Alemania redescubre su impulso imperialista

¿Alemania habrá finalmente superado su complejo de culpa de la guerra? Pareciera que si, ya que está por desplegar alrededor de 400 soldados de la Bundeswehr* en Turquía con el objeto de instalar y operar los sistemas misilísticos “Patriot” de la OTAN en ese país. La histórica movida de tropas alemanas enviadas a territorios extranjeros con pleno equipo de combate es consecuencia del voto casi unánime por parte del parlamento alemán en Berlín el mes pasado.

El gobierno conservador liderado por la Canciller Angela Merkel ya sancionó el despacho de baterías “Patriot” alemanas hacia Turquía como parte de las nuevas instalaciones misilísticas norteamericanas y holandesas en ese país.

Los primeros cálculos del mes pasado para un total a desplegar por parte de la OTAN en Turquía han aumentado rápidamente desde una dotación de 400 personas a probablemente dos mil. Se dice que estarán a cargo de seis baterías misilísticas tierra-aire PAC-3 Patriot de fabricación norteamericana, dos de Alemania, dos de Holanda y dos de Estados Unidos instaladas en unidades móviles a lo largo de la frontera turca de 900 kilómetros con vecino sirio al sur.

El gobierno turco del Primer Ministro Recep Tayyip Erdogan ha tratado de caracterizar estos sistemas de intercepción como una guardia “defensiva” para proteger a sus ciudadanos de una supuesta amenaza de fuego de artillería desde Siria y un posible empleo de armamento químico. El Ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Ahmet Davutoglu ha tratado de describir la cohorte de tropas extranjeras en suelo turco como una respuesta normal de la alianza de 28 países que conforman la OTAN en asistencia a uno de sus miembros.

“Turquía tiene el derecho de proteger su territorio tomando medidas de carácter nacional y dentro del carácter de la alianza de la cual Turquía forma parte”, declaró Davutoglu.

El jefe de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, incluso dijo que la instalación de los “Patriots” en Turquía servirá para “reducir” las tensiones regionales al aportar elementos de disuasión y mayor seguridad.

Tales declaraciones no ofrecen seguridades a Siria ni a sus aliados, Irán y Rusia. Tanto líderes iraníes como rusos han denunciado el despliegue de la OTAN como una provocación peligrosa…

El Ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov expresó su profunda preocupación a sus contrapartes en la OTAN, cuando esta se reunión en Bruselas el 4 de diciembre pasado con el objeto de dar luz verde al plan de acción. Los recelos de Lavrov fueron notoriamente ignorados.

El jefe de las fuerzas armadas iraníes, General Hassan Firouzabadi fue aun más vehemente en su oposición a la movida de la OTAN. Informes de prensa indican que él dijo que “Cada uno de estos “Patriots” es una mancha negra en el mapa y apuntan a provocar una guerra mundial. Se están haciendo planes para una guerra mundial y esto es sumamente peligroso para el futuro de la Humanidad y para el futuro de Europa misma.”

La súbita cancelación la semana pasada de la visita de estado del Presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad a Turquía, es una nueva señal de la exasperación causada en la República Islámica de Irán por la movida de Ankara y la OTAN.

Al interior de la alianza de la OTAN, los políticos alemanes han sido sumamente serios al hacer hincapié en el carácter “puramente defensivo” de este nuevo desarrollo militar en Turquía. Cuando el parlamento alemán votó la cuestión, un orador tras otro reiteró la misión de las tropas alemanes en términos caballerosos. Un titular del mayor periódico de Alemania, el Deutsche Welle, destacó el consenso evasivo señalando que “Misiles Patriot alemanes listos para defender a Turquía.”

Todo esto tiene dos caras.

Primero, las potencias de la OTAN están tratando de entreverar una medida controversial dentro de una virtud pasiva. La instalación “defensiva” de misiles “Patriot” uno percibe que la presentan como una manera de apaciguar la opinión pública mundial presentándola como si se tratara de un compromiso humanitario, variación suavizada de la doctrina de “la responsabilidad de proteger.” Pareciera que la agitación pública por los bombardeos de la OTAN contra Libia el 2011 ha provocado un enfoque más cauteloso para manejar el conflicto en Siria. En todo caso, varios comentaristas han señalado una severa anomalía en este enfoque: es decir, la desproporcionada potencia de la OTAN en relación con la amenaza supuestamente planteada por Siria. Después de todo, el número de obuses supuestamente disparados por fuerzas sirias contra Turquía, ya sea accidentalmente o a propósito durante los 20 meses de conflicto, ha sido extremadamente pequeño y existen razones para dudar que los artilleros sirios fueron los verdaderos perpetradores en aquellas pocas ocasiones. En realidad existen razones para creer que los insurgentes apoyados por Turquía y por Occidente podrían estar incursos en acciones propagandísticas de bandera falsa planificadas con el objeto de obtener mayor apoyo y armamento desde el extranjero.

Del mismo modo, las preocupaciones occidentales expresadas el mes pasado afirmando que los militares sirios habían iniciado preparativos para emplear armamento químico, aparecen decididamente exageradas y sensacionalistas, hasta el Secretario de la Defensa de Estados Unidos, León Paneta y la inteligencia israelí últimamente han evitado insistir en la posibilidad que el gobierno sirio recurriría al empleo de tal armamento de destrucción masiva.

Por otra parte, el sistema misilístico “Patriot” es más apropiado para la intercepción de misiles balísticos de largo alcance a una distancia de 100 kilómetros. También pueden ser empleados para derribar aviones. Por lo tanto, obviamente, el sistema no es un armamento adecuado si se pretende combatir contra unidades de artillería de corto alcance y fuego de morteros los cuales serían una forma más plausible de ataque sirio, si tal supuesta amenaza fuera aceptada a carta cabal. Esta anomalía sugiere que la instalación de los “Patriots” implica una agenda oculta mucho más agresiva, tal vez instigando una zona de exclusión aérea en el lado sirio de la frontera, lo cual podría permitir la organización de santuarios para los militantes apoyados por Occidente o peor aun, estructurar una mayor confrontación militar con Irán.

Otro aspecto que sugiere la lógica “defensiva” patrocinada por la OTAN que uno podría deducir es que la clase política de Alemania sabe muy bien que el despliegue en Turquía es provocador y sus enfáticas protestas defensivas suenan más bien como una sobre compensación en la cual los alegatos de pomposa caballerosidad desmienten lo que ya se sabe de antemano que hay algo más siniestro en ciernes.

¿Por qué se trata de un problema tan delicado para los políticos alemanes? Por supuesto que es debido a que ellos han cargado con una inmensa culpa durante décadas a partir del legado de la Segunda Guerra Mundial. La peor conflagración del siglo XX –1939-1945—en la cual murieron más de 50 millones de personas, ha estigmatizado a Alemania desde entonces como el principal culpable de ese monstruoso conflicto.

Esta estigmatización es en cierto modo injusta ya que la Segunda Guerra Mundial al igual que la Primera Guerra Mundial, fue el producto de la rivalidad entre varias potencias europeas imperiales junto con el recién llegado Estados Unidos, luchando por la hegemonía mundial. En todo caso, no se trata de minimizar la espantosa agresión de la Alemania Nazi, particularmente contra el pueblo de la Rusia Soviética quien sufrió cerca de la mitad del costo en muertos por la guerra. Pero atribuir la preponderancia de la devastación de la guerra y los crímenes solo a Alemania significa liberar a los protagonistas imperiales occidentales de toda culpa.

Esto refleja más bien el privilegio de los ganadores de escribir la historia y no una cuenta objetiva. Para comenzar, esta oculta el hecho que la guerra fue producto de las reparaciones de guerra impuestas por los aliados occidentales a Alemania luego de la Primera Guerra Mundial. El relato auto-halagador occidental de la historia también maquilla cómo Washington y Londres coquetearon con el fascismo europeo y con el Tercer Reich de Hitler en particular, durante la década de los 30 como un bastión contra el movimiento comunista en ascenso en Norte América y Europa.

Sin embargo, generaciones de alemanes fueron marcadas con culpas profundas y vergonzantes por más de seis décadas debido a su pasado militarista.

Por lo tanto, el Bundeswehr ha estado hasta ahora circunscrito a ser subordinado al ámbito de la defensa nacional dentro de las fronteras de Alemania y bajo las órdenes de la OTAN. Cuando tropas alemanas fueron enviadas a Afganistán durante la década pasada, por ejemplo, como parte de las fuerzas de ocupación de la OTAN, se fruncieron algunos ceños. Pero las aprehensiones del público occidental fueron apaciguadas mediante una descarada promoción en el sentido que el contingente alemán en ese escenario de guerra cumpliría solo “un rol humanitario” lejos de las acciones militares.

No obstante, este tabú alemán de vieja data en torno a la guerra y operaciones militares en el extranjero pareciera estar menguando, por lo menos entre los políticos y los jefes militares. Podría ser que aun no hayan adoptado la abierta retórica belicosa de Washington, Londres y París respecto de Siria, pero el flagrante involucramiento de tropas alemanas y la instalación de misiles “Patriot” en Turquía junto con predicciones ofensivas en torno a Siria, Irán y Rusia, tiende a indicar que Berlín está redescubriendo sus impulsos imperialistas.

El resurgimiento del militarismo alemán no es un fenómeno que surgió de la noche a la mañana. Para algunos resultará sorpresivo, pero durante varios años Alemania ha pasado a ser el tercer exportador más grande de armamento, detrás solo de Estados Unidos y Rusia y por delante de Gran Bretaña, Francia y China.

La Deutsche Welle recientemente informó sobre un comité secreto del gobierno encabezado por Angela Merkel que aprueba las exportaciones de la próspera industria armamentística alemana, la cual vende armamento en el Medio Oriente y notoriamente a regímenes con graves violaciones a los derechos humanos y con tendencias beligerantes, tales como Argelia, Egipto, Israel, Catar y Arabia Saudita. Por ejemplo esta última, está a punto de firmar la adquisición de varios cientos de tanques de guerra Leopard-2.

Al final del día Deutsche Welle ágilmente informó que “Alemania junto a la mayoría de los países europeos se encuentra en medio de drásticos recortes económicos con el objeto de reducir la deuda interna. Por lo tanto… aparentemente ha decido vender más armamento” Como si fuera muy sencillo armar a regímenes dictatoriales en una región desgarrada por conflictos y tensiones.

La exhibición de fuerza en política exterior de Alemania es particularmente visible con respecto a Siria. Se informa que submarinos alemanes se comunican con la inteligencia británica con el objeto de suministrar apoyo logístico y en consecuencia incrementar las acciones de las milicias extranjeras que tratan de derrocar al gobierno del presidente Bashar Al Assad.

De manera estridente Alemania a cerrado filas con Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia para boicotear las iniciativas políticas planteadas por Rusia e Irán, iniciativas que apuntan a zanjar el conflicto de casi dos años a través de negociaciones y de la implementación de los acuerdos de Ginebra firmados a fines de junio del año pasado y que promueven una transición pacífica. Berlín se apresuró también detrás de Londres y París para reconocer a la auto denominada Coalición Nacional Siria, “como el único representante del pueblo sirio”. La coalición –irónicamente una agrupación principalmente de exiliados, con poca base popular dentro de Siria—se opone implacablemente a tener ningún trato con el gobierno de Assad a diferencia de los partidos políticos disidentes al interior de Siria que están dispuestos al diálogo pero que han sido permanentemente marginados por las potencias occidentales, incluyendo Alemania.

Al anunciar el apoyo a la Coalición el mes pasado, el Ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Guido Westerwelle, dijo “Nosotros creemos que será un importante medio para promover un proceso de erosión del régimen de Assad.” Westerwelle se estaba adelantando a la reunión de ministros de relaciones exteriores de la Unión Europea en Bruselas aproximadamente al mismo tiempo que la OTAN estaba aprobando la instalación de los misiles “Patriot” en Turquía. También durante la misma semana, Alemania de manera unilateral expulsó a cuatro diplomáticos sirios, lo cual fue visto como un calculado desaire que apunta a un mayor aislamiento internacional del gobierno de Damasco.

De este modo, el ministro de exteriores de manera arrogante mezcla la política exterior de la Unión Europea con los objetivos geopolíticos y militares de la OTAN en un descarado intento por derribar a un estado soberano. Evidentemente, esto marca una nueva era de atrevido imperialismo alemán y otro preocupante paso hacia una guerra internacional en la volátil región del Medio Oriente.


Traducido por Sergio R. Anacona
sranacona@gmail.com

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Finian Cunningham

Analista internacional


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