Juicio en Nueva York

Calle en Nueva York…aceras repletas de gente, carros en colas interminables, taxis amarillos, semáforos funcionando para dejar pasar porciones del hormiguero humano. Nos situamos frente al edificio de la Corte de Justicia, al frente de un Mac Donald i no sabemos donde entra i sale más gente, unas con la barriga llena de hamburguesas, otras con maletines llenos de dólares. Tapemos todo con un telón, i al levantarlo de nuevo, estamos en una sala con moblaje de maderas pulidas, niveles, barandas para el jurado, sitio elevado para el juez i mesas para fiscales acusadores i abogados defensores. El martillo del magistrado, también de madera con dos cabezas, i muchos de los actores con cabezas mui duras o incompletas por dentro, especialmente miembros del jurado.

 Se abre la sesión. El acusado un viejo bonachón d tercera edad, con cara de uriberiana o de pendejo, mui serio; pero a veces deja escapar una sonrisa torcida un tanto malévola. El juez, viejo gigantón de pelo blanco i gruesos lentes, mueve la quijada como masticando el agua que acaba de tomar de una botellita de plástico; se prohíben vasos de vidrio o botellas, como en los juegos de béisbol, previniendo violencias o arrecheras.

Se acerca el fiscal al acusado:

 − Diga usted que hacía en el hotel el día señalado por la víctima que, no está presente porque como afro descendiente, no es de buen color para el decorado i ambiente de esta sala, cuando en horas tempranas de la tarde mientras aseaba su habitación de 3.000 dólares el día, usted quiso mostrarle su virilidad encapuchada por si acaso, la tumbó sobre un sofá para visitantes, le torció un brazo para dominarla, mientras sin ser ginecólogo, quería saber si tenía o no su menstruación, separando con dulzura i un poco de violencia sus extremidades inferiores, i la violó. ¿Admite esta versión de la denuncia que hace esta irrespetuosa mucama?

El acusado carraspeo un poco, i con una mirada de cordero degollado, respondió:

− No, no es así; yo me estaba bañando.

− Precisamente, dice el fiscal, ella dice que la asaltó desnudo i…

− No señor, yo estaba de flux, corbata i chaleco para salir el banco a buscar algo de mis ahorritos.

− ¿Pero dijo que se estaba bañando?

− Sí, es que yo para aprovechar o ganar el tiempo, me baño vestido i con el secador de cabellos, enseguida me autoplancho.

El fiscal pensativo ante la respuesta, continuó:

− Diga…¿luego que pasó?

− Nada anormal, lo de costumbre, tocar la puerta, suavicé, balancer et retirer avec amour… Nada de violación, simplemente un ¡poudre! No comprendo por qué me acusa, cuando ¡gozaaamos!

− Sin embargo por interrogatorios previos se reporta que el encuentro sexual como violación fueron i están corroborados los hechos, mientras usted alega que parece fue con amor apasionado.

− Sí, ripostó el acusado, ¡porque quiere sacarme plata…!

¿I los defensores que hacían o que dijeron? Nosotros también queremos plata. Parece que el pedido de asilo de la querellante que deberíamos defender, no está correctamente tramitado; la pobrecita tiene malas compañías que lavan dinero i trafican drogas, creemos que al acusado se le debe devolver la fianza no vaya a ser que tenga apuros económicos; el hermano de la presunta víctima es un descarado que dice que en su país han difamado a su hermana i que ésta precisamente cometió en el acto sexual varios errores, como tirarse unos suspiros posteriores, no coordinar bien sus gritos i dar unos besitos mui flojos, además de mostrarse luego a ciertos testigos con cara angustiada en vez de satisfacción. Eso no debería suceder con un turista que paga 3.000 dólares por su hospedaje diario. En fin, el acusado es la víctima que hai que liberal i alentar con profunda ternura; solamente se le retiene el pasaporte para que viaje i gaste en los Estados Unidos i se participa a su patria, la belle France, que el hombre está listo para ser candidato presidencial contra el candidato a la reelección El Miura Sankocho. La libertad i la justicia, se hace con dinero, i nunca es para los pobres, porque ¿Quién los manda a ser pobres?

 Menos mal que la querellante, no fue, porque la hubiesen linchado i hasta el juez, luego se saber la decisión justa del jurado, le hubiese pegado con el martillo en la cabeza. Por eso no se ha visto ni una foto lejana de ella, para que la esposa del absuelto e inocente ciudadano de París, no sienta celos por la carne fresca, aunque de piel canela, i no se percate ella de sus arrugas. Sin embargo algunos fiscales desean seguir el caso, porque allí hai de todas maneras…¡dólares!

 Todo esto lo reportaron o está cubierto por una decena personas, comunicadores sociales, repartidos entre Nueva York, Washington, París i G., Editado i traducido, este ejemplo universal de Justicia. ¿Acaso no fue Francia la que les donó esa inmensa i famosa Estatua de la Libertad a la entrada de Nueva York?

robertojjm@hotmail.com



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Roberto Jiménez Maggiolo


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