El aumento de las capacidades independentistas

La Política Exterior de la Revolución Venezolana (3)

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. Según nuestra visión y enfoque teórico de la política exterior y de las relaciones internacionales, es imperante estudiarlas en los tiempos históricos, con sus generalidades y particularidades, tanto cualitativas como cuantitativas, considerando la estrecha relación existente entre la política exterior y las políticas internas, dados los mismos intereses que formulan a ambas, provenientes de los mismos sectores de la clase o coalición de ellas que detenta el poder. 

Este poder o capacidad política lo ejercen uno o varios grupos políticos que acceden a los poderes públicos con mayor o menor respaldo de la sociedad con el fin de garantizar un determinado tipo de reproducción social de la vida, conformado todo en lo que Carlos Marx denominó formación social o formación económico-social en la cual se incluye tanto la estructura (relaciones sociales de producción) , las fuerzas productivas (medios de producción y de servicios, vías de comunicación y fuerza de trabajo), como la llamada superestructura (ideas, instituciones, teorías, etc).  

En nuestra época, hay dos formaciones sociales bien diferenciadas en la conciencia social de cada vez más amplios sectores, la capitalista o la socialista. La primera mejor caracterizada pues la segunda, como alertaba Albert Eisntein, aún no se ha construido alguna, aunque si hay ya diversas experiencias  sobre su construcción (cubanas, venezolanas, rusas, bielorrusas, ucranianas, vietnamitas, chinas, húngaras, rumanas, checas, polacas, yugoslavas, entre otras)  aún cuando no se hayan sistematizado, algo que los revolucionarios y teóricos que las hemos vivido no hemos podido hacer de forma adecuada y consecuente con los propios principios del marxismo.  

Como proceso complejo de la primera formación a la segunda, este proceso transita a diferente ritmo en las distintas regiones del planeta y por tanto con disímiles particularidades en cada uno de ellos, donde la principal condición a observar es la coexistencia en el tiempo y en el espacio de valores, comportamientos del sujeto histórico y sus oponentes, y de estructuras objetivas de ambas formaciones. 

De una que agotada no termina de desaparecer y de la otra que naciendo de las entrañas de la anterior condiciona la actuación del sujeto histórico que está obligado a enfrentar la herencia capitalista -como nos decía el Che- esos componentes capitalistas de la formación que desaparece, al mismo tiempo que construye el presente y las bases del futuro.  

Léase con mayor detenimiento las conclusiones de Marx de 1857 en su Prólogo a la Contribución de la Economía Política y encontrará muchas claves de los tiempos que hoy vivimos, y por supuesto, las bases teóricas de muchos actuales marxistas consecuentes con los clásicos, sin excluir a ninguno, como lo hacia el propio Marx. 

En las partes anteriores hemos visto algunos de esos estrechos vínculos entre la política interior y la política exterior. Ahora, es necesario recordar que es en el escenario de otro país o en escenarios regionales o mundiales donde la política exterior se realiza, se concreta, se desarrolla, sea con acciones o con omisiones. Incluso, también dentro del propio país, tanto para recabar el apoyo de la sociedad a las acciones de política exterior o para interactuar con el cuerpo diplomático acreditado. 

Al producirse el encuentro de las políticas exteriores en la arena internacional se crean diversos y disímiles sistemas y subsistemas estructurales, un cojunto complejo de relaciones y vínculos, donde el poder y sus variantes, de cada protagonista en relación dialéctica con el entorno y las condiciones histórico-concretas, definen la dirección y sentido del curso de los acontecimientos.  

Otro gran grupo de hechos protagonizados por otros actores (Organismos internacionales, transnacionales, clubes de opinión, lobbys parlamentarios, Comisiones y Comités, Grupos, entre otros) conforman amplios y profundos procesos, no siempre tan visibles pero en plena marcha y que condicionan o contextualizan los impactos de las políticas exteriores que se analizan. 

Por ejemplo, lo que acaba de ocurrir en ONU con el pueblo y gobierno de Libia que durante varias décadas lucharon por alcanzar un alto nivel de desarrollo humano que le ha valido para integrar varias organismos de derechos humanos, y ahora en menos de quince días, por interés de las viejas metrópolis coloniales y gobiernos compelidos por una campaña mediática abrumadoramente manipulada contra Libia, esta es despojada de su puesto como miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, lo que crea un precedente peligroso que será aprovechado por esas mismas metrópolis para una escalada intervencionista en la región norafricana, rica en petróleo, abundante en agua potable, minerales estratégicos y geopolíticamente clave para el oscuro futuro que se cierne sobre el capitalismo. 

Esta coyuntura internacional, sin duda, condiciona las posiciones y matices con que se expresa la política exterior de los Estados. Sobre todo de los que tienen mayores relaciones con ese subsistema internacional norafricano y mediterráneo.  

Sobre la base de esas consideraciones, los elementos claves mencionados en los dos artículos anteriores para comprender la política exterior venezolana, deben estudiarse en pleno movimiento y desarrollo, considerando siempre esas condiciones histórico-concretas que le dan forma y alcance, en las cuales la fuerza externa imperial, dado el sistema neocolonial impuesto, desempeña un papel muy poderoso.  

Por ello, los procesos internos de Venezuela han sufrido ese impacto negativo de naturaleza imperial, aunque cada vez en menor medida, según se han incrementado las capacidades independentistas del gobierno de Venezuela en estrecha alianza estratégica con el pueblo y en camino de la plena identificación entre ellos.  

Pero volvamos unos años atrás cuando el pueblo mostró toda su energía liberadora y comenzó a identificarse más conscientemente con su gobierno antiimperialista. 

Precisamente, cuando el líder bolivariano da muestras de tener las condiciones para consolidar su gobierno y emprender el “proyecto revolucionario latinoamericano” sobre la base de la nueva Constitución bolivariana aprobada en 1999 y se produce el ascenso el 20 de enero de 2001 de la ultraderecha bélica estadounidense al más alto poder en EEUU, con George W. Bush y Dick Cheney como presidente y vicepresidente respectivamente, se desatan los planes desestabilizadores desde “el norte revuelto y brutal” contra el gobierno de Hugo Chávez. 

Es necesario recordar que para ciertos sectores emergentes de la burguesía, sobre todo caraqueña, zuliana y carabobeña, el candidato y luego presidente Chávez había desempeñado en los primeros dos años un papel útil según sus intereses al comenzar el líder venezolano a desestructurar el sistema de poder imperante hasta 1999, donde esos sectores de la burguesía emergente no saciaban su ambición ni tenían total cabida en los manejos de la renta petrolera y sólo las cúpulas partidistas adecas y copeyanas aliadas a los poderes de la burguesía tradicional disfrutaban de los inmensos beneficios de esa renta. 

En menos de seis meses de haber ascendido al poder, el gobierno de Bush y el complejo militar-financiero-comunicacional (CMFC) estadounidense (1) echaron a andar el proyecto antibolivariano y contrarrevolucionario para detener las transformaciones sociales venezolanas próximas a incrementarse (2). Muestras de ello pueden encontrarse en la prensa escrita, radial y televisiva privadas de ese año con noticias, programas, comentarios y hasta anuncios dirigidos a neutralizar y obstaculizar la gestión del gobierno de Chávez. 

Llamados infructuosos a huelgas sectoriales desde el binomio CTV-Fedecámaras (3), y luego a paro general empresarial cerraron el año 2001 y fueron los retos internos y externos que conllevaron la atención y decisiones principales en materia de política interior y exterior. 

Luego, en abril del 2002, apareció el montaje comunicacional burgués vinculado a acciones golpistas proimperialistas. La esperanza de EEUU por volver a colocar en el poder en Venezuela a sus títeres duró pocas horas, quizás menos de las que permaneció la dictadura impuesta por el presidente de Fedecámaras, Pedro Carmona, el 12 y parte del 13 de abril del 2002. 

En efecto, ya para ese mediodía del 13 los jefes golpistas comenzaron a sentir pánico ante las nítidas expresiones de las fuerzas populares a favor de su líder preso e iniciaron las gestiones para negociar una salida ante el entonces Ministro de Defensa, José Vicente Rangel, que se mantuvo fiel a Chávez, al igual que las tropas, muchos oficiales de rango inferior al de general y algunos generales patriotas como es el caso del general García Carneiro quien montado en una tanqueta salió a apoyar al pueblo irreverente, fiel a la constitución y rebelde ante los desmanes de la dictadura de Carmona “El Breve”, calificativo surgido de esa picardía llanera-caribeña que irradia la cultura popular. 

En menos de 36 horas la ilusión gringa se esfumó, a pesar de los 40 generales golpistas, la jerarquía de la Iglesia, los centenares de medios de comunicación privados y la crema y nata de los empresarios parásitos agrupados en la Federación de Cámaras. 

A pesar de las pérdidas económicas, que se incrementarían mucho más a fines de año y principios del 2003, las condiciones de estabilidad política en Venezuela se elevarían mucho más y la política exterior bolivariana comenzaría a entrar en una nueva etapa pero siempre luego de vencer a la contrarrevolución en el ámbito económico y electoral, como se verá en la siguiente parte. 

wongmaestre@gmail.com 

NOTAS 

(1) He considerado detenerme en un futuro artículo en los cambios que a mi juicio ha sufrido el tradicional complejo militar-industrial que ahora debe ser caracterizado como complejo militar-financiero-comunicacional debido a sus nuevas particularidades que, aunque originadas en la primera mitad del siglo XX, ahora es que se han hecho muy evidentes por corresponderse a las actuales posiciones, doctrinas y acciones imperiales ante el socialismo del siglo XXI.

(2) Las transformaciones sociales o socioculturales (políticas, económicas, jurídicas, artísticas, deportivas, educacionales, tecnológicas, científicas) impulsadas por un gobierno que pretende hacer una revolución social se inician desde el primer día de forma lógica y estratégica para hacerla sostenible en el tiempo que significa hacerla constantemente victoriosa ante los retos (amenazas y urgencias), ante todo, de aquellas que definan las capacidades de defensa y supervivencia del proyecto revolucionario, y así ha ocurrido en Venezuela.

(3) Siglas de la Confederación Nacional de Trabajadores de Venezuela, controlada por los partidos tradicionales. Fedecámaras es el acrónimo de la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela. Ambas apoyaron el golpe de Estado de abril de 2002, la primera confundiendo al movimiento obrero para justificar el golpe de Estado y la segunda aportando a su presidente para que presidiera la dictadura impuesta por el golpe. 



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Ernesto Wong Maestre


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