El régimen político establecido está en franca decadencia por la suma de corrupción y neoliberalismo.
No es solo un gobierno lo que se ha podrido y no solo Leonel y sus ladroneles son responsables de esa descomposición.
Se ha podrido el régimen de Leonel y Danilo, de Jorge Blanco e Hipólito, de las tres facciones políticas, que articulada a la burguesía transnacional y a las elites capitalistas locales, echaron al pueblo en el pozo y situaron el Estado delincuente en contra de casi toda la sociedad.
Las cúpulas del PLD, PRD, PRSC han conformado un régimen político y un Estado -ya considerablemente deslegitimados- percibidos por el sector mas avanzado de la sociedad como una rémora a erradicar y reemplazar.
En su devenir ese régimen, dadas las especiales habilidades de esa facción, fue secuestrado por la corporación peledeísta y sus socios lumpen-capitalistas. Y por eso justamente sobre esa claque se descarga una indignación popular capaz de convertir la L de León en L de ladrón.
Visto mas allá de los factores desencadenantes de las recientes e innovadoras movilizaciones en expansión, es preciso subrayar que cuando los regímenes políticos-sociales se pudren y cuando sus instituciones se desacreditan y se convierten en inservibles hasta para remedarlos, las nuevas generaciones emergen al escenario político con papeles protagónicos; especialmente la juventud de las capas media, una parte de la cual incluso se torna revolucionaria.
El régimen descompuesto se endurece. Procura amordazar (modificaciones al código penal en cuanto libertad de expresión, derechos de género, delincuencia infantil ), profundiza el saqueo (ley del agua, concesiones mineras onerosas), forma bandas para-policiales tipo "los paleros", "banda colora", Sorongo-banda PEME y ahora MOINPO), niega justicia y arrastra a sus funcionarios electos y nombrados a una defensa cerrada y violenta de las instituciones y personas impugnadas.
El partido del régimen se fanatiza y las contrapartes tradicionales, ya considerablemente descalificadas, son divididas y parcialmente sobornadas desde el poder aparentemente omnímodo.
Así, el Estado canalla y fallido, sensiblemente deslegitimado, se combina muchas veces con un vacío de oposición tradicional; mientras emerge en las calles lo nuevo, esto es, los nuevos actores sociales y políticos que confluyen con fuerzas revolucionarias debidamente renovadas.
Así aconteció en las postrimerías del Trujillato, durante el Triunvirato y en el último tramo de los "doce años" de Balaguer.
Ahora es otro tipo de régimen político el que está en crisis, pero tan degradado que en su agonía tiende a recurrir a métodos parecidos.
Entramos en el inicio de su fin precisamente cuando el pueblo comienza a percibir que no lo representa y que sus instituciones se pudrieron.
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