Es una verdad de perogrullo afirmar que la Paz no se decreta sino que se construye y el proceso de esa edificación no depende solo de la conducta de los actores que directamente concurren a su desarrollo, sino de actores y factores internos y externos, con o sin vinculación directa con los participantes en una mesa de negociaciones pero, con incidencia en el curso del proceso y que, incluso, en algunos casos, pudieran convertirse en determinantes en el éxito o fracaso del mismo.
La decisión histórica del Secretariado de las FARC-EP de adelantar contactos con el gobierno de Juan Manuel Santos, presidente de la República de Colombia, para iniciar diálogos que permitiera, ulteriormente, una negociación sobre la solución definitiva del conflicto social y armado interno en Colombia, compromete a las dos Partes suscribientes del acuerdo pero, no necesariamente condicionan u obligan a los actores y factores aliados o cercanos de ambas fuerzas en su visión y comportamiento en el proceso de Paz ni mucho menos, en el delicado proceso posterior a la firma de los acuerdos y la implementación de los mismos; por lo que ello constituye una situación altamentente sensible que las partes no pueden dejar de considerar en la mesa de negociaciones a riesgo de que los acuerdos de Paz sean implosionados por posiciones e iniciativas externas promovidas por interés diversos, distintos y contrapuestos a los comprometidos con la Paz.
Uno de los más importantes actores del conflicto armado interno y que no se encuentra en la mesa de negociaciones son los medios de comunicación propiedad de las corporaciones mediáticas de Colombia, así como aquellas corporaciones multinacionales de la información que tienen en Colombia y en el conflicto interno colombiano, una parte importante de su centrimetraje informativo y de opinión; siempre dirigido a promover la continuación de la confrontación armada y a servir de consciente instrumento de las estrategias de guerra sicológica contra la insurgencia y la disidencia política suministradas por los laboratorios de las Fuerzas Militares y de sus asesores usamericanos, dirigidas a la descalificación de los objetivos políticos de las organizaciones revolucionarias y difamación de sus cuadros políticos y militares; lo que le otorga un papel central en el sostenimiento del esfuerzo de guerra y por ende, en parte fundamental de la confrontación armada.
La vieja oligarquía colombiana, antes escindida entre liberales y conservadores y hoy fraccionadas con la incorporación de las neo-oligarquías de la droga y el paramilitarismo de Antioquia y el Valle del Cauca y los Santander, con el favor de sus gobernantes, siempre han mantenido el control de la prensa, la radio, la televisión y ahora las empresas de cable, convirtiendo sus páginas editoriales y su crónica de “orden público” (conflicto armado) en una verdadera y mortífera artillería de mentiras y desinformaciones sobre las causas y el desarrollo del conflicto armado que le dio justificación e impunidad al accionar genocida y delincuencial del narco-paramilitarismo, asociadas a las estrategias de Guerra Sucia desarrolladas por las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, con el fin de derrotar a la insurgencia sin asumir las responsabilidades por violación de la Constitución y leyes de la República de Colombia y los Convenios de Ginebra de 1.949, que contienen el Derecho Humanitario; razón por la que sabotearon todos los posibles acuerdos de paz, favorecieron la impunidad de genocidio de la Unión Patriótica, obligaron al presidente Pastrana a reiniciar al proceso de Paz del Caguan y apoyaron al narcoparamilitar presidente Álvaro Uribe Vélez en el recrudecimiento del conflicto armado que ha producido mas de 200.000 víctimas mortales y mas de 5 millones de desplazados internos, lo que los convierte, al igual que en el Genocidio de Ruanda, en responsables morales de esas víctimas.
Aunque todavía ni siquiera se ha instalado la mesa de negociaciones de Oslo, Reino de Noruega, prevista ahora para el día 14 de octubre, ha de suponerse que el tratamiento de los medios de comunicación en la mesa de negociaciones ha de ser un aspecto importante de los acuerdos, porque sin pluralidad informativa, código contra la incitación al odio y a la guerra y medios escrito, de radio y televisión al servicio de las fuerzas en desmovilización de la insurgencia y los movimientos sociales y políticos disidentes, no es posible la construcción de una verdadera Paz con Democracia, Justicia y Bienestar para los trabajadores, campesinos, indígenas y demás sectores populares pero tampoco la abra para los negocios de las oligarquías y sus socios de las empresas transnacionales del petróleo, el carbón, el oro y la palma aceitera.
De allí que el Secretariado de las FARC-EP y las fuerzas revolucionarias, democráticas y patrióticas que se sumen por diversas vías al proceso de diálogo y negociación nacional y la construcción de la Paz en Colombia, deben considerar colocar en la agenda de las negociaciones, propuestas sobre el importante tema del acceso a la comunicación y la información plural, que incorpore la creación de medios alternativos de alcance nacional y presencia regionales, financiados por fondos públicos o la cooperación internacional, que les de voz a la insurgencia y demás fuerzas antioligárquicas de Colombia, para que hagan posible que las Paz no sea una quimera, sino un espacio de convergencia y reconciliación nacional permanente, que le de a cada colombiano y colombiana las oportunidades y el ejercicio de sus derechos para construir una Colombia Soberana, Democrática y con Justicia Social.
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