La indignante masacre de 45 mineros surafricanos, perpetrada por la policia del gobierno de Surafrica y la descarada pretensión de enjuiciar a 270 detenidos por los asesinatos cometidos por esa policía, cuestiona en profundida, los acuerdos suscrito por Nelson Mandela y su partido el Congreso Nacional Africano, representando la mayoria negra del pais y, los gobernantes supramacistas afrikaneer blancos, para ponerle fin, en 1990, al régimen racista y segregacionista del apartheit, sostenidos por las potencias coloniales europeas, el sionismo internacional y el imperialismo norteamericano.
Hoy, debe ser terriblemente doloroso para un hombre como Nelson Mandela que, con su estoica conducta en sus 27 años de duro presidio, condujo a su pueblo a la lucha unificada para derrotar al régimen del Apartheit, ver como más de 20 años después de ese triunfo histórico, todavía se mantienen intactas muchas de las viejas leyes del apartheit, sus instituciones policiales, sus jueces y magistrados, sin que se hayan resuelto las profundas causas sociales y culturales por las que él y su Congreso Nacional Africano y otras organizaciones africanistas, lucharon por la Libertad, la Dignidad y la Justicia Social de los pueblos originarios de Surafrica.
En medio de estos trágicos acontecimientos, el silencio del Padre de La Nación, el leganedario dirigente Nelson Mandela, tambien conocido como Madiba, pareciera una inequivoca manifestación de impotencia frente a la permanencia del viejo poder supramacista afrikaneer y el reconocimiento de culpa por no haber utilizado toda la fuerza moral y prestigio para aopplicar el programa de lucha del Congreso Nacional Africano, con el fin de producir los cambios profundos que revirtieran la historica dominación supremacista blanca, dándole Justicia y Bienestar a los millones de surafricanos que ya no pueden contentarse con tener presidentes y legisladores negros, ingresar a los equipos olímpicos y de rudby, transitar, comer y vivir en los antiguos espacios reservados para la minoría blanca ni tener un campeonato mundial de futbol en su país.
No es posible entender como ante tan trágicos hechos, no se propduce una clara y categórica condena del Padre de la Nación a la masacre de Marikana y un enérgico llamado a la Paz y la Unidad Nacional pero reclamando de sus gobernantes y legisladores, el dictado de leyes y el desarrollo de políticas públicas de urgencia, que terminen de desmantelar las viejas estructuras de Poder y represión del apartheit y se impulse una política social que mejore las condiciones y esperanzas de vida de la mayoria negra, mediante aumento justos de sueldos y salarios, generación de puestos de trabajo, aumento del acceso al estudio de millones escolares a las escuelas secundarias y universitarias y el mayor gravamen fiscal y control laboral, productivo y ambiental de las empresas mineras transnacionales.
Madiba no puede abandonar a su pueblo en este momento tan doloro. Madiba no puede callar ante las injusticias que su propio gobierno comete contra lo que luchan por sus derechos. Madiba no puede silenciar la masacre de Marikana ni el juicio contra las victimas de la represión. Madiba no puede mantenerse indiferente ante la aplicación de leyes del apartheit a los mineros y desempleados en lucha por sus derechos. Madiba no puede olvidar su grito de guerra lanzado un día de junio de 1.992, en la plaza Bolivar de Valencia: “Amantla, Amantla, I Africa Abuyabe!” (Poder, Poder. Africa es nuestra!). Aunque sea lo último que haga en su vida, Madiba, el Padre de la Nación, todavia debe, puede y tiene que defender y proteger a los pueblos de Surafrica y terminar su lucha por la Justicia y la Libertad. Si no, Madiba se extinguirá en medio del ancho territorio de su país y, más se le recordará por sus 270 premios de gobiernos e instituciones del mundo, que por las sonrisas de los niños de Marikata, Soweto y Shaperville.
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