La
vida política de Francia transcurre, desde hace ya demasiado tiempo, en
medio del mediocre vedetismo de algunas de sus figuras, los escándalos
de corrupción de su elites, el bostezo de los rebeldes viejos del Barrio
Latino y una clase obrera que vive el
“Paraíso del Capital”, sobreviviendo con sus pensiones reducidas, su
antigüedad alargada, sus salarios precarizados y manteniendo
“dignamente” su condición de nuevos esclavos del siglo XXI.
Salvo
los destellos rebeldes de los colectivos antiglobalización y algunos
relacionados con la solidaridad política con los palestinos y curdos, el
movimiento social en la cuna de la República, de la
primera revolución socialista de la historia de la Humanidad, (la Comuna
de París) y el movimiento socio político y cultural más importante de
la juventud (El Mayo Frances), vive postrado en su capacidad de crear,
de rebelarse contra la sucesora de la burguesía vichysta, de recuperar las banderas del asalto al Palacio de la Tullerias al grito de Libertad, Fraternidad e Igualdad, mientras
sus nuevas
elites se muestran obsecuentes ante las formulas anticrisis de los
barones del Capital financiero internacional y se ponen a la cola de los
dictados del gobierno de los Estados Unidos de America en sus
estrategias de desestabilizar el planeta con sus guerras preventivas
contra todo país, corriente política o movimiento insurgente que
disienta de sus propósitos hegemónicos.
Las
elecciones que este año 2012 llevaron al palacio D’ Elisseos a Francois
Holland fueron un torneo :”cantado” entre dos opciones de un mismo
programa, solo diferenciado por la legítima aspiración de muchos
franceses y francesas de sacar del gobierno al cretino sionista Nicolás
Sarkosy que, además de avergonzarlos con sus veleidades pretorianas,
xenófobas, racistas y narcisistas, los conducía a la guerra sin fin al
otro lado del Mediterráneo; aunque su salida tuviese el precio de tener
que aceptar a Francois Holland, un oscuro burócrata que
levanto ilusiones pero que, sin el brillo mediático y fílmico de aquel,
no le garantizaba nada parecido a la recuperación de su economía y mucho
menos, a la maltrecha y decadente
dignidad de La France.
En
los juegos forzados de la democracia burguesa en la que ya es rutina
tener que optar entre el peor de los candidatos o el menos malos de ellos, para los hastiados votantes franceses, Holland fue una excusa para romper la continuidad de
un tipo de comportamiento político de Sarkossy, más cerca del fascismo
que de la reglas democráticas rescatadas por el general Charles de
Gaulle con la fundación de la Quinta República, luego de la sumisión de
parte de la burguesía, el ejército francés, su policía y funcionariado a
las órdenes del Tercer Reich hitleriano en la Segunda Guerra Mundial
inter-imperialista. La jornada solo fue salvada por la
emotiva presencia del discurso rupturista del candidato de la izquierda
que pareció abrir una brecha al bipartidismo pero solo consiguió volcar
sus dilemáticos votos al “mal menor” hollandista.
No solo se trata de la figura del candidato Holland y el programa del partido social-burgués de la “Flor y el puño”, sino
la ausencia de un talante de Estado, un carisma personal de liderazgo
nacional y una fuerza convocante que, dentro de las líneas burguesas de
su acción política, pudiese unificar a la decadente República Francesa en el propósito de defender su legado republicano, reivindicar la dignidad de su soberanía y cumplir un
papel de decencia política frente a la arrogancia germana de la Angela
Merkel y los desplantes de la
prepotencia imperial del mestizo Barak Hussein Obama, en sus aventuras
financieras y militares que tienen en estado de crispación al planeta.
Nada que ver con la hidalguía republicana de
la obelisca figura del general De Gaulle de los años 60's, desafiando
al Reino Unido en la provincia francófona canadiense de Quebec, gritando
“Vive la France”, ni la osadía de Francois Miterrand abofeteando a los Estados Unidos al reconocer al
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, de El
Salvador, en medio de la guerra centroamericana de los años 80’s. del
siglo pasado. Holland fenece en medio de la inercia de una delicada
burocracia que solo tiene ojo para servir al Capital financiero burgués
que, fiel a la naturaleza de su clase, se despoja de su
condición nacional y su yergue a lo pies del nuevo monarca europeo, el
Bundesbank que, 67 años después de su derrota como financista de las
aventuras militaristas de Adolf Hitler, regresa a dominar al continente
sin tener que usar sus lustrosas divisiones acorazadas ni a sus temibles
SS.
yoelpmarcano@yahoo.com