Quizás algunas personas no hayan relacionado algunas acciones de hoy día con las sucedidas en la sexta década del siglo XX. Tal carencia de relación puede darse porque los tiempos actuales, con su quehacer diario, parecen desdibujar algunos recuerdos de ese pasado, o porque las personas que viven en esta sociedad tan cambiante aún no habían nacido o estaban muy jóvenes para la época a que me refiero; aquella en que el presidente Kennedy tomaba las decisiones que supuestamente ayudaban al país que lo encumbró en el poder. Entonces, para esa población inmensa de nuevos pensantes es para quien va este pequeño discurso.
Vivíamos –en los años sesenta– una época en la que USA estaba enfrascado en la carrera lunar contra los rusos. También eran los tiempos en que Estados Unidos se lanzó contra Cuba y le impuso un bloqueo económico y de todo tipo (circunstancia que puede comprobarse con tan solo escribir en google: “bloqueo a Cuba”).
Pasando a nuestros años del siglo XXI: hoy se presenta una situación que pareciera no tener relación con esas referidas del siglo XX. No obstante, veamos que sí, y mucho: el país que se ha creído policía del mundo acaba de “asomar” sanciones para la PDVSA nuestra, ¿por qué?: porque negociamos el petróleo con la República de Irán. En palabras llanas, el Estado del norte –quien puede establecer sus normas y leyes para su ámbito interno– pretende hacer una extensión de sus aparatos judiciales y sancionadores; quiere que su fuero para obligar se amplíe fuera de su territorio. Ahora bien, el problema que subyace en esas “sanciones” no estriba en que ellas se cumplan o no, sino que sirven de carnada para tantear el pulso; ver cómo se comporta la sociedad internacional. Es decir, si todos nos quedamos callados (como sucedió en la oportunidad contra Cuba) esa costumbre, esa práctica, esa amenaza puede materializarse. Pero, si todos en bloque refutamos esos planteamientos, y propulsamos un rechazo masivo, ese policía del mundo reculará, sabrá que hay respuesta en contra, que los de por estos lados no somos pendejos. Y que sabemos las apetencias yanquis –indisimulables– por nuestro petróleo. Entenderán, también, que no pueden manipular las decisiones de la OPEP, a la cual también requerimos hacerle una intimación a fin de que se pronuncie ante este atropello continental que tiene, como grado oculto, el deseo de la potencia del norte de ponerle las garras a nuestro recurso. No necesitamos ir muy lejos para constatar ese magro futuro: volvamos la mirada hacia la hermana Colombia que, por no contar con nacionalistas en su Gobierno, se encuentra en una posición precaria: con un territorio hipotecado a los gringos. Así, internalicemos el problema que se nos viene encima y analicemos las futuras y seguras consecuencias si no tomamos el asunto más en serio y lo atacamos de raíz.
Caracas, mayo de 2011.