Hay un
lugar común entre este perro griego, uno que otro que también aparece
en otras manifestaciones europeas, y los perros que acompañan a las,
hasta el jueves 29 de septiembre de 2011, 36 marchas dentro de la movilización
que el pueblo chileno está llevando adelante en la búsqueda de una
educación gratuita, de calidad y democrática, por las calles del país
más austral del mundo. Los perros de Europa y los perros sudakas se
unen en una instintiva toma de posición a favor de los manifestantes.
No hemos visto perros de la calle defender a los pacos, ni allá ni
acá, siempre los vemos mover la cola entre los marchistas y más de
alguno ha saltado tratando de pasar los escudos transparentes de la
policía, como para morder a los pacoscu.
En lo que
sí no hay comparación posible, es en la cantidad: mientras en
Europa son uno o dos, hemos llegado a contar veinte diferentes perros
en la manifestaciones de los estudiantes, profesores y apoderados (representantes)
chilenos, con algunos detalles dignos de ser señalados.
Fortimbrás,
la Colo-Cola y Paulina, mis tres canes, huyen con la sola amenaza de
zumbarles un vaso de agua. Los perros de las manifestaciones en Chile,
en cambio, culebrean entre las lacrimógenas, y más bien buscan el
chorro de agua, no huyen de él. En una escena por demás curiosa, vimos
a dos perros saltar varias veces hasta tocar con sus manos el chorro
de agua, que orientado a la estatura de los manifestantes, pasaba por
sobre las cabezas de los canes.
Al ver
este esfuerzo por ser mojados, por siquiera tocar el violento chorro,
hice el cometario con mis compañeros de trabajo. Uno de ellos, El Flaco,
opinó con agudeza, que el asunto está en que son perros
de la calle, a los cuales nadie nunca toma en cuenta, y ahora, con los
disturbios, los perritos creen que esa gente por fin ha venido a jugar
con ellos, así dijo El Flaco.
Ahorita,
en la marcha del jueves 29 vimos otra escena curiosa: un perro saltando
para ¡morder! el chorro de agua… Le da varios masticones al chorro
de agua…
Tras 36
marchas, los estudiantes chilenos han recibido una represión brutal,
porque Carabineros de Chile se ampara en la acción de un grupo reducido
de encapuchados para desatar una represión sin discriminación alguna,
en evidente e innecesario exceso, buscando sin dudas esconder la verdadera
noticia, un pueblo entero, en evidente mayoría, luchando por la educación
que sus hijos merecen. La idea de los piñeras es esconder eso, con
el humo de las lacrimógenas y los desmanes o destrozos que puedan
causar los reducidos encapuchados. Luego viene la evidente estrategia
mediática: muchos minutos para los pocos encapuchados cayendo en la
provocación policial del enfrentamiento, y cada vez menos minutos para
la marcha, su organización, su alegría, su creatividad y, sobre todo,
sus reivindicaciones.
Para Piñera
la violencia parece ser un clavo al cual quiere agarrarse, para ver
si se salva del naufragio. Piñera juega con la violencia cual ruleta
rusa, poniendo en riesgo el destino de un país, o quizás buscando
en la excusa de quienes no resisten la rabia y responden a la violencia
policial, el detonante que nos haga ver como un país anarquizado, al
cual vendrían a salvar ¿otra vez? las Fuerzas Armadas de Chile, evitando
en realidad el abismo que se le viene encima a la derecha chilena para
las próximas elecciones presidenciales, porque Piñera anda ya por
apenas el 22 % de aprobación, ¡y bajandito..!
Por otro lado, si estos escasos encapuchados tan dispuestos a entrompar con la policía, entienden la cosa como la gran mayoría de los marchistas y esquivan las provocaciones del gobierno y sus pacos, Carabineros de Chile quedaría en evidencia y mucha más gente vendría a las marchas, conformando un torrente humano en la calle que sería como la peor de las pesadillas para Piñera.
Pero igual, a pesar de un gobierno sembrando la violencia en el accionar social, (¿sabían ustedes que hace unos días, una turba de neonazis asaltó el Comité Central del Partido Comunista de Chile..?) la gran mayoría de los marchistas no ha caído en la trampa, y las marchas son cada vez más creativas, más alegres, más “familiares” incluso, y no es raro ver a parejas con un coche y su bebé abriendo las grandes alamedas de Santiago, otra vez. Por supuesto que escenas tan humanas y hasta conmovedoras, como cuando se ven abuelos con sus nietos “pingüinos” o escolares de primaria (para la clase obrera chilena es una tradición de lucha popular llevar a los niños a las marchas), conlleva el peligro de que el exceso policial nos brinde alguna lamentable tragedia, como en el reciente jueves, cuando una cámara alta mostraba por Televisión Nacional de Chile, el cómo bombas lacrimógenas fueron lanzadas a patios interiores de casas del sector.
Piñera, jugando al muñequeo político en vez de resolver los problemas, jugando al desgaste del justo movimiento, haciendo “caer” rapidito a su policía cuando la provocación viene de los encapuchados, juega con poner la violencia al servicio del cansancio de la opinión pública, pero está jugando con fuego, y será el responsable si un día de estos tenemos una tragedia y, ni Dios lo quiera, perdemos a otro manifestante, como ya pasó con Manuel Gutiérrez, de 16 años, hace algunas semanas. O nos matan a uno de esos perritos, felices entre la refriega, al fin y al cabo, ellos también son hijos de Dios.
Los perros de la calle del centro de Santiago, superan todas las dificultades que la represión implica, y con todo entusiasmo se pliegan al espíritu alegre y creativo de las marchas, llegando al extremo de brindarnos esa coreografía de alta calidad, dos perros saltando, elevándose hasta conseguir tocar el chorro de agua, o el otro, volando para “masticar” el chorro, insistiendo en su derecho a participar en este tan especial momento histórico para el pueblo chileno, y hasta con alardes de organización, ´porque no se trataba de un perro saltón aislado, sino de dos bien sincronizados animalitos, que lucen además sentido de clase, esforzándose por compartir la suerte de su pueblo.
Lo visto en las manifestaciones en Chile, conforma una razón más para defender a este mejor amigo del manifestante, para llevarle comidita de vez en cuando, para darle cariño, para defenderlo cuando por ahí alguna autoridad local se las echa de Dios y decide su muerte. Hay que cuidar a nuestros perros de la calle, tan solidarios en la marcha estudiantil y laboral, porque el mensaje es claro: son nuestros compañeros de lucha, y no debemos tratarlos como el capitalismo salvaje trata a los estudiantes y trabajadores, en Chile o en las europas.
El Tano