¿A estas alturas de nuestra historia se pudiera concluir que no hay mayor diferencia entre una industria petrolera nacionalizada y una manejada por empresas trasnacionales? Por supuesto que no. El petróleo no solo es energía o un comodite, como le dicen ahora; también es poder.
Esta reflexión nos sirve de punto de partida para examinar los acontecimientos en Libia. Para algunos el petróleo no es la causa final que movió a los países de la OTAN a inclinar la balanza hacia quienes se habían alzado contra Gadafi. De acuerdo a esta opinión, el petróleo Libio ya estaba en manos de aquellas empresas.
Acá regresamos a la pregunta inicial: ¿Es lo mismo un petróleo libio nacionalizado que uno en manos de las empresas trasnacionales? La respuesta sigue siendo no.
Si la democracia y los derechos humanos fuesen las razones, en este momento el 90% del Medio Oriente debía estar invadido. ¿Por qué la OTAN no apoyó la revuelta en Egipto, Bahréin, Yemen? En todos esos países existían y aun existen prolongados regímenes no democráticos, por decir lo menos. En todos, las manifestaciones han sido cruentamente reprimidas.
Gadafi no era ni es santo de nuestra devoción. No compartimos concepciones de gobierno que solo ofrecen salidas dramáticas ante el reclamos de cambios políticos. Tampoco sistemas políticos referidos a una individualidad. Como se ha demostrado en Libia, ambos elementos terminan por quebrarse. De allí que en materia de sistemas políticos la democracia sea muy aventajada.
Pero lo de Libia ha quebrado el punto de no intervención. Las grandes potencias pueden meterse en cualquier país, siempre que este sea débil y aparezcan aislado del contexto internacional, es decir, carezca de aliados que saquen la cara por él a la hora de un conflicto.
Claro que el petróleo tiene mucho que ver con esta actuación de la OTAN, como también lo tuvo en Irak. Con ambas operaciones le han puesto la mano a importantes reservas de petróleo. Y, el petróleo, como muy bien ha corregido Luis Giusti, es una bendición para quien lo tiene.
En Libia hubo un levantamiento militar. Parte de las Fuerzas Armadas se le alzaron a Gadafi. Pero esto fue presentado como un levantamiento civil que estaba siendo masacrado. Con ese preámbulo entró en acción la aviación de la OTAN, que al final fue definitiva en el desenlace.
Lo acontecido en Libia debe ser visto en Venezuela con suma atención por quienes conforman los polos del debate político que acá se está dando. Desde el gobierno debiera verse con preocupación que las acciones que pueden detener el hambre de energía que tienen los países más desarrollados, no son las armas. Allí siempre tendrán superioridad. Es la política lo que puede ser más eficiente.
En la oposición también deben ver con atención esta experiencia, ya que un grupo no muy grande de actores comprometidos con intereses foráneos pueden determinar un curso de acción política en el cual el país, todo el país, se vea perjudicado.
En Libia, seguramente, dentro de unos años estarán produciendo de nuevo el millón ochocientos mil barriles diarios de petróleo que producían antes del conflicto. En Estados Unidos, Italia, Inglaterra y Francia contarán con la energía que les permitiría continuar sus modelos de desarrollo. Pero, lo que tardará mucho más tiempo en recomponerse es la convivencia y la paz dentro del pueblo libio.
ivanjgutierrez@gmail.com