En la política como en el mundo físico, los vacíos absolutos no existen y eso parece que pretende ser confirmado por el creciente papel de la República de Turquía y su actual Primer Ministro, Recep Tayyip Erdogan, en la escena internacional, al irrumpir en la escena de los antiguos dominios del extinto Imperio Otomano, como un nuevo Poder regional que debería ser tomando en cuenta por el imperialismo norteamericano y las viejas potencias europeas y el ente sionista israelí, en la nueva configuración de la geografía política que emergerá del convulso y contradictorio proceso de cambios que actualmente vive el Medio Oriente y el Norte de África.
El republicano y laico líder turco, reforzada en su legitimidad política por el triunfo resonante de su partido en las recientes elecciones legislativas y, su victoria en la confrontación de Poder sobre la vieja casta militar, lo cual le permitió destituir a más de 30 generales y procesar a otros, por conspiración golpista, es un líder político de una nueva Turquía, en la que concurren la visión republicana de Ataturt, fundador de la Turquía moderna y republicana, con una profesión no fundamentalista de la fe musulmana y una incomoda alianza con la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, en medio de la cual, construye su propia alianza con Irán y Siria, mientras convoca a los nuevos liderazgos árabes que surjan de las revueltas y conspiraciones árabes, a fundar una nueva alianza de pueblos y Estados del Medio Oriente y el Norte de Africa, sobre la base de la fe musulmana de sus habitantes y la laicidad de sus instituciones políticas.
Los gobernantes turcos, en general, y Erdogan, en particular, no se han deslastrado del largo período imperial que hizo de Turquía un Poder en Asia, Africa y Europa durante casi cinco siglos, y, a pesar de sus reivindicación como un país europeista (único mayoritariamente musulmán en ese continente), sabe que su espacio geopolítico fundamental se ubica en sus antiguas posesiones imperiales, en donde la religión común, las influencias culturales, los lazos políticos con gobernantes y corrientes políticas, lo convierte en un factor muy importante en este nuevo diseño y construcción y distribución del Poder Mundial, en momentos en que sus socios de la OTAN se encuentran sumidos en una profunda crisis económica de resultados impredecibles y, su rechazo entre los pueblos de la región, es aún mayor, por su apuesta al lado de varios de los viejos liderazgos que dominaron en los últimos 30 años la política en la región.
La triunfante y desafiante gira del Primer Ministro de Turquía, Erdogan, realiza por varios importantes países del Medio Oriente y el Norte de África, no lo hace ni como emisario de potencias extrarregionales, ni de sus socios de la OTAN sino como expresión de un nuevo factor de Poder Regional que, con renovada sintonía con la situación regional, ofrece seguridad y estabilidad política, rechazo a las actitudes belicistas de su viejo aliado sionista del ente israelí por el genocidio de Gaza y la Masacre del buque Masmara y, se ostenta como un firme defensor del Derecho del pueblo palestino a su Estado independiente, con fronteras seguros anteriores a 1.967; algo que imposible de realizar hoy, por diversas razones, por los gobernantes de la Unión Europea, los Estados Unidos, la Federación Rusa y la República Popular China.
De esta manera, el vacío creado por la potencia política y militar que representaba el defenestrado Hosni Mubarak, en la República Arabe de Egipto, el amenazado poder económico del Reino de Arabia Saudita a causa de las acciones de los yihadistas y, el cerco y amenaza imperial-sionista contra la República de Irán, pareciera que podría ser suplantado por la nueva Turquía y el gobierno musulmán moderado de Erdogan que, de esa manera, podrá jugar un papel independiente en ese nuevo escenario regional de revueltas populares que se seguirán desarrollando en esa convulsa región en los próximos años, ya que, contrario a la definición de la canalla mediática y las potencias imperialistas, los turcos lo aprecian, no como una “Primavera de Praga”, al estilo de la hoy fraccionada Checoslovaquia del año 1.968, sino de un largo e impredecible proceso de cambios y renovación de la vida política de esos pueblos, sus estructuras estatales y su nueva relación con el Poder Mundial, de la que Turquía pretende salir reforzada en su papel de nuevo Poder regional.
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