Sin precipitarse ni lanzar guerras por diferentes continentes como acostumbran las potencias occidentales encabezadas por Estados Unidos, la República Popular China continúa su indetenible desarrollo económico con la aplicación de sus tres armas principales: paciencia, persistencia y eficacia.
El país asiático ha quintuplicado su Producto Interno Bruto (PIB) en los últimos 10 años y en 2012 alcanzará alrededor de 12 400 000 millones de dólares, muy cerca de los 15 600 000 millones de Estados Unidos, hasta estos momentos la primera potencia económica mundial.
Su ascenso ha sido vertiginoso pues de un país atrasado hace 34 años, se convirtió en 2009 en el principal exportador mundial y en 2010 en la segunda economía del orbe al dejar atrás a Japón.
Varios analistas señalan que el gigante asiático sobrepasará el PIB estadounidense y el de la Unión Europea en su conjunto, en los próximos 10 años, mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) augura que lo hará para el 2016, o sea, en menos de cinco años.
Al parecer, los números le dan la razón al FMI pues observemos estos datos oficiales: El PIB de Estados Unidos fue de 13 244 550 millones en 2006 y el de China 2 630 113 millones; para 2010 Washington cerró el año con 14 586 736 millones, mientras China lo hacía con 10 169 521 millones.
Como todo hace indicar, la espiral ascendente continuará y antes de finalizar la segunda década del siglo XXI, Beijing subirá al más alto podio de la economía mundial.
Productos “Made in China” se encuentran por todas partes del planeta y en el mismo Estados Unidos, desde una maquinita de afeitar, un ventilador o una secadora de pelo, por citar algunos, aparecen con esa prolífera marca.
La enorme crisis económica que desde 2008 azota a las naciones desarrolladas de Norteamérica, Europa y algunas de Asía como Japón, contrariamente ha permitido mayor fluidez comercial y de intercambio a China que cuenta con gran liquidez y posibilidades de financiar proyectos de empresas y superestructura en otras naciones.
Con mucha inteligencia ha enfrentado los embates de Washington, no con violencia como acostumbra su contraparte, sino con comercio y ha logrado convertirse en el principal prestamista de ese país pues ostenta 3 billones de dólares de la deuda estadounidense.
Posee tanta independencia, soberanía y control en sus actividades comerciales que puede comprar petróleo iraní pese a la arbitraria sanción occidental que pesa sobre la nación persa, y Estados Unidos no puede “sancionarla” por tamaña osadía.
La ofensiva se expande hacia el sector de bienes y raíces y en 2011 inversionistas chinos adquirieron por 2,15 millones de dólares, el complejo de restaurantes en el río Maumee, en la ciudad norteamericana de Toledo. Otros compraron por 3,8 millones, 69 acres de tierra en la ciudad de Marina, para erigir un nuevo complejo habitacional y comercial con un presupuesto de 200 millones de dólares. Asimismo, una compañía china adquirió por 3,2 millones un viejo hotel para reformarlo.
Ya se anunció la construcción de un Pueblo Chino en Toledo, ubicado en una zona de gran potencial adquisitivo por su cercanía con Chicago, Detroit, Cleveland, Pittsburg e Indianápolis.
El capital chino esta llegando a las grandes ciudades como en Nueva York donde ya poseen compañías, inmuebles o bancos. La empresa Dalian Wanda Group se adjudicó la cadena de cines AMC Entertainment al abonar 2 600 millones de dólares y otras crean complejos comerciales y residenciales como Atlantic Yards en Brooklyn o alquilan oficinas en el emblemático Empire State.
En cuanto a la América Latina, un reciente informe de la CEPAL indica que el gigante asiático se podría convertir en 2017 en el mayor socio comercial de la región y desplazar a Estados Unidos que ha mantenido por varias décadas ese privilegio.
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) agregó que los problemas financieros en Europa y Estados Unidos han permitido que China se convierta cada vez más en un importante socio para la región al comprar mayores cantidades de materias primas y entregar créditos blandos para obras de infraestructura y de desarrollo.
En el último lustro ha realizado grandes avances en su comercio y cooperación en esa zona, y ya es el primer socio de Brasil, Perú y Chile, además de ser el segundo para otras naciones como Venezuela, Cuba y Argentina.
La relación tiende a fortalecerse pues China necesita los recursos de América Latina y viceversa, por tanto existe gran complementariedad entre sus economías, aunque también se hace indispensable diversificar los intercambios comerciales con la introducción de nuevas producciones latinoamericanas de exportación.
En África la relación ha sido mucho más profunda pues desde 2008 China se convirtió en el primer socio comercial del continente al superar a Estados Unidos y a la Unión Europea con un intercambio que en 2012 alcanzará más de 200 000 millones de dólares.
Dos mil compañías chinas se han establecido en diferentes países africanos con una inversión total de 14 700 millones de dólares mientras ha otorgado más préstamos al continente que los entregados por el Fondo Monetario Internacional.
China canceló deudas a 32 países africanos con menos desarrollo; construye hospitales, escuelas; ofrece ayuda tecnológica y envía a expertos agrícolas para colaborar con el desarrollo rural. Anualmente entrega 5 000 becas a estudiantes africanos para cursar diferentes especialidades en esa lejana nación.
Beijing ha tratado por todos los medios de mantener un comercio fijo y estable con todas esas naciones, las cuales tienen abundantes reservas, tanto de petróleo como de diferentes minerales, materias primas, así como producciones agrícolas y forestales que le son fundamentales para continuar su desarrollo económico.
El continente también posee un mercado con más de 900 000 millones de habitantes donde China ha colocado numerosas mercancías de su creciente producción industrial.
Sin el tronar de cañones y bombas, Beijing mantiene su impulso económico y establece importantes convenios comerciales para su continuo desarrollo futuro.
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