La integración posible y la unidad necesaria

El Estado de equilibrio inestable de la situación mundial, afectada por la resistencia a la imposición del Estado Global y a la crisis sistémica del Capitalismo, ha provocado un aceleramiento de los procesos de comunicación, articulación, integración y unión de de gobiernos y Estados, con el fin de protegerse de las ondas expansivas de tales factores presentes en el escenario de la relaciones internacionales y la creación de una nueva arquitectura política mundial, la cual sea capaz de darle mayor seguridad y estabilidad a las diversas regiones del planeta y a la situación mundial, en general.

En ese marco, la decisión de Jefes y Jefas de Estado y de gobiernos de América Latina y el Caribe, reunidos en febrero 2010, en el balneario mexicano de Cancúm, de promover la creación de una Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe con el fin de fortalecer los lazos de hermandad, amistad, cooperación y unión que haga afectivo los anhelos de Soberanía, Paz, Democracia, Desarrollo Integral y Justicia Social, constituye una respuesta histórica de los gobernantes de esta importante región del mundo para preservar sus intereses nacionales y regionales y favorecer la Paz y la Seguridad internacionales, sin hegemonismo ni interferencias en los asuntos internos de sus Estados.

Pero, avanzar en este difícil proceso de construcción de consenso y ejecución de acuerdos entre los gobiernos con signos ideológicos diversos y vínculos internacionales contradictorios constituye un difícil reto que exige la mayor ponderación en las iniciativas políticas, el más alto respeto a las diversidades concurrentes y la apreciación más adecuada y oportuna de los diversos hechos que concurren en la realidad regional y mundial, con el fin de impedir que asuntos circunstanciales e, incluso, subalternos, puedan afectar, e incluso, romper, un proceso cuya dimensión y trascendencia es, de suyo, muy superior a los intereses de cada una de las partes involucradas, a tal punto que puede ser considerada como histórica y, por ello homologable al fallido intento del Tratado de Paz y Hermandad de las Repúblicas de la América Meridional propuesto por el Libertador Simón Bolívar al Congreso Anfictiónico de Panamá, reunido en esa ciudad en 1.826.

La desdeñosa expresión inicial del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América de que la creación de una organización regional de Estados Latinoamericanos y Caribeños, al margen del a Organización de Estados Americanos, OEA, “.. es un asunto de esos países…” y el inexplicable silencio mantenido durante más de un año por la Administración Obama sobre este tema central de la agenda geopolítica regional, pudiera ser considerado una indicación de desinterés, e incluso, de subestimación y desprecio, propio de la tradicional arrogancia imperial en su trato a los pueblos al sur del Rio Bravo, pero es mucho más posible que se trata de una calculada estrategia de diplomacia “de baja intensidad”, dirigida a mover los hilos invisibles de sus influencias, condicionamientos e imposiciones hacia algunos países, con el fin de desnaturalizar el propósito integracionista de la propuesta de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe o, en el peor de los casos, jugar al fracaso de la Cumbre del 5 de julio de 2011, en Caracas para que, además de abochornar al líder bolivariano Hugo Chávez Frías y su revolución, hacer fracasar los intentos soberanistas inmersos en esta propuesta multinacional,.

El anuncio del presidente – saliente – de la República del Perú, Alan García, de reunirse este 25 de abril de 2011, en la ciudad de Lima, con sus homólogos de las República de Chile, Sebastian Piñera, Colombia, Juan Manuel Santos y México, Felipe Calderón, con propósito de discutir sobre una “Integración Profunda” entre los países de la región – a dos meses de la Cumbre de Caracas – aunque comprensible por tratarse de cuatro (4) importantes países de la región, no deja de producir cierta inquietud por reunir, precisamente, al grupo de gobiernos de la región más identificado con las políticas neoliberales y de implantación de los Tratados de Libre Comercio (TLC) de los Estados Unidos en América Latina y el Caribe; bases fundamentales del modelo globalizador que, no solo ha afectado a muchos países de la región, sino que hoy mantiene en estado de quiebra a las Repúblicas de Grecia, Irlanda, Portugal y España y amenaza de extenderse por todo el sur y el este de Europa.

Sin embargo, como la política también “es el arte de los posible”, la Integración que se defina en la reunión Cumbre del 5 de julio/2011, en Caracas, debe hacer compatible los diversos proyectos de integración de los últimos 40 años en Nuestra América, expresados en CARICOM, CAN, MERCOSUR, OECO, UNASUR y ALBA pero, igualmente, debe confirmar la decisión de nuestros pueblos de rechazar todo proyecto dirigido a reintroducir el debate sobre la Alianza Comercial de las Américas, ALCA, derrotado en la reunión de Mar de Planta, República Argentina y sus versiones nacionales, los TLC, porque solo esa radical posición política permitirá echar las bases del objetivo histórico de construir un proyecto grannacional que afirme la independencia de nuestras República frente al imperialismo, fortalezca la soberanía de las Naciones y conceda la mayor suma de “felicidad posible” a nuestros pueblos; tal como lo soñó el Libertador Simón Bolívar.

yoelpmarcano@yahoo.com


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Yoel Pérez Marcano


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