesia católica crezca entre las
clases poderosas.
6.
Lo que no sé es si este personaje es el peor y cualquiera sería menos
funesto que él. No olvidemos que cuando ya estábamos “hasta la madre” de
los gobiernos priístas en la última década del siglo XX, repetíamos que
no había nada peor que el PRI y resultó que el PAN era igual o peor.
Cosas de la vida. Lo que sucede es que viendo el otro lado “dialéctico”
de las cosas, Calderón ha hecho mucho bien a los que controlan eso de
“los poderes fácticos” que dominan al país. Si algún empresario pudiera
estar descontento con él, es porque no ha ganado lo suficiente o no ha
podido empatar con Carlos Slim, Azcárraga, Bailleres, Hernández o
Salinas Pliego. Si el gobierno yanqui está descontento con él es porque
miran su incapacidad para controlar el narcotráfico, porque no le tienen
confianza de mantener a raya el “narcoterrorismo” y porque piensan que
la llamada “narcoinsurgencia” puede tirarlo del gobierno.
7.
En fin, ¿debe renunciar Calderón a la Presidencia? Él sólo lo haría si
los yanquis se lo exigen. Los empresarios mexicanos no le pedirían la
renuncia porque, fuera de la rebelión de ellos encabezados en 1982 por
Clouthier, –entonces presidente de los empresarios- nunca han dado
muestras de rebeldía; han preferido siempre arreglar las cosas en la
recámara, en lo oscurito. Mucho menos le pedirían su renuncia los
líderes del PRI, del PRD y de los otros partidos porque saben que sus
privilegios como políticos se han hecho mayores. López Obrador tampoco
pide la renuncia porque sabe que –por ahora- no es el camino. A mí si me
gustaría vivir algo parecido, pero estoy consciente que la política no
es un asunto de gustos, deseos o buenas voluntades; sino una realidad
que tiene que ver con condiciones reales, objetivas, que significan
fuerzas y nivel de conciencia de las masas. Como dicen en México: no son
sólo enchiladas.