Libia y su pueblo han resistido la agresión imperialista como no lo esperaba la reacción mundial. Bombas y más bombas caen en zonas residenciales, en hospitales, en puertos y todo lugar poblado. Desde el mar Mediterráneo los super armados barcos norteamericanos o españoles vomitan con saña y odio indescriptible contra un pueblo digno, que se niega a doblegarse ante el imperio, su carga de muerte. Igual los aviones de Francia, Inglaterra y de toda Europa atrincherada en esa organización de muerte, crímenes y destrucción que es la despreciable OTAN.
Pero no sólo desde el aire y el mar. Por tierra, desde Benghazi, cabecera de playa donde un sector de la población libia se permeó a las presiones de los grupos de Alkaeda, a las brigadas de la CIA y del ejército inglés y del Mossad israelí, y asumieron el discurso imperial, el programa monárquico y su infame bandera, lo que constituye un salto atrás en el pensamiento político libio y se lanzaron a la división del país asumiéndose como un gobierno en armas reconocido desde el extranjero y por potencias imperiales que buscan la energía de Libia, sus fuentes acuíferas, la secesión del país árabe.
La guerra civil se desató en toda su magnitud, pese al desequilibrio bélico que significa el apoyo de la aviación a los grupos insurgentes, el masivo tráfico de armas que clandestinamente introducen desde Túnez y Egipto y la formación acelerada de un ejército. Sólo la gran conciencia y la organización del pueblo libio, su decisión de defender el gobierno popular, el indiscutible liderazgo del coronel Gaddafi, un ejército cohesionado, ha permitido el avance del pueblo en armas hacia el Este del país y alcanzado resonantes victorias militares sobre los grupos mercenarizados y secesionistas.
Ya Gaddafi había dicho que Libia se preparaba para una guerra larga, que no cederían en su empeño de defender la soberanía y la dignidad de la nación y las conquistas revolucionarias, en ese sentido, en una gran jugada política, nombró representante de Libia ante la ONU al muy veterano líder revolucionario nicaragüense, el sacerdote Miguel Descoto. Una decisión internacionalista de una magnitud que se pierde de vista por su envergadura y viene a abonar positivamente, en el esclerosado y anti ético organismo mundial puesto al servicio y los intereses de las grandes potencias, la voz del pueblo libio.
A nivel mundial la solidaridad se ha puesto de manifiesto de manera militante y contundente en imponentes manifestaciones de rechazo a la agresión imperialista, de condena a la guerra, de que se imponga la paz y la libre autodeterminación del pueblo libio.
Ya todos los pueblos del mundo tienen perfectamente claro cuáles son los motivos de toda la trama, de toda la farsa inventada por los laboratorios mediáticos del imperio yanqui y sus socios europeos. Manipulación, mentiras a granel que no han podido ocultar las costuras de los verdaderos motivos de la injustificada agresión a un pueblo pacífico. Petróleo, gas y agua que Europa no tiene. No bastaba con las concesiones que Gaddafi les dio a las empresas petroleras transnacionales, ahora hay que controlarlo todo, pasar al control político del país y de toda su economía. Ese control, con una Libia dividida en tres partes, como en los viejos tiempos colonialistas, le permitiría al imperio, el yanqui fundamentalmente, frenar la oleada de insurgencia popular, de cambios inevitables en sociedades de explotación extrema de los trabajadores, pobreza extrema del pueblo, ausencia de libertades y de ejercicio democrático, de opresión brutal hacia la mujer.
Pero el conjunto de mentiras mediáticas imperiales para justificar un golpe de Estado, una manipulada insurrección de un confundido y heterogéneo sector de la población que ha sido burdamente manejado como vulgares marionetas por las potencias imperialistas, todo eso en corto tiempo quedó atrás para que salieran a relucir las verdaderas causas que ya señalamos algunas; pero había una que estaba celosamente oculta y que apenas el 4 de abril fue que se conoció en el análisis político de todo el acontecer bélico/político en torno a Libia, nos referimos a la decisión del presidente guerrerista norteamericano Barak Obama de postularse para la reelección a la presidencia de ese país.
¿Cuál es el hándicap de Obama para aspirar a una reelección cuando el suyo ha sido un gobierno atrozmente mediocre, demagogo, que incumplió la absoluta mayoría de las propuestas programáticas que le hizo al votante norteamericano, que ni siquiera cerró el campo de concentración de Guantánamo, infernal e ilegal prisión, asquerosa ergástula que abofetea permanentemente la legalidad internacional y pisotea los derechos humanos?
Al igual que Bush utilizó la estrategia de la guerra preventiva, de la ley patriótica que se caga en la constitución norteamericana, en la brutal y sangrienta invasión a Irak y Afganistan, para lanzarse a la reelección, y ser reelegido por un electorado manipulado, fanatizado producto de la disociación psicótica y volcado a la derecha.
Para Obama no es igual la situación, pero evidentemente forzó la situación internacional, produjo su guerra, logró lo que Bush no hizo, que fue que el Consejo de Seguridad de la ONU legitimara su mentira, arrinconara a Libia y produjera una miserable y ruin resolución que autorizaba los bombardeos.
Si se hace una retrospectiva de todo el proceso previo a la agresión a Libia, las continuas y permanentes declaraciones guerreristas del presidente Obama, secundado por la Secretaria de Estado Hylary Clinton quien se lanzó a viajar a Europa y el Medio Oriente amarrando apoyos y creando las condiciones para la agresión a Libia. Sin embargo en el primer país que se expresó un rechazo contundente de los sectores populares a la guerra fue precisamente en los Estados Unidos del Norte. Ese hecho no se debe perder de vista, porque después del 11 de septiembre, elevada la histeria anti árabe a nivel del paroxismo y la histeria y, consecuentemente, un giro hacia la derecha política del pueblo votante –siempre por debajo del 50% de los inscritos para votar que le permitiera a Bush una votación que lo reeligiera como presidente– no son ahora las mismas condiciones.
Evidentemente que Obama hizo, al buscar una guerra propia como la de Libia, una audaz y peligrosa jugada política cuyo corolario es la actual postulación a la reelección. Él sabe que está aislado, que su partido perdió el control del Senado en la Cámara de Representantes, por ello se muestra mucha más ultra derechista que los fascistas republicanos y el invento de una absurda guerra es la baza que le mete a sus adversarios políticos republicanos.
Ahora, en ese saco de gatos en el que se ha convertido el comando militar de la OTAN que dirige la guerra y en donde los ‘daños colaterales’ –crímenes atroces de mujeres y niños libios– son cosa de todos los días, sin dejar de señalar los bombardeos a sus propios ‘aliados’ rebeldes con su secuela de muertos, heridos y estupefactos guerreros que están, al parecer, entre dos fuegos, desmoralizados, aterrorizados.
La guerra de Obama e Hylary –metidos a brujos sin conocer las hierbas– no las tiene todas consigo, al parecer la OTAN tampoco y ni se diga unos rebeldes disminuidos, vapuleados por el ejército de Kaddafi y el pueblo Libio. Esperemos.