Como lo definiera Carl Marx “El Estado es el Comité Central de las clases dominantes”, y ello es así, no importa si se trata de un régimen feudal, burgués, proletario o de cualquier otra naturaleza ideológica, por cuanto su orden jurídico, instituciones políticas y fundamentos ideológicos, están dirigidos a la preservación de los intereses de las clases que ejercen el Poder, sometiendo a las otras clases que lo confrontan mediante el uso de la violencia de sus leyes y del aparato armado formado y equipado para el cumplimiento de ese propósito.
Pero los Estado no limitan su esfera de influencia al ámbito exclusivamente interno, sino que requieren desarrollar una amplia relación con otros Estados de iguales y distintos signos e, incluso, contradictorios, con sus propios intereses, por medio de los cuales pretende asegurar su preservación y Poder que les permita acumular, a favor de las clases cuyos intereses representan, beneficios políticos, económicos y militares y la estabilidad, gobernalidad y seguridad de su propio espacio territorial y su área inmediato de influencia.
De allí nace una Razón de Estado que no atiende a códigos éticos ni a proclamas ideológicas contenidas en sus Constituciones y leyes, sino esencialmente, al Interés Superior del Estado – que no es otro que el de sus clases dominantes – como causa primera y última de sus decisiones políticas fundamentales en su espacio soberano y en política internacional -, todo lo cual provoca en los legos en la materia política una permanente confusión, al no encontrar explicación a las posturas que los Estados toman frente a situaciones internas e internacionales que resultan contradictorias con las definiciones políticas que han manifestado públicamente e, incluso, que modifican radicalmente sus posiciones respecto a hechos análogos.
El Consejo de Seguridad de la Organización Naciones Unidas, ONU, representa hoy el escenario más emblemático de este juego internacional de intereses y de “Razones de Estado”, por cuanto en esta maldita herencia de la Segunda Guerra Inter-imperialista Mundial (1.939-1.945), se expresan los intereses hegemónicos de la fracción financiera de la burguesía global reunidos en el G-21, quienes le imponen al resto de los Estados sus propios intereses.
Tales particularidades políticas del Consejo de Seguridad de la ONU, conformado por el Club de los Cinco Miembros Permanente con Derecho a Veto (USA, Reino Unido, Francia, China y Rusia) y los nueve (9) socios rotatorios escogidos por la influencia determinante de los primeros, convierten a este organismo en un suprapoder mundial, que no responde a la voluntad general de los Estados Miembros expresada en la Asamblea General de la ONU y, ni siquiera, a la voluntad de sus propios Estados, cuyos parlamentos no son consultados para decidir la posición de los gobiernos en los debates de la ONU, sino a los intrincados acuerdos secretos entre los representantes de los “Comité Central de las clases dominantes” presentes en ese organismo internacional quienes, en atención a sus particulares intereses económicos, políticos y militares, deciden promover Resoluciones, vetar algunas, apoyar otras o presentar enmiendas, las cuales no tienen otro propósito que resguardar sus diversos intereses y los de sus aliados, sin importarle sus propios pueblos, la Humanidad y su hermoso planeta Azul.
Por ello no pueden sorprender la “extraña” coincidencia de los Miembros del Consejo de Seguridad de aprobar “fast track”, la Resolución No. 1970, mediante la cual se condena – sin permitir el ejercicio del Derecho a la Defensa de los representantes legítimos del Estado Libio y no el bufón desertor y traidor que usurpa su representación en la ONU – por supuestas violaciones graves de los derechos humanos, le impone sanciones y le solicita a ese “Tribunal para los Pobres” que se llama Tribunal Penal Internacional, TPC, que abra una averiguación en contra del liderazgo libio.
Esta Resolución No. 1970 es contraria a la letra, espíritu y razón del artículo No. 24 de la Carta de Naciones Unidas que fija expresa y taxativamente que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas solo tiene como objeto “… mantener la paz y la seguridad internacionales…”, las cuales, en este momento, en modo alguno, están siendo afectadas por el conflicto interno de un Estado Soberano como Libia, ni existe, pese a las manipulaciones mediáticas, una grave “Crisis Humanitaria”, que conforme, a las nuevas interpretaciones ingerencistas del imperialismo y sus aliados de la OTAN, podrían ser causas para una intervención internacional.
Sin embargo, ese es el mismo Consejo de Seguridad que no se reunió para condenar la represión de Mubarak en Egipto, Ben Alí en Tunez, Salhed en el Yemen ni el príncipe de Barhein y que, con el Veto de los Estados Unidos, se negó a autorizar al TPC que enjuiciara a los jefes civiles y militares del ente sionista israelí que dirigieron la Operación “Hierro Fundido” (Dic.2009-Enero 2010), en la que se asesinaron más de 1.400 personas, la mayoría mujeres, ancianos y niños y que, además, se negó a enjuiciar a los mismos criminales de guerra sionista por la masacre cometida en el buque Masmara de la Flota Humanitaria con ayuda a la Franja de Gaza.
Por ello, aunque le puede parecer irritante a algunos notables izquierdistas venezolanos y del mundo, quienes vociferan contra las alianzas diversas que la dirección revolucionaria venezolana, liderizada por el comandante Hugo Chávez Fría, viene realizando en Nuestra América y el resto del planeta; el caso de Libia confirma hoy la línea política correcta de construir un Polo de Poder regional que, partiendo de la pluralidad de intereses de los “Comité Centrales de las clases dominantes” de los Estados que lo conforman, pueden ayudar favorecer los defensa de los intereses de nuestro pueblo en revolución, en un momento en que el imperialismo, en medio de su crisis global y terminal, esta dispuesto a realizar cualquier acción guerrerista, con tal de derrocar los gobiernos progresistas y hacer retroceder los cambios revolucionarios que en este comienzo del siglo XXI, nuestros pueblos han podido alcanzar en sus enfrentamientos con las burguesías apartidas y el imperialismo.
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