La cumbre de las Américas y el monroísmo del Siglo XXI

A poco de celebrarse en Cartagena de Indias, Colombia, la reunión de los presidentes de América Latina, Caribe, Estados Unidos y Canadá, los pueblos del hemisferio están pendientes de los pronunciamientos de varios gobiernos sobre asuntos candentes de la vida en este hemisferio, entre ellos la exclusión de Cuba a la única Cumbre que podría reunir a todos los mandatarios en un cónclave de condiciones supuestamente diferentes a las existentes en la desprestigiada Organización de Estados de Americanos (OEA).

Si este tipo de reunión Cumbre pautada para el 14 y 15 de abril ha sobrevivido a los profundos cambios que han ocurrido en este hemisferio desde que fue convocada por primera vez en 1994 por el gobierno estadounidense de Bill Clinton, es precisamente porque en el sur, con la mayor irrupción de las fuerzas populares en las decisiones de sus gobiernos, fue surgiendo la idea de que el encuentro de todos los líderes latinoamericanos y caribeños con sus vecinos del norte no podía seguir realizándose bajo la visión filosófica, organizativa y manipuladora del llamado “ministerio de colonias yanqui”, demanda que se hizo muy evidente en la Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago en el 2009 y que tomará mayor expresión crítica ahora, en la cita de Cartagena.

La anterior tendencia en las relaciones interamericanas, reflejo de los profundos cambios internos de la región, no solo toma expresión en las Cumbres de las Américas, sino en todo el entramado de vínculos y relaciones en que los países al sur del Río Bravo hasta la Patagonia han venido participando, sea con los propios EEUU y Canadá como con otras potencias, sobre todo con China que ha desplazado económicamente a quienes tradicionalmente dominaron en la región.

El origen ideológico y geopolítico de las Cumbres de las Américas se encuentra en el interés de los gobiernos de EEUU, desde la época de James Monroe (1817-1825) con su "América para los americanos" y de su seguidor John Quincy Adams (1825-1829) hasta hoy, de apoderarse de toda América Latina y el Caribe “a nombre de la libertad” tal como lo alertó Simón Bolívar.

También advertía el patriota cubano José Martí, desde 1895, la necesidad de que con la independencia de Cuba se evitara que los EEUU cayeran con esa fuerza mayor sobre la América Latina y el Caribe, y por ello, desde que Cuba comenzó a ser verdaderamente independiente, con su victoriosa revolución social desde 1959, ha sido un escollo para las pretensiones monroistas, lo cual se confirmó en las últimas dos décadas en que el socialismo cubano sobrevivió con su propio esfuerzo y tesón para luego recibir el apoyo de la Revolución Bolivariana y juntas, ambas revoluciones, ayudar con esa fuerza mayor a los restantes pueblos a sacudirse el yugo imperial.

Un repaso sucinto por el trayecto de estas Cumbres obliga a centrar la atención en las causales de su origen en 1994.

En efecto, la ocasión más propicia para el monroísmo se le volvió a presentar a EEUU a inicios de la azarosa pasada década de los 90, luego de casi 100 años de que la potencia del norte sacó a España de la región y comenzó a extraer riquezas por “las venas abiertas de América Latina”, y particularmente a partir de consolidar su poderío mundial frente al amenazante mundo socialista europeo que se desintegró entre 1989 y 1991, a causa de sus incapaces gobiernos para mantener el ritmo de las transformaciones revolucionarias que requiere el socialismo y las necesidades crecientes de los pueblos, en medio de una carrera armamentista impuesta por el propio sistema imperialista dirigido por EEUU.

Una vez consolidado el mundo unipolar, lo cual no impidió la existencia de otras potencias en ascenso o “emergentes” como son los casos de China, India y Brasil, ni tampoco rebeliones cívico-militares antineoliberales en América Latina, como la liderada por el Comandante Hugo Chávez en 1992, abortada pero altamente impactante en la vida política venezolana, el presidente Clinton intenta darle institucionalidad al monroísmo con la convocatoria a la I Cumbre de las Américas.

Esa reunión fue celebrada en Miami entre el 9 y el 11 de diciembre de 1994, donde también EEUU lanzó el proyecto de Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

Después, George W. Bush (2001-2009), en su objetivo de frenar el impacto latinoamericano de la revolución bolivariana, trata de impulsar el ALCA pero nunca lo logró, debido a la fuerte oposición de un grupo de gobiernos latinoamericanos y caribeños liderados por Venezuela, Argentina y Brasil.

De esas cinco Cumbres anteriores, a los pueblos latinoamericanos y caribeños solo les quedó frustraciones y mucho pesimismo, debido fundamentalmente a la inviabilidad y pertinencia de las propuestas neoliberales que sus gobiernos, presionados por EEUU y las instituciones financieras internacionales, aplicaron y que conllevaron a graves crisis sociales en el continente, con alto descrédito para los partidos tradicionales y resultados políticos, a la larga, favorables a los cambios de opinión electoral y búsqueda de opciones claras de transformaciones sociales que hoy –tras veinte años de diversas experiencias- se pueden apreciar en los nuevos mecanismos de integración latinoamericana que, sin dudas, han contribuido a la creación, a fines del 2011, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

De manera que cuando todo parecía “color de rosa” a los gobiernos de EEUU, creyendo que tenían al mundo "vencido" a sus pies, la América Latina inicia su segunda marcha hacia la independencia, hacia un nuevo horizonte político, despejado de ciertos dogmas que antes retrasaron la unidad de las fuerzas revolucionarias, ahora para crear una nueva fuerza continental antimperial que el monroísmo del coloso del norte ha debido enfrentar en los últimos diez años.

Expresión de todo ello fueron, tanto el frustrado golpe de Estado en Venezuela del 2002 contra el presidente Hugo Chávez, meses después de la III Cumbre de las Américas (20-22 abril de 2001), en Quebec, Canadá, como el propinado contra el presidente hondureño Manuel Zelaya, apenas nueve semanas después que el presidente Obama haya anunciado en la V Cumbre de las Américas de 2009 que se abría una “nueva época” en las relaciones interamericanas, lo que fue refutado con las propias evidencias de la participación estadounidense en ambas asonadas golpistas.

En resumen, las Cumbres de la Américas, desde la primera en 1994 hasta la de 2009 en Puerto España, Trinidad y Tobago, han sido expresión, por un lado, de la incapacidad de EEUU para liderar las transformaciones necesarias que demandan los pueblos de este hemisferio, incluido el estadounidense, y sí del interés e instrumentación de la dominación imperial a través de sus llamados “mandatos” en los que involucran a gobiernos sin el consentimiento de los pueblos.

Por otro lado, esas Cumbres reflejan el estado de la correlación de fuerzas existentes en la región latinoamericana y caribeña en torno a continuar insertos en el sistema imperialista o impulsar la opción independentista de crear la Patria Grande, como la soñó el Libertador Simón Bolívar y lo vienen cumpliendo los pueblos y una mayoría de los gobiernos de la región. Estos sabrán denunciar en Cartagena todo lo que debe ser cambiado, comenzando por la política de exclusión, bloqueo e irrespeto al derecho internacional practicada por EEUU contra la autodeterminación, la soberanía e independencia de los pueblos de Nuestra América.

Email: wongmaestre@gmail.com

@ProfeWong

(*) Analista Internacional y Profesor de Posgrados en la AMEB-UMBV.



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Ernesto Wong Maestre*


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