Pese a todo el esfuerzo realizado por las corporaciones mediáticas para relativizar el grado de violencia social presente en la sociedad usamericana, es cada vez más visible la recurrencia de masacres cometidas por individuos motivados por razones laborales, raciales, políticas o meramente personales, las cuales tienen a los jóvenes y los niños como sus principales víctimas.
Este comportamiento de la sociedad norteamericana no debería sorprender si se considera que se trata de una sociedad transversalizada por su no superado conflicto racial, dividida entre una minoría con obscenas fortunas y una gran mayoría de pobres y miserables que viven de la caridad pública, con el mayor conglomerado humano afectado por el consumo de substancias estupefacientes y sicotrópicas del planeta, la venta libre y acumulación en manos privadas del mayor arsenal de armas de guerra y de porte personal que exista en país alguno, de millones de seres enajenados por sus traumáticas experiencias de guerras extranjeras, con tres millones de delincuentes enervando violencia en sus cárceles, la expansión de la culturas de la violencia que emana de su industria del cine y la televisión y, por si fuera poco, sumida en una profunda crisis económica que lanza a millones de trabajadores de sus puestos de trabajo y a familias de sus hogares por la falta de pago de sus hipotecas.
Los recientes ataques a cines, universidades y escuelas usamericanas, son una dramática confirmación que el “Sueño Americano”, se ha convertido en una tragedia que afecta ese país de 360 millones de personas aterrorizadas por sus gobiernos que hicieron, del ataque – no suficientemente aclarado – a las Torres Gemelas de New York, la base política para reforzar un Estado Policial que espía, por los más diversos medios electrónicos, la vida de todos y cada uno de los habitantes del país, que modifica las viejas leyes liberales para autorizar la intrusión policial en los espacios más profundos de la intimidad de usamericanos y extranjeros objeto de banal sospecha de los cuerpos de inteligencia y que detiene y juzga a cualquier persona por presunciones e, incluso, por bromas inocentes, penalizando con largos años de cárcel.
Entrampados por las antiquísimas “Leyes del Rifle” y la interpretación sobre el Derecho Constitucional de todo usamericano a adquirir, portar y usar todo tipo de armas y, el temor de los ciudadanos a ser objeto de alguna agresión letal por parte de individuos y grupos delincuenciales con enorme poder de fuego; los habitantes de los Estados Unidos de América incrementan la adquisición de todo tipo de armas y entrenan a sus hijos en el uso de tales instrumentos de violencia, prolongando y expandiendo el círculo perverso de esta cultura de la violencia que, lejos de aminorar, incrementan los trágicos hechos de violencias que afectan la vida de lugares tan apacibles como la pequeña ciudad de Newtown, del Estado de Connecticut, en donde un chico de apenas 20 años, descrito como tranquilo, utilizó un rifle de asalto para dar muerte a 20 niños y siete adultos antes de quitarse la vida en una escuela primaria.
Estos gravísimos hechos de violencia que producen víctimas inocentes, no son aislados ni podrán ser controlados por la sociedad y el Estado Policial usamericano y sus millones de agentes policiales nacionales, estadales y municipales, su Guardia Nacional y sus unidades militares dentro de su territorio, porque tales hechos responden, no a individuos sino a un estado generalizado de enfermedad social en la cual concurren diversos factores históricos, sociales, políticos, económicos y culturales, que hacen de la sociedad norteamericana una sociedad en crisis generalizada y convierten a una parte importante de su población en seres afectados por patologías socializadas de esquizofrenia, paranoia y disociación sicótica, entre otras, que los hace vivir, el mundo irreal de la felicidad perenne, evadirse con drogas de su cotidianidad y sufrir, al mismo tiempo, el estado permanente de tragedia en toda su geografía.
La crisis del sistema Capitalista y particularmente del modelo industrialista de los Estados Unidos, que permitió erigirse en la primera potencia económica, tecnológica y militar del planeta al término de la Segunda Guerra Inter-imperialista mundial – a la cual fue arrastrada la extinta Unión Soviética - , han acabado con el “Sueño Americano” y tienen frente a sí un estado de locura colectiva imposible de superar mientras persistan en sus sociedad las causas fundamentales que la originan, por lo que no es exagerado pensar que los únicos escenarios posibles de regeneración social, moral y cultural, es pasar por la traumática experiencia de una guerra civil como la de sucesión del siglo XIX, pero con el resultado inverso de la fragmentación territorial del Estado Usamericano, la declaración definitiva de un Estado Policial Fascista que se imponga definitivamente sobre los ciudadanos y las ciudadanas usamericanos y los extranjeros residentes en su territorio, aplicando nuevas leyes que le otorguen control absoluto de la vida social e individual de sus habitantes y que inhiban y destruyan toda conducta social y política disociante o, una revolución social y política que restablezca la plena vigencia de los derechos y libertades de sus ciudadanos y ciudadanas, en el marco de una sociedad democrática, solidaria y pacífica y un Estado respetuoso de las leyes, quie los distancie de la actual “Locura Americana”.
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