Este poder o capacidad
política lo ejercen uno o varios grupos políticos que acceden a los
poderes públicos con mayor o menor respaldo de la sociedad con el fin
de garantizar un determinado tipo de reproducción social de la vida,
conformado todo en lo que Carlos Marx denominó formación social o
formación económico-social en la cual se incluye tanto la estructura
(relaciones sociales de producción) , las fuerzas productivas (medios
de producción y de servicios, vías de comunicación y fuerza de trabajo),
como la llamada superestructura (ideas, instituciones, teorías, etc).
En nuestra época, hay
dos formaciones sociales bien diferenciadas en la conciencia social
de cada vez más amplios sectores, la capitalista o la socialista. La
primera mejor caracterizada pues la segunda, como alertaba Albert Eisntein,
aún no se ha construido alguna, aunque si hay ya diversas experiencias
sobre su construcción (cubanas, venezolanas, rusas, bielorrusas, ucranianas,
vietnamitas, chinas, húngaras, rumanas, checas, polacas, yugoslavas,
entre otras) aún cuando no se hayan sistematizado, algo que los revolucionarios
y teóricos que las hemos vivido no hemos podido hacer de forma adecuada
y consecuente con los propios principios del marxismo.
Como proceso complejo
de la primera formación a la segunda, este proceso transita a diferente
ritmo en las distintas regiones del planeta y por tanto con disímiles
particularidades en cada uno de ellos, donde la principal condición
a observar es la coexistencia en el tiempo y en el espacio de valores,
comportamientos del sujeto histórico y sus oponentes, y de estructuras
objetivas de ambas formaciones.
De una que agotada no
termina de desaparecer y de la otra que naciendo de las entrañas de
la anterior condiciona la actuación del sujeto histórico que está
obligado a enfrentar la herencia capitalista -como nos decía el Che-
esos componentes capitalistas de la formación que desaparece, al mismo
tiempo que construye el presente y las bases del futuro.
Léase con mayor detenimiento
las conclusiones de Marx de 1857 en su Prólogo a la Contribución de
la Economía Política y encontrará muchas claves de los tiempos que
hoy vivimos, y por supuesto, las bases teóricas de muchos actuales
marxistas consecuentes con los clásicos, sin excluir a ninguno, como
lo hacia el propio Marx.
En las partes anteriores
hemos visto algunos de esos estrechos vínculos entre la política interior
y la política exterior. Ahora, es necesario recordar que es en el escenario
de otro país o en escenarios regionales o mundiales donde la política
exterior se realiza, se concreta, se desarrolla, sea con acciones o
con omisiones. Incluso, también dentro del propio país, tanto para
recabar el apoyo de la sociedad a las acciones de política exterior
o para interactuar con el cuerpo diplomático acreditado.
Al producirse el encuentro
de las políticas exteriores en la arena internacional se crean diversos
y disímiles sistemas y subsistemas estructurales, un cojunto complejo
de relaciones y vínculos, donde el poder y sus variantes, de cada protagonista
en relación dialéctica con el entorno y las condiciones histórico-concretas,
definen la dirección y sentido del curso de los acontecimientos.
Otro gran grupo de hechos
protagonizados por otros actores (Organismos internacionales, transnacionales,
clubes de opinión, lobbys parlamentarios, Comisiones y Comités, Grupos,
entre otros) conforman amplios y profundos procesos, no siempre tan
visibles pero en plena marcha y que condicionan o contextualizan los
impactos de las políticas exteriores que se analizan.
Por ejemplo, lo que acaba
de ocurrir en ONU con el pueblo y gobierno de Libia que durante varias
décadas lucharon por alcanzar un alto nivel de desarrollo humano que
le ha valido para integrar varias organismos de derechos humanos, y
ahora en menos de quince días, por interés de las viejas metrópolis
coloniales y gobiernos compelidos por una campaña mediática abrumadoramente
manipulada contra Libia, esta es despojada de su puesto como miembro
del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, lo que crea un precedente
peligroso que será aprovechado por esas mismas metrópolis para una
escalada intervencionista en la región norafricana, rica en petróleo,
abundante en agua potable, minerales estratégicos y geopolíticamente
clave para el oscuro futuro que se cierne sobre el capitalismo.
Esta coyuntura internacional,
sin duda, condiciona las posiciones y matices con que se expresa la
política exterior de los Estados. Sobre todo de los que tienen mayores
relaciones con ese subsistema internacional norafricano y mediterráneo.
Sobre la base de esas
consideraciones, los elementos claves mencionados en los dos artículos
anteriores para comprender la política exterior venezolana, deben estudiarse
en pleno movimiento y desarrollo, considerando siempre esas condiciones
histórico-concretas que le dan forma y alcance, en las cuales la fuerza
externa imperial, dado el sistema neocolonial impuesto, desempeña un
papel muy poderoso.
Por ello, los procesos
internos de Venezuela han sufrido ese impacto negativo de naturaleza
imperial, aunque cada vez en menor medida, según se han incrementado
las capacidades independentistas del gobierno de Venezuela en estrecha
alianza estratégica con el pueblo y en camino de la plena identificación
entre ellos.
Pero volvamos unos años
atrás cuando el pueblo mostró toda su energía liberadora y comenzó
a identificarse más conscientemente con su gobierno antiimperialista.
Precisamente, cuando
el líder bolivariano da muestras de tener las condiciones para consolidar
su gobierno y emprender el “proyecto revolucionario latinoamericano”
sobre la base de la nueva Constitución bolivariana aprobada en 1999
y se produce el ascenso el 20 de enero de 2001 de la ultraderecha bélica
estadounidense al más alto poder en EEUU, con George W. Bush y Dick
Cheney como presidente y vicepresidente respectivamente, se desatan
los planes desestabilizadores desde “el norte revuelto y brutal”
contra el gobierno de Hugo Chávez.
Es necesario recordar
que para ciertos sectores emergentes de la burguesía, sobre todo caraqueña,
zuliana y carabobeña, el candidato y luego presidente Chávez había
desempeñado en los primeros dos años un papel útil según sus intereses
al comenzar el líder venezolano a desestructurar el sistema de poder
imperante hasta 1999, donde esos sectores de la burguesía emergente
no saciaban su ambición ni tenían total cabida en los manejos de la
renta petrolera y sólo las cúpulas partidistas adecas y copeyanas
aliadas a los poderes de la burguesía tradicional disfrutaban de los
inmensos beneficios de esa renta.
En menos de seis meses
de haber ascendido al poder, el gobierno de Bush y el complejo militar-financiero-comunicacional
(CMFC) estadounidense (1) echaron a andar el proyecto antibolivariano
y contrarrevolucionario para detener las transformaciones sociales venezolanas
próximas a incrementarse (2). Muestras de ello pueden encontrarse en
la prensa escrita, radial y televisiva privadas de ese año con noticias,
programas, comentarios y hasta anuncios dirigidos a neutralizar y obstaculizar
la gestión del gobierno de Chávez.
Llamados infructuosos
a huelgas sectoriales desde el binomio CTV-Fedecámaras (3), y luego
a paro general empresarial cerraron el año 2001 y fueron los retos
internos y externos que conllevaron la atención y decisiones principales
en materia de política interior y exterior.
Luego, en abril del 2002,
apareció el montaje comunicacional burgués vinculado a acciones
golpistas proimperialistas. La esperanza de EEUU por volver a colocar
en el poder en Venezuela a sus títeres duró pocas horas, quizás
menos de las que permaneció la dictadura impuesta por el presidente
de Fedecámaras, Pedro Carmona, el 12 y parte del 13 de abril del 2002.
En efecto, ya para ese
mediodía del 13 los jefes golpistas comenzaron a sentir pánico ante
las nítidas expresiones de las fuerzas populares a favor de su líder
preso e iniciaron las gestiones para negociar una salida ante el entonces
Ministro de Defensa, José Vicente Rangel, que se mantuvo fiel a Chávez,
al igual que las tropas, muchos oficiales de rango inferior al de general
y algunos generales patriotas como es el caso del general García Carneiro
quien montado en una tanqueta salió a apoyar al pueblo irreverente,
fiel a la constitución y rebelde ante los desmanes de la dictadura
de Carmona “El Breve”, calificativo surgido de esa picardía llanera-caribeña
que irradia la cultura popular.
En menos de 36 horas
la ilusión gringa se esfumó, a pesar de los 40 generales golpistas,
la jerarquía de la Iglesia, los centenares de medios de comunicación
privados y la crema y nata de los empresarios parásitos agrupados en
la Federación de Cámaras.
A pesar de las pérdidas
económicas, que se incrementarían mucho más a fines de año y principios
del 2003, las condiciones de estabilidad política en Venezuela se elevarían
mucho más y la política exterior bolivariana comenzaría a entrar
en una nueva etapa pero siempre luego de vencer a la contrarrevolución
en el ámbito económico y electoral, como se verá en la siguiente
parte.
NOTAS
(1) He considerado detenerme en un futuro artículo en los cambios que a mi juicio ha sufrido el tradicional complejo militar-industrial que ahora debe ser caracterizado como complejo militar-financiero-comunicacional debido a sus nuevas particularidades que, aunque originadas en la primera mitad del siglo XX, ahora es que se han hecho muy evidentes por corresponderse a las actuales posiciones, doctrinas y acciones imperiales ante el socialismo del siglo XXI.
(2) Las transformaciones sociales o socioculturales (políticas, económicas, jurídicas, artísticas, deportivas, educacionales, tecnológicas, científicas) impulsadas por un gobierno que pretende hacer una revolución social se inician desde el primer día de forma lógica y estratégica para hacerla sostenible en el tiempo que significa hacerla constantemente victoriosa ante los retos (amenazas y urgencias), ante todo, de aquellas que definan las capacidades de defensa y supervivencia del proyecto revolucionario, y así ha ocurrido en Venezuela.
(3) Siglas de la Confederación
Nacional de Trabajadores de Venezuela, controlada por los partidos tradicionales.
Fedecámaras es el acrónimo de la Federación de Cámaras y Asociaciones
de Comercio y Producción de Venezuela. Ambas apoyaron el golpe de Estado
de abril de 2002, la primera confundiendo al movimiento obrero para
justificar el golpe de Estado y la segunda aportando a su presidente
para que presidiera la dictadura impuesta por el golpe.