El 21 de abril se presentó el “Paquete
de Pascuas”: un compendio de los textos del 2008 y los informes elaborados
por los Presidentes de los Grupos de negociación sobre el estado de
la negociación que cada uno administra. El 29 de abril tuvo lugar la
reunión del Comité de Negociaciones Comerciales donde fue evidente
que las posiciones permanecen tan distantes como en el 2008 y tal vez
más, porque los Estados Unidos ha aumentado sus exigencias. Esto último
es una fuga hacia delante, fingir que Estados Unidos quiere más apertura
sabiendo que no se va a aceptar y atribuir a otros la “culpa” por
el fracaso de la negociación. Estados Unidos es siempre la víctima,
pero la verdad es que en Washington no hay las condiciones políticas
para aceptar acuerdos internacionales de comercio.
El informe del Director General sobre
el estado de la negociación presenta distorsiones de la realidad. He
aquí algunas observaciones:
- Solo menciona los intereses de algunos grupos y se concentra en el tema industrial que es, según él, el tema que impide un acuerdo. No nota la ausencia de algún contenido referido al Desarrollo, como exigido por el mandato de Doha.
- Salta olímpicamente sobre los desacuerdos en Agricultura, que es el motor fundamental de las negociaciones
- También omite señalar que el Representante de los Estados Unidos para el Comercio ni siquiera recibió la autorización para negociar y que el Presidente Obama no cuenta con mayoría en el Congreso.
- El informe parece ignorar que los protagonistas de la negociación son los países miembros. Los últimos textos consensuados son de diciembre 2008; desde entonces se manipula la realidad en textos y reportes de Presidentes de Grupo y del Director General. Es bueno recordar que son los 153 miembros soberanos los que deben señalar el camino a seguir y no los funcionarios administrativos.
Las brechas en los distintos temas de
negociación siguen siendo grandes y así lo admiten tanto los
miembros con políticas propias, como los coordinadores de los diversos
grupos de países (G-20, G-33, PMA, PVEs, U.E., et al.). El problema
surge porque la Ronda Doha se apartó de su objetivo original de negociar
la eliminación de los subsidios agrícolas de los Países Desarrollados,
que distorsionan los precios agrícolas internacionales. La situación
ahora es que esos subsidios permanecen y las reducciones propuestas
son sobre cifras consolidadas (mentiras teóricas) y no sobre los subsidios
efectivamente aplicados. A cambio de ese “nada”, los Países Desarrollados
demandan a los Países Emergentes una apertura casi total no solo en
productos industriales -NAMA (químicos, electrónicos, eléctricos
y maquinaria), sino también en Servicios (financieros incluidos)
y en Agricultura (subsidios agrícolas incluidos).
Esas condiciones no calzan con la pretensión
de concluir la Ronda Doha en 2011, para cumplir con la retórica de
los capos del G-20 financiero, que luego instruyen diversamente a sus
negociadores. Esa realidad hace que los miembros y la Secretaría de
la OMC se ocupen ahora de cosas más concretas, como la Agenda de la
VIII Conferencia Ministerial en diciembre de este año. Por ahora, se
han abierto las consultas por iniciativa del Presidente del Consejo
General y se adelantan propuestas para incluirlas en esa Agenda, para
ver si sale un pequeño “paquete” de acuerdos que levante el prestigio
de la OMC.
En ese procedimiento se debe estar atentos
a que prive el principio del “Todo Único” de la negociación; que
significa que nada está acordado hasta que todo no esté acordado.
Hay sondeos para una “cosecha temprana” de los puntos en que hay
acuerdo, pero además de que no hay acuerdo en nada, eso no debe usarse
para dividir el ámbito multilateral que protege a quienes no pueden
resistir presiones poderosas.
Llegando al final del juego.
Cuando el director general de la OMC
reconoció que no aspira a concluir la Ronda Doha este año, acusó
de esa culpa a los Países en Desarrollo, pero también reconoció que
los Estados Unidos pretende demasiado al exigir que países como Argentina,
Brasil, China, India o Sudáfrica, reduzcan sus aranceles a cero para
ciertos sectores industriales, como productos químicos, electrónica
y maquinaria industrial. El diálogo se hizo cómico cuando el Embajador
Mike Punke intervino para reclamar porque –dijo- Estados Unidos no
solo pide acceso total en bienes industriales, sino que también en
Servicios y Agricultura.
El Sr. Lamy le respondieron otros recordando
que los países en desarrollo propusieron que se desmantelen los subsidios
agrícolas y se abra el mercado agrícola de los Países Desarrollados
para rebajar entonces los aranceles de sus industrias entre 30 y 50
por ciento. Entre esas intervenciones se distinguió la del Embajador
de Brasil, Roberto Acevedo, por una frase lapidaria: ” Quiero recordarle
que no estamos en el juego final; estamos llegando al final del juego”.
Esa frase de Acevedo resalta la disparidad
de criterios o de enfoques que hace casi imperativo que el juego termine
ya. No sólo porque en el curso de la negociación se escamoteo el objetivo
de su razón de ser y que nada queda de su promesa inicial: el Desarrollo.
Debe terminar también por la conciencia de nuevas amenazas y los viejos
criterios heredados del GATT, han evolucionado bajo otra perspectiva
ética y económica internacional. Un par de ejemplos.
Hoy sabemos que la apertura del sector
financiero no es la apertura a un comercio de servicios como los otros.
Esta comprobado y admitido que la eliminación de controles a las actividades
del sector financiero en los Estados Unidos es la causa y el origen
de la presente crisis económica, que sigue su curso, porque no ha terminado.
Una crisis que alcanzó una amplitud sin precedentes por la contaminación
que causó el libre contacto íntimo entre actores financieros. Si cuando
hay amenaza de pandemias se erigen controles, se restringe la movilidad
y se toman medidas preventivas, igual cosa debe hacerse para evitar
pandemias financieras, que pueden ser aún más mortíferas, como la
especulación con precios de los alimentos. La ONU y el G-20 financiero
ya han recomendado reformas que contradicen las disposiciones del Acuerdo
de Servicios de la OMC.
Al otro extremo de ese espectro, tenemos
el caso de un bien natural: el agua. Según la OMC, el agua es una mercancía
que se compra y se vende como cualquier otra y que debe obedecer las
leyes del mercado: darla a quien pague más. Ese criterio contradice
normas internacionales más modernas, de mayor contenido social y ecológico,
que ven en el agua un “bien común” que trasciende los mercados,
el agua como algo que no es apropiable. Ese es el criterio que rige
la Declaración 292 de la Asamblea General de la ONU de agosto 2010
y la Resolución 9 del Consejo de Derechos Humanos de la ONU de octubre
2010.
Propuestas para el futuro
La OMC tiene mucho que hacer con asuntos
más útiles que la trampa que resultó ser la Ronda Doha. No sólo
queda mucho trabajo pendiente sobre la interpretación de los textos
de la Ronda Uruguay, sino que es buen momento para presentar propuestas
concretas, prácticas y modernas a las que se dejó espacio para desarrollarse
en los acuerdos fundadores de la OMC.
Dos países miembros del ALBA: Cuba y
Ecuador, con el apoyo de Nicaragua y Bolivia, presentaron para la Agenda
Ministerial una excelente propuesta sobre Comercio Electrónico. La
propuesta quiere mitigar la brecha digital existente entre los Países
Desarrollados y los Países en Desarrollo. Una brecha digital
que “limita la producción y la circulación de conocimientos, acentúa
el atraso económico e intensifica peligrosamente la incomprensión
entre los pueblos.”
La propuesta analiza la situación sobre
una inobjetable base estadística y sus aspiraciones se basan en estudios
presentados en la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información
(CMSI) de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) de Ginebra
(2003) y de Túnez (2008)1. También incluye las de la Asamblea
Mundial de Normalización de las Telecomunicaciones realizada en Johannesburgo
en octubre de 20082 y las del Informe “Economía
de la Información”3, presentado por la UNCTAD en octubre
2010. Su objetivo es la mejora de las condiciones para la micro, pequeña
y mediana empresa, que son mayoría en los países en desarrollo.
La idea es crear en la OMC un Grupo de
Trabajo que estudie la relación entre Comercio Electrónico y el Desarrollo,
abierto a la participación de todos los Miembros, bajo el auspicio
del Comité de Comercio y Desarrollo. El Grupo de Trabajo entraría
en contacto con organizaciones como UNCTAD, UIT y OMPI para conocer
los medios técnicos y presentaría informes semestrales al Comité
de Comercio y Desarrollo. El tema de Comercio Electrónico sería incluido
en los programas de Asistencia Técnica Relacionada con el Comercio
que ejecuta el Instituto de Formación y Cooperación Técnica de la
OMC.
Por su parte, Cuba con el apoyo del Like-Minded
Group y de Ecuador, Nicaragua y Bolivia, presentó también una propuesta
para mejorar el funcionamiento del Órgano de Entendimiento de Solución
de Diferencias – ESD- cuyas decisiones y recomendaciones sufren demoras
en su aplicación que llegan a hacerlas irrelevantes, a pesar de que
su artículo 21.1 reconoce la necesidad de una pronta aplicación.
Ese estado de cosas erosiona la confianza en la eficacia del órgano
y causa daño ulterior a la parte perjudicada. Hoy, en la sesión de
mayo del OSD, Estados Unidos sufrió su 102 emplazamiento a su negativa
por nueve años consecutivos, de acatar las recomendaciones referidas
a la usurpación de marcas de una bebida de Cuba y la ilegalidad internacional
de su “Sección 211” En concreto, Cuba propone adicionar al Artículo
21.1 un texto que limite el plazo prudencial para el cumplimiento de
las recomendaciones del ESD a un máximo de 48 meses y que en caso de
continuar el incumplimiento se apliquen al miembro culpable medidas
administrativas.
Conclusión
La Ronda Doha trata de eternizar un pasado
colonial a favor de las empresas transnacionales apátridas. Ese vergonzoso
pasado debe quedar atrás, porque si la OMC tiene un futuro en el siglo
XXI es asimilando nuevas realidades económicas y sociales, que han
llegado para quedarse.
umberto.mazzei@sfr.fr