Las
masivas manifestaciones de los estudiantes secundarios y universitarios
chilenos, seguidas de la huelga éxitosa de los trabajadores de las
minas estatales de cobre chileno, han tenido como efecto político
inmediato el cambio de la mayoría del gabinete ministerial del gobierno
de Sebastián Piñera, en un intento de interlocución con los sectores más
golpeados con la política neoliberal que su gobierno - y
en buena medida sus antecesores de la Concertación – le han aplicado al
pueblo chileno, en continuación de la política fondomonetarista impuesta
por las bayonetas y los fusilamientos de la dictadura del general Augusto Pinochet
Ugarte.
En los último 38 años, la burguesía chilena ha construido un modelo de desarrollo típicamente
marginalista en lo social, concentrativo de la riqueza en lo económico,
dependiente en lo financiero y mediáticamente manipulada dentro y fuera
de Chile, lo que le ha permitido ser presentado por los organismo
internacionales del neoliberalismo como el ejemplo más exitoso de las
economías latinoamericanas, cuando la verdad de las cosas es que sus
cifras macroeconómicas de crecimiento están mantenidas en el crecimiento
del precio del cobre ( una parte importante en manos de las corporaciones globales), la brutal
reducción del gasto y la inversión social y una apertura económica que ha destruido el aparato productivo nacional construido
a partir de los años 40s del siglo XX; realidad crudamente mostradas
recientemente por el terremoto, el derrumbe de la Mina San Lorenzo, las
protestas por los presos mapuches, la huelga estudiantil nacional y el
paro general de lo mineros del cobre.
Esta amarga situación social y penosa situación económica para la mayoría de los chilenos y las chilenas, se
esconde detrás del brillo ‘’modernista’’ y satisfecho de una
minoritaria clase media urbana, concentrada en Santiago y Concepción, fundamentalmente,
e integrada por el grueso de la burocracia pública profesional y la
gerencia alta y media de las corporaciones privadas nacionales y
extranjeras, quienes han sido seducidos por el acceso al
crédito para la adquisición de bienes y servicios que le otorga una
movilidad social que lo lleva a la defensa del orden político, económico
y social que la derecha
neoliberal y pinochetista viene desarrollando en Chile e favor del
capital financiero global y de los grupos financieros, industriales y comerciales internos, asociados al establecimiento político interno.
Pero,
al igual que el modelo neoliberal de ‘’desarrollo’’ implantado por el
recientemente derrotado Alan García, en la República del Perú, el
sistema chileno es una combinación de burbuja financiera, bazar
desnacionalizador y producto de marketing publicitario, cuya
sostenibilidad en el tiempo es política y económicamente imposible –
mucho menos en medio de la actual crisis sistémica del Capitalismo – por
lo que esta condenado a ser derrotado, si la movilización social y la
crisis de la dominación existente en las elites políticas le imponen al
liderazgo social y político divergente del ‘’pinochetismo’’, un nuevo
acuerdo programático que recupere el papel del Estado – y no el mercado
- en la dirección y promoción de la economía y en la atención de la Deuda Social provocada por las políticas antipopulares impuestas por el FMI, el Banco Mundial y los grupos financieros internacionales.
La
reciente experiencia de las elecciones en la República del Perú, ganada
por el teniente coronel y doctor en Ciencias políticas, Ollanta Humala,
es indicativa de un estado importante de conciencia de
amplios sectores sociales que resistieron la campaña de mentiras y
manipulaciones de la canalla mediática y, de comprensión de sectores de las élites económicas y políticas peruanas de que el modelo desnacionalizador y de ‘’dictadura
del mercado’’, es una ‘’fábrica de pobres’’ y que como
consecuencia de ello, a la larga promueve la confrontación social y la
desestabilización política, por lo que resulta necesario, en el Perú y
toda la región, colocar la Deuda Social en primer lugar, rescatar el
papel de Estado promotor y director de la economía y generar espacios de
participación política, económica y social en el Estado, para que el pueblo sea protagonista y beneficiario de su propia realidad.
Tal experiencia, tiene que ser hoy, de
un importante valor para el pueblo chileno y sus organizaciones
sociales que, superando la amarga derrota de las últimas elecciones
ganadas por el empresario pinochetista Sebastián Piñera y, en el marco
de una ofensiva de luchas sociales y políticas, puedan unificar sus
fuerzas para conquistar la mayor suma de gobiernos locales en las
próximas elecciones y prepararse para recomenzar el camino de
la decisivas elecciones de noviembre de 2014, en la que Chile y los
chilenos y las chilenas tendrán una nueva oportunidad histórica de
recuperar sus historia patriótica y libertaria y contribuir a la
construcción a la integración y la unidad de Nuestra América, con Soberanía, Paz, Democracia y Justicia Social.
yoelpmarcano@yahoo.com