Uribe, todos los días, es noticia. No hay twitter que no se interese por los mensajes de Uribe. Las palabras de Uribe entran y salen de palacios de gobiernos como Pedro por su casa. Mete su cuchara en todo sancocho sin necesidad que sea invitado al festejo. Lo saborea, lo come y luego lo vomita. Quiere abarcar demasiado con un solo puño. Anhela que se coman vivo a Chávez y el postre sea Santos. Carga una sierra en la mano por si se los encuentra dormidos, descuartizarlos. Lo que no ha medido aún es si tendrá suficiente tiempo para lanzar los pedazos de cuerpos mutilados en el río Catatumbo y extasiarse mirando sus rayos ya viejos y contaminados. Uribe, es el vergatario de Latinoamérica. Uribe es conocido clandestinamente, en el mundo de la violencia paramilitar, como “El señor de las sombras”. Las Convivir sigue siendo el duende de sus sueños. Ni poetas, cantores y humoristas se salvaron de la política de terror y muerte que caracterizó a los dos gobiernos encabezados por Uribe.
Uribe, acusa y requeté acusa a otros de violentos como si él fuese el Santo de Antioquia, modelo de paz para Colombia y el mundo. Uribe lee la Biblia –cuando necesita limpiarse de algún pecado leve de sus acciones- pero se aprende de memoria “Mi Lucha”-cuando requiere hacer realidad sus acciones de crímenes de lesa humanidad-. Anda detrás de un bigote que hable por su boca. Le gusta almorzar recordando los conceptos más virulentos de Nietzsche. Uribe sí sabe de los misterios de los aviones fantasma, del crimen organizado y de gobierno desorganizado, del candidato de los paras, de cómo se pacificó a Urabá, de las anécdotas de un trompadachín, de narcos y masacres, de relaciones oscuras o entrebastidores para otorgar impunidad a los criminales, de conspiraciones y asesinatos selectivos. Mejor dicho: ¿de qué no conoce Uribe? Por algo mandó a recoger y retirar de circulación el libro “El señor de las sombras”, que es la biografía no autorizada de su propio Yo: Alvaro Uribe Vélez. ¿Por cierto qué podrá decir el señor Uribe del poeta y político Tirso Vélez que fue asesinado en su primer gobierno por haber escrito y publicado el poema “Colombia un sueño de paz”?
Uribe, es político de ofensiva. Como en Hitler: la defensiva no entra en la concepción del arte de la guerra. El odio personal ciega pero no posee los radales del murciélago para evitar el peligro. Al carajo con todo lo clásicos de la guerra. Napoleón, Giap, Bolívar, Rommel y otros genios de la guerra son, simplemente, pichones de juegos de metras. Uribe, se los lleva en los cacho. Uribe necesita en su legión de criminales a desquiciados como Anders Behring Breivik, (el terrorista que asesinó a 77 personas en Noruega y ha pedido perdón por no haber matado más seres humanos) o como Garabito que cometió alrededor de 3 mil violaciones y asesinatos.
Uribe, insiste y persiste en demostrar su inocencia, en que su pacifismo y su creencia religiosa no le permiten ni pensar ni ejercer la violencia. Uribe, aunque se lo proponga, no puede esconder su vocación misantrópica. Los filántropos lo hacen esputar su ira. Uribe sí tiene cojones para ordenar cometer masacres y genocidios. Lo que no tiene es cojones para reconocerlo.
Uribe estuvo consciente que en sus gobiernos siempre hubo alguna noticia más urgente de publicar que aquellas que evidenciaban su participación intelectual en terribles masacres de inocentes campesinos que luego eran presentados a los medios de comunicación como guerrilleros terroristas. A Uribe no le agrada pensar en las causas de los conflictos políticos, por eso jamás se ocupa de medir las consecuencias de sus palabras y sus hechos.
Uribe nunca deja de mirarse al espejo y de peinarse con un cepillo elaborado, tal vez, con cabello de alguna de sus víctimas. Uribe va mucho más allá del narcisismo que se conforma simplemente con sentirse bello. En posición de jefe de Estado se cree, igualmente, jefe de la Oposición. Estando en Oposición se cree jefe del Estado. Cree que disfruta de una enorme capacidad para seducir y manipular al pueblo, es astuto en rodearse de gendarmes perniciosos y criminales, sabe meter en su red a aquellos intelectuales que cobran por cada palabra que de sus bocas se pronuncien para lisonjear al líder, es experto en tratar de hacer creer una seudo ideología maligna como teoría del bien. Es maestro en concebir y ejecutar catástrofes.
Creó las Convivir que el máximo tribunal de Colombia lo consideró una ilegalidad y ordenó su desmantelamiento. Sin embargo, eso testimonia que sus vínculos con el paramilitarismo tienen arraigo ideológico, amén de lo político y lo económico. No hay manera que pueda esquivar sus afectivas relaciones con el paramilitarismo y con crímenes horrendos cometidos por los paras en beneficio de las políticas de guerra de Uribe en sus dos gobiernos.
Que los jefes del paramilitarismo no hayan dicho todo lo que saben sobre sus crímenes, no se duda. Pero de que han dicho verdades, lo han dicho y eso es irrefutable. Y siempre el nombre de Uribe aparece como cabeza intelectual y responsable de muchísimos de esos crímenes. Que el paramilitarismo hizo campaña por Uribe, que invirtió dinero en la misma, que obligó gente a votar por él, eso no debe extrañarle a nadie porque también lo hicieron por anteriores presidentes de Colombia. Sería tan estúpido no creerlo como decir que en las zonas de influencia de la insurgencia, ésta no se inclinara por determinados candidatos a organismos de gobierno o de Estado.
Si en Colombia hubiese verdadera administración de justicia jurídica, Uribe estaría, hace meses, detrás de las rejas. Mientras gobierne Santos o cualquier otro de los liberales, conservadores, de tendencias centristas o de ésta con la derecha o la izquierda, Uribe seguirá con su twitter en la mano haciendo y deshaciendo de las suyas.