Resulta que Uribe ahora se atreve a decir, ante un auditorio que le ríe la gracia, que durante su gobierno estuvo a punto de autorizar un ataque militar contra Venezuela y como se ha convertido en portavoz de la ridiculez en persona pretende sorprendernos con eso de que le faltó tiempo.
Este señor, señalado como agente vinculado al narcotráfico y al paramilitarismo es el prototipo del pitiyanqui latinoamericano. Una especie de súbdito, entregado, rastacuero y lamesuela. El mismo que ha vendido su alma y su país al propio diablo. El hecho que en territorio colombiano existan hoy siete bases militares norteamericanas es la mejor prueba de las pretensiones coloniales e imperialistas de los Estados Unidos y la incondicionalidad de los gobiernos del vecino país.
Ahora, ante un panorama de compromiso como el que tiene el señor Uribe con el narcotráfico y el paramilitarismo, llama poderosamente la atención que sectores de la oposición venezolana, dirigidos por su mismísimo candidato presidencial no tengan empacho ni escrúpulos en viajar a Colombia y hacer reuniones con él. ¿Qué buscan? ¿Qué quieren? ¿Qué consejos les puede dar un hombre señalado por los cuatro vientos como agente del imperialismo y enemigo acérrimo de Hugo Chávez?
Todo indica que estamos en presencia de una oposición cómplice con los pasos y gestiones de un candidato entreguista y apátrida como no se había visto en la historia electoral venezolana. Este tal Capriles no ha ocultado sus propósitos de arrasar con todos los logros y conquistas sociales de la Revolución Bolivariana. Si quieren más datos, lean las declaraciones del opositor exgobernador de Anzoátegui David de Lima quien abochornado, según lo dice el mismo, por los planes antinacionales del candidato opositor ha preferido divulgar sus macabros planes en el supuesto de ganar las elecciones. ¡Ave María Purísima! ¡Líbranos de estas plagas!
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