Contrario
a lo que afirmó el presidente de la República de Colombia, Juan Manuel
Santos, cuando hacía reconocimiento del proceso de diálogo sostenido con
las FARC-EP en la Habana, no todo conflicto armado de las dimensiones
del que se desarrolla en ese país en los últimos 60 años, se soluciona
mediante negociaciones entre las partes controvertidas y, el caso más emblemático fue el de los separatistas Tigres de Eliam, del norte de Sri Lanka
(antigua Ceilan) que, a pesar de todos los acercamientos y mediaciones
internacionales, finalmente el asunto se resolvió con una gran ofensiva
militar, con apoyo logístico de la India y
el gobierno de los Estados Unidos, que produjo la derrota de esa
importante fuerza insurgente, la muerte de sus principales jefes militares y la rendición o dispersión de sus combatientes.
En
el caso colombiano es evidente que pese a la concertada conducta de los
medios nacionales y sus socios de la canalla mediática mundial para
ocultar la realidad del desarrollo actual del conflicto y el estado real
de las fuerzas combatientes, el Estado se vio obligado nuevamente, a
sentarse en la mesa de diálogo y negociación, con mediación
internacional, ante lo que debe calificarse, en estricto sentido
militar, como la derrota estratégica de sus más de medio
millón soldados de las Fuerza Militares y de la Policía que, con el
“Plan Colombia” y el “Plan Patriota” de los Estados Unidos, sus
experimentados asesores militares e inteligencia electrónica aérea y
satelital, no han sido capaces de derrotar, en 50 años, una
fuerza guerrillera mil veces menor en combatientes e inconmensurablemente inferior en medios financieros y de guerra.
Este
hecho, aunque no se reconozca públicamente tiene un efecto en la
definición de la agenda “básica” anunciada por las partes para iniciar
el proceso de negociación, propiamente dicha, el próximo 8 de octubre,
en la ciudad de Oslo, Reino de Noruega, pero que no impide ni podría
impedir diversos cambios de matices, formas y contenidos
en dicha agenda, derivados del proceso mismo de la negociación,
atendiendo al escenario nacional e internacional que se le vaya
presentando a las partes, tanto en el campo político como en el campo
estrictamente militar, tomando en cuenta que el gobierno colombiano persiste en su peligrosa posición de “arreciar, arreciar, arreciar” contra la
insurgencia, mientras ésta exige acordar un cese al fuego bilateral para generar mejores condiciones al proceso.
Año
y media de acercamiento y seis meses de diálogo para diseñar una agenda
básica sobre desarrollo rural, derechos políticos, narcotráfico, fin de
las hostilidades militares y reconocimiento y reparación a las
víctimas, son una muestra del nivel de dificultad para acercar las
posiciones y la existencias de dudas, recelos y sospechas entre las
partes, por lo que será inevitable que en decurso del proceso vayan
apareciendo algunos aspectos sensibles e insoslayable para la
finalización del conflicto y la construcción de la Paz, los cuales
involucran directamente a las partes, e incluso, a terceros.
Se
pueden destacar entre aspectos de esa “otra agenda” de la negociación:
los acuerdos, bases y personal militar y de inteligencia norteamericanos en el territorio colombiano, los guerrilleros prisioneros en los Estados Unidos y otros países, las medidas de extinción de la acción penal de los delitos políticos y de guerra cometidos por miembros combatientes y no combatientes de las partes y los cambios en la doctrina, reglamentos y los mandos en las Fuerzas Militares y la Policía Nacional y, uno
que esta hoy muy presente en el escenario
político y social colombiano y que seguramente gravitará en la fase
definitiva de las negociaciones: la reforma constitucional a través del
Congreso actual o, convocatoria a una Asamblea Constituyente.,
plenipotenciaria y resolutiva, que revise las bases jurídicas y
políticas de la Constitución de 1.991.
Por
fortuna, al interior del pueblo colombiano existe una corriente
claramente mayoritaria en favor de una solución pacífica negociada al
conflicto social y armado interno, la cual se articula hoy con
la mayoría de voces que en América Latina y el Caribe y otras partes
del planeta, reclaman y apoyan la Paz en Colombia, lo cual neutraliza
los sectores militaristas que pretenden la continuación del conflicto
para garantizar su propia impunidad y mantener el beneficio del
lucrativo negocio de la guerra y la muerte y trataran de cuestionar la
presencia de algunos comprensibles temas en la agenda negociadora para
impedir su feliz terminación.
yoelpmarcano@yahoo.com