¿Será este el pensamiento estratégico que guía a USA y al Pentágono con relación a América Latina?
Aunque no se pretende dictar clases de geopolítica y de geo estrategia, nos parece pertinente hacer algunos comentarios sobre el denominado “Diálogo entre el gobierno colombiano y las fuerzas insurgentes de Colombia”
¿Tomar decisiones desde los países subalternos del imperio o desde la cúpula imperial?
Es posible que en algún tiempo remoto, los gobiernos subalternos de imperios como el de USA y sus aliados, pudiesen tomar iniciativas con relativa autonomía y “negociar” con sus enemigos o adversarios. Hoy, en pleno siglo XXI, y me perdonan los eruditos de la política internacional, la situación ha cambiado radicalmente.
El momento geopolítico y geoestratégico con que actualmente se mira y actúa en el mundo, exige un enfoque donde no son los países subalternos de USA y el pentágono los que autónomamente deciden con quien dialogar, donde y cuando establecer patrones de negociación en función de iniciar o alcanzar el fin de un conflicto armado de las proporciones que afectan a la República de Colombia.
Muy atrás quedó esa ingenua aspiración, de excluir al poder del complejo industrial, diplomático y militar de USA, de la injerencia en los asuntos que competen a sus intereses económicos, políticos y militares. No cabe duda que la visión y la toma de decisiones se visualiza, se planifica y al menos parcialmente se ejecuta de “arriba” (norte) hacia “abajo” (sur).
Primero, los grandes laboratorios de guerra e inteligencia, instalados en zonas estratégicas del imperio, examinan las fortalezas, oportunidades y debilidades de las fuerzas que no se arrodillan a sus intereses (insurgencia pasiva o activa), a la par que evalúan su poder efectivo de negoción, así como las consecuencias de todo aquel proceso que ellos aspiran convertirlo en un reforzamiento de su poder imperial, asociado a la burguesía, las instituciones políticas, diplomáticas y militares del país o grupo de países que les hacen coro y aplauden las relaciones desiguales.
En segundo lugar, se reúnen con los gobernantes y/o representantes de sus países subalternos y trazan líneas de acción encaminadas al mantenimiento de su hegemonía y en tercer lugar, planifican y concretan “ayudas” económicas, financieras, militares y de inteligencia que es el modus operandi que alimenta las relaciones norte-sur y que pudiese ser patentado como el modelo típico de dominación imperial.
El otro modelo, que pudiésemos llamar de visión provinciana, es donde se visualiza el mundo de “abajo” hacia “arriba”, donde se cree que son los gobernantes subalternos (arrodillados), con su clarividencia política, los que diseñan estrategias en función de un ejercicio geopolítico exitoso. Hace mucho tiempo que este modelo, ha dejado de tener cabida en este mundo dominado por las transnacionales y la OTAN. No son gobiernos como los que existen en Colombia, México, Costa Rica, Panamá, Chile y otros similares, donde nacen las tácticas y estrategias económicas, financieras, militares, de inteligencia y diplomáticas, aunque esto parece ser lógico, lo cierto es que donde no hay criterios claros de soberanía e independencia, es prácticamente imposible que desde allí surjan ideas y acciones de gran envergadura, encaminadas a enfrentar a las fuerzas progresistas o revolucionarias.
Está claro, que quienes dan la cara para anunciar diálogos, acuerdos o acciones similares, son los gobernantes de los países manejados desde Washington. Es casi imposible que soberanamente estos genios del “poder tercer mundista”, tomen decisiones sin que previamente las hayan consultado con los jefes del imperio, esto en el mejor de los casos, toda vez que generalmente, lo que sucede es que hasta con varios años de anticipación las estrategias imperiales ya ha sido diseñadas para que sean ejecutadas por los gobiernos sumisos a sus intereses.
El hecho que en alguna oportunidad, haya habido muestras de disidencia o de relativa independencia en decisiones electorales dentro de organismos de representación regional o mundial, no debe ser considerado como un gesto de debilidad del imperio, sino más bien de una permisividad que se sabe no pone en riesgo el poder que sustentan desde hace mucho tiempo. Aunque es cierto que las fuerzas progresistas del continente han logrado crear algunos organismos regionales (internacionales) de postura crítica ante el imperio, es evidente que USA, a pesar de este significativo avance, logró recuperar los votos de Honduras y Paraguay, mientras que la estructura económica y social de países como Brasil todavía permanecen en manos de las transnacionales.
Por otra parte, no es de extrañar, que el modelo de dominación del Norte, permita que sus subalternos se “asocien” o sean “permisivos” eventualmente con gobiernos que les son adversos, especialmente cuando se trata que representantes de estos países, sirvan de garantes, mediadores, acompañantes o facilitadores, toda vez, que de lo que se trata es lograr los objetivos estratégicos trazados por el imperio. En este caso, no se intenta emitir juicios de valor, sino más bien dejar sentado, que este juego, es parte esencial en la diplomacia tradicional y que en algunos casos, se ha considerado como un mal necesario aunque peligroso.
Es en este orden de ideas, que nos permitimos recordar que aquí en Venezuela, fue una asonada cívico-militar (febrero 1992), la que despertó del letargo a la gran mayoría de los venezolanos, y que el “perdón” negociado o como se le quiera llamar, otorgado a los insurgentes en los años 80 y 90, en muchos casos, surtió un efecto contrario para la causa revolucionaria, hasta el extremo, que buena parte de estos se incorporaron a la burocracia socialdemócrata, socialcristiana o la propia CIA. También es válido apuntar, que otra parte significativa de “pacificados (as)” hoy en día están incorporados(as) al gobierno progresista Y bolivariano, liderado por el Presidente Chávez.
¿Puede esta historia haberse repetido en cualquier otro país dominado por los Yankis y asociados?
Apreciación preliminar sobre la efectividad del modelo imperial decisional negociador.
Para las consideraciones que siguen a continuación, partimos de la premisa, que la casi totalidad de las negociaciones de este tipo, si bien pudiesen llevar implícito que los gobernantes sumisos al lado de las oligarquías dominantes, tomen alguna ventaja de este proceso (electoral, económico etc), lo esencial, es que los inmensos intereses de USA y sus aliados son los que predominan, y en consecuencia, hasta ahora, se ha hecho prácticamente imposible que sus adversarios, ubicados en el campo de la insurgencia, alcancen los objetivos que justifiquen su histórica existencia. Como se verá más adelante, la historia de este tipo de eventos, sobre todo en América Latina y el Caribe, no ha dado frutos que valga la pena celebrar.
Habida información y conciencia que en América Latina, las fuerzas de la denominada izquierda progresista y pragmática, han logrado respetables avances, es evidente que este relativo progreso, está todavía muy lejos de considerar a USA y sus aliados como un poder decadente fácil de vencer sus estrategias y objetivos bien definidos en cuanto a la apropiación de las riquezas energéticas y naturales de países como Venezuela, Ecuador, Brasil y otras repúblicas vecinas. La proliferación de bases militares, planes como el “Patriota” y el “Colombia”, no son una ficción, sino una realidad que está a la vista de todo el mundo.
La injerencia imperial está concebida con las mejores artimañas diplomáticas y militares: Ideologización permanente de la mayoría de la población latina bajo su control, paramilitarismo, producción y comercialización de la droga, tratados de Libre Comercio, oligarquía sumisa a los dictados de Washington y en general la dirección y el control de todos los mecanismos de poder que garanticen la continuidad de gobiernos dóciles a sus intereses.
Si la supra premisa fuese cierta, ¿Qué perdería el imperio con negociar con las FARC y el ELN? ¿Dejarían de poseer y controlar los medios de comunicación al servicio del neoliberalismo? ¿Permitirían que la ideología por la que vienen luchando los insurgentes llegue a los hogares colombianos, aunque sea parcialmente? ¿Permitirían las transnacionales y la oligarquía asociada a esta que al menos el sector público posea y controle un 50 % de los medios de producción? ¿Desaparecerá el narcolatifundio? ¿Se logrará una salud y educación gratuita y obligatoria al servicio de las grandes mayorías nacionales? ¿Se depurarán los cuerpos militares y policiales que durante más de 50 años han reprimido a los sectores populares de Colombia? En fin, ¿Realmente los resultados del diálogo, servirán para conseguir la paz efectiva o sólo será para que buena parte de los guerrilleros y gente progresista de Colombia ejerzan a medias su derecho a voto o descansen en paz los cementerios clandestinos?
Si las supra interrogantes tuviesen algún asidero ¿porque tanto empeño en negociar con un representante del imperio, que hasta ahora mantiene el poder político, militar, diplomático, económico y financiero? ¿Es que la debilidad de la insurgencia es tan acentuada, que se vió obligada a entrar en negociaciones políticas, como una tabla de salvación, dado que ha perdido a sus principales dirigentes y está consciente que la lucha contra el poder militar y económico del imperio es tan desigual, que no les queda más camino que buscar una tregua, para participar en elecciones y tener algún oxígeno para expresar de manera marginal algunas de sus ideas? ¿Será que han considerado que el juego está trancado dado el poder de fuego invencible de USA en Colombia? Oh Ala, como dicen los árabes, todas estas presuntas causas resulten negadas por la realidad y mas bien se correspondan con otras raíces más favorables al movimiento popular.
Demas está recordar, que si bien las negociaciones de paz en América Central, África y Colombia, en épocas pasadas han favorecido el poder constituido de la derecha pro imperio, esto, constituye un alerta para que no se generen grandes ilusiones de paz, salvo que lo que este sosiego se alcance prácticamente de rodillas.
Si partimos del pensamiento de Sun Tzu, citado al inicio de esta artículo, no cabe duda que para el imperio, sus objetivos pudiesen estar próximos a ser cumplidos: a) dejaría de tener vigencia la estrategia guerrillera de querer triunfar por medio de las armas b) las alianzas de los insurgentes con los movimientos de liberación nacional perderían su justificación y c) el ejército rebelde desaparecería, bajo el criterio, que esta acción garantizaría la paz de la región. No cabe duda que los Yankis junto con sus socios latinos, tendrían bastante que celebrar….en especial, que el sistema capitalista y neoliberal colombiano o Israel de América, quedaría reforzado y solo a merced que las fuerzas progresistas que hoy luchan en ese país logren repuntar en un mediano o largo plazo, lo que por cierto, tampoco es garantía de la instauración de un gobierno realmente revolucionario, cuando mucho, reformista. En todo caso, como en el deporte, tampoco podemos olvidar que la “pelota es redonda” y que si se presentan otras condiciones geopolíticas en el continente o en el mundo, pudiesen girar favorablemente las agujas del reloj de la historia.
Se deja constancia que lo ideal es que haya lucha política pacifica contraria a la guerra, pero para esto es necesario que los que tienen el poder otorgado por el imperio, sean capaces de ceder aunque sea un 50 % de su hegemonía actual, aspiración que por la vía electoral dirigida por un paraEstado, no parece ser factible, al menos “por ahora”.
En síntesis, en esta primera parte del análisis, se ha querido dejar bien claro, sobre la necesidad de partir de la interpretación del problema planteado, sobre la base de admitir que el modelo del imperial de dominación no es una ficción, sino una realidad que es insoslayable considerarla. En consecuencia, en la próxima entrega, parte II, se precisará un conjunto de hechos históricos, dialécticos y polémicos que ameritan un examen más detallado en función de despejar algunas interrogantes y generar soluciones alternas, que contribuyan con el proceso de liberación de América Latina y el Caribe
Nota: se recomienda leer en “Rebelión”, al escritor internacional, José Antonio Gutiérrez D. (Agosto-Sep. 2012) y la entrevista reciente al sociólogo norteamericano y analista internacional, James Petras.