“Las instituciones son impotentes,
en el aspecto ético, a menos que
las apoye el sentido de responsabilidad
e los individuos actuantes. Todo
esfuerzo por elevar y fortalecer
este sentido es un elevado servicio
a la humanidad”
Alberto Einstein|
“¡Si lo hubiera sabido!” (luego de Hiroshima)
Albert Einstein
I
Estos dos pensamientos de Albert Einstein, dicen mucho de la tragedia del mundo, en manos de unos hombres sin sentido de responsabilidad i como actores de un imperio inhumano i criminal como nunca conoció la humanidad.
Las Naciones Unidas, sucesora de la Liga de las Naciones (1920-1946) creada en París después del Tratado de Versalles (i que en el fondo era para establecer revanchas luego de la Primera Guerra Mundial), fue concebida según algunos a fines de abril de 1945 en San Francisco mediante Carta con rango de Tratado Constitucional, i proclamada en octubre de ese mismo año, declarándose el 24 de ese mes, como el Día de las Naciones Unidas i planeada en la Cumbre aliada de Yalta en el mes de febrero. Recordemos que eran los días finales de la Segunda Guerra Mundial, que el 12 de abril había muerto el presidente Roosevelt (que algunos como Neruda o mi padre, estuvieron engañados de su grandeza, sin saber que años después se ha probado que sabía del ataque a Pearl Harbor i dejó destruir casi toda la flota del Pacífico i sacrificar las vidas de más de 2000 compatriotas, para tener un motivo de entrar en el gran negocio de la guerra) i fue sucedido por el genocida Harry Truman. En los meses siguientes todavía Europa era un caos. La toma de Berlín, el suicidio de Hitler en el Bunker, la muerte terrible de Mussolini, la rendición de Alemania, las bombas de Hiroshima i Nagasaki, la rendición del Japón, la condena de Pétain, la ejecución de Pierre Laval, la llegada al poder de Charles de Gaulle i nacimiento de la IV República Francesa, mientras en América quizá lo más importante era la aparición i el triunfo de Juan Domingo Perón. Sólo dos grande acontecimientos pacíficos de celebrar en esos tiempos, el otorgamiento del Premio Nobel a Alexander Fleming por el descubrimiento de la Penicilina, aunque compartido con otros dos investigadores, i el Premio Nobel de Literatura a la gran poetisa chilena Gabriela Mistral. I el de la Paz, a Cordell Hull, precisamente por la creación de la Organización de las Naciones Unidas. Comenzando con 113 miembros, en la actualidad son unos 190 ó 192 (hasta 197 señalan a veces, porque los poderosos incorporan o desincorporan minúsculas islas o países enanos por alguna conveniencia) países que la integran, donde unos 15 ó 17 aproximadamente forman parte del Consejo de Seguridad i son figurones temporales (para que levanten las manos al votar) i cinco, los triunfadores con derecho a voto i veto, que son naturalmente los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, China i Rusia, por lo que se dice no constituye propiamente un paradigma de democracia internacional. O sea, que toda la unión de 190 i tantos miembros de países del mundo, son nadie, sometidos a las decisiones de solamente cinco naciones. Esto nos dice que para qué tanto parapeto de organización, con un edificio enorme en Nueva York lleno de banderas que para esas cinco potencias, son simples trapos de color que no significan nada, porque ni la supuesta sede en Ginebra, (dicen que también en Viena i Nairobi) sirve para nada, excepto para lo que uno observa cuando está en esa ciudad llena de flores en la primavera, parques i relojes de jardín espectaculares, i muchísimos edificios i casi todos los puentes, llenos de banderas; puro adorno para los turistas.
El esquema de cómo funciona la ONU, incluye siete cuadros, comenzando por la Secretaría General que tiene 8.900 funcionarios i un Secretario General nombrado por el Consejo de Seguridad, el cuadro inmediato a la izquierda en el papel (no en ideas) lo que resulta llamativo, el precisamente el Consejo de Seguridad, porque esta sección se encarga de nombrar, al personaje principal de lo que la gente cree es la cabeza de la organización, i que debe ser un pelele; siguen otros tres cuadros de otras dependencias, rodeando el centro que lo constituye la Asamblea General, cuadros que presentan a la Corte Internacional de Justicia (en La Haya), las Agencias Especializadas i los Programas i Fondos, i al final, abajo, el Consejo Económico i Social. Como vemos, un teatro central, la Asamblea que solamente sirve para verse las caras, hacer intervenciones i fotos o cena; las otras dependencia, todo sometidos a la real autoridad del Consejo de Seguridad, formado por cinco miembros (las cinco potencias) i diez miembros, no permanentes elegidos cada dos años. Todo un enorme bolo de matrimonio o de fiesta, donde solamente cinco representantes dominan absolutamente todo. Figúrense lo que cuesta mantener ese edificio i un personal de 8.900 empleados que seguramente deben pagar con cuotas de los países miembros anodinos o ignorados. ¿Para qué sirve todo esto? Ya dirán algunos que para “aplicar la carta de las Naciones Unidas” que casi nadie conoce o no se sabe si existe, i que, cuando la institución está ante un problema como el de Libia en la actualidad, nadie cuenta, sino la decisión de los grandes, entre los cuales al menos podría pensarse que China i Rusia podrían siquiera hacer funcionar el veto, pero que, por diversos intereses, principalmente económicos, prefieren simplemente abstenerse. ¿Qué sucedió cuando los inteligentísimos agentes de la CIA, la brillante intuición militar de Powell, el Presidente Bush, el bandido ce Cheney i la concertista fina de Condolezza Rice, se convencieron de que Hussein en Irak (el mismo que fue aliado en otro tiempo), tenía en ese país petrolero, armas de destrucción masiva? Sencillamente debieron pedir copia de la Carta en papel sanitario, cenaron, vaciaron sus emuntorios, usaron la carta, i decidieron por el bien de la humanidad, invadir, destruir, asesinar al país donde según la Biblia estuvo el Paraíso Terrenal, pero que el vaquero texano consideraba que era un oscuro rincón del mundo.
(Continuará)
robertojjm@hotmail.com