En el escenario del conflicto interno sirio- transformado por las fuerzas imperialistas y reaccionarias del Medio Oriente en un conflicto internacional - se está configurando un nuevo escenario de lo Mijaíl Gorbachov no ha duda en calificar como la Nueva Guerra Fría promovida por los Estados Unidas de América, la cual amenaza la construcción de un mundo multipolar y de distensión que se supone debió derivarse de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética.
Y es que los Estados Unidos de América, despreciando la persistente potencia estratégica de la Federación Rusa y el surgimiento del República Popular China como fuerza emergente con implicación en el escenario internacional, atendiendo los exclusivos interés de su pretendida hegemonía mundial y de su círculo de aliados subalternos de las viejas potencias coloniales europeas, los reyezuelos petro-feudales del Golfo Pérsico y la camarilla sionista que gobierna el ente israelí, conduciendo al planeta y, a esa región en particular, a una inevitable confrontación directa con otras potencias y países cuyos intereses antagónico e irreconciliables, divergen de los que sostiene el gobierno de los Estados Unidos y sus ductores del complejo militar-industrial financiero.
Aunque el inmensa riqueza petrolera y la garantía su suministro a los Estados Unidos, Europa y Japón se encuentran entre las razones fundamentales de la confrontación inter-potencia en la región del Medio Oriente, cada vez es más evidente que las posiciones asumidas por el gobierno de Barak Obama están más asociadas a la visión global que los círculos de poder de los Estados Unidos acerca de la imperiosa necesidad de sostener militarmente su disminuida hegemonía internacional, en las circunstancias que la crisis sistémica del Capitalismo no tiene visos de recuperación en el mediano plazo y tal crisis está siendo aprovechada por la República Popular China y la Federación Rusa, para expandir sus alianzas estratégicas más allá de sus viejos posicionamientos en el occidente del continente asiático y en Europa.
Hoy, contrario al interés de los estrategas usamericanos y el lobby financiero sionista que soporta sus aventuras militares en el planeta; la Federación Rusa y la República Popular China vienen construyendo una solida relación estratégica mas allá de sus tradicionales espacios de influencia geopolítica, haciendo profunda presencia en la región subsahariana del continente africano, avanzando en sus relaciones económicas, políticas y militares con América Latina a través de la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, ALBA y el Mercado Común del Sur, MERCOSUR, en el continente americano y desarrollan nuevos relacionamientos con potencias medias y emergentes de la India, Pakistán e Irán, las cuales no están sujetas a los dictados de los Estados Unidos de América y cuya política internacional responden a sus propios intereses internacionales y regionales.
En ese marco, es explicable y hasta justificable, la firme decisión del gobierno del presidente Vladimir Putin de enfrentar la situación del conflicto político interno sirio con una consistente e inamovible posición de rechazar la solución militar en ese conflicto y buscar, en unión con la República Popular China y otros aliados del Movimiento de Países No Alineados y con interés legitimo en la región como la República Islámica de Irán, una solución política negociada, que preserve lo intereses de todas las partes en esa región geoestratégica; posición que no solo se ha expresado en el apoyo político y militar al gobierno del presidente sirio Bachir Al Assad y a su veto a toda propuesta en el Consejo de Seguridad de la ONU que implique la legitimación de la descarada intromisión imperialista en ese conflicto, sino a advertir – como lo acaba de afirmar el Canciller Serguey Lavrov – que “no permitirá el mismo escenario libio en Siria”, lo que significa rechazar y tener disposición de enfrentar, por todos los medios a su alcance, la pretensión de las potencias imperialista de pasar, del apoyo logístico y de inteligencia a las fuerzas subalternas de la oposición militar siria y los soldados enemigos de los grupos mercenarios yihadistas extranjeros, a una invasión directa, que transformaría a Siria, el Medio Oriente y el Norte de África, en un escenario regional de guerra generalizada con consecuencias impredecibles.
Los actuales gobernantes de la Federación Rusa saben que la caída de Siria en manos de los imperialistas norteamericanos no solo constituye la perdida, en el corto plazo, de su base estratégica de abastecimiento en Siria sino, el inicio del cambio radical en la correlación de fuerzas en esa explosiva región, por cuanto dejara merced de la acción imperialista-otanista-sionista a la República Islámica de Irán, con la que, si bien es cierto tiene contradicciones en relación con la situación interna en sus república autónomas y sus antiguas repúblicas asociadas a la extinta Unión Soviética de Eurasia con fuerte presencia islámica, representa hoy un actor político, militar y económico fundamental en el proceso de debilitamiento de la hegemonía norteamericana y de cambio del escenario regional y mundial, por lo que no dudará, en un situación de confrontación armada, en convertirse en una solida ”tranca” que permita bloquear y derrotar a su enemigo común, el imperialismo norteamericano, y a sus aliados de la región.
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