Avances y desafíos de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) salieron a relucir durante la recién terminada II Cumbre del organismo efectuada en Santiago de Chile, donde también sesionó el primer cónclave CELAC-Unión Europea.
Entre las virtudes se destaca que por primera ocasión en la historia del subcontinente, sus 33 integrantes tengan un mecanismo independiente para discutir los problemas internos y externos sin la presión de Estados Unidos que consideraba a esta parte del mundo como su traspatio y dictaba las líneas políticas, económicas y sociales a seguir, bajo diferentes presiones que llegaban hasta la invasión de sus territorios.
Como antecedentes de su creación se destaca la derrota sufrida por Estados Unidos al tratar de imponer durante la cumbre de las Américas de Mar del Plata en 2005 su plan neocolonizador denominado Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), así como el surgimiento en los últimos años de gobiernos progresistas en la región que impulsan el desarrollo de sus pueblos.
Reunidos en un mismo escenario por los que lucharon los próceres de la independencia como Bolívar, Martí, San Martín, O´Higgins, Sucre, jefes de Estado y Gobierno de los 33 países, con las consabidas diferencias de pensamiento, engrasan el nuevo mecanismo que avanza con preceptos de independencia y soberanía de sus pueblos.
Cuba, con el prestigio internacional ganado en 54 años de Revolución, al recibir la presidencia pro témpore del grupo, tratará de imprimirle el impulso necesario, después de un estancamiento técnico en el último año, para que la CELAC se convierta en un mecanismo de integración y su voz se escuche con más fuerza en los principales foros mundiales, mientras que en el plano regional, se lleven adelante programas de desarrollo a favor de las grandes mayorías.
La Isla del Caribe ha demostrado en muchas ocasiones su experiencia y capacidad de diálogo para limar diferencias y unir a los países del Sur cuyos ejemplos más relevantes han sido el fortalecimiento del Movimiento de Países No Alineados que ha estado en varias ocasiones a punto de fenecer si no hubiera sido por la sabiduría de los dirigentes cubanos.
Asimismo ha alertado sobre las nefastas consecuencias que conllevarían la aceptación de políticas neoliberales cuyos cantos de sirena entonan potencias occidentales en aras de adueñarse de las riquezas naturales de la región, ya sean petróleo, agua, minerales, diversidad biológica.
En ese sentido, mucho dejo por desear la I Cumbre CELAC-Unión Europea, que para este comentarista no debió efectuarse sin haber adoptado el bisoño grupo latinoamericano una línea conjunta a seguir, es decir, una concertación previa entre los Estados miembros.
Europa asistió al cónclave con la idea de buscar fuentes para introducir sus mercancías baratas y poder salir de una crisis que le ha calado hasta los tuétanos.
Pese a que las sesiones de esa Cumbre fue cerrada para que al parecer no se oyeran las voces de los países más progresistas, trascendió que la canciller de Alemania, Ángela Merkel, emplazó a Brasil y Argentina, dos de las economías más avanzadas de la zona, a abrir sus mercados al libre comercio.
La respuesta no se hizo esperar y la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner le respondió que los posibles acuerdos no deben ser como los enunciados con anterioridad que llevaron a la región a una crisis similar a la que padece hoy Europa. Al parecer la Merkel continúa mirando a América Latina como las viejas colonias de antaño.
Es cierto que CELAC enfrenta retos como las diferencias entre países con grandes economías como Brasil, México, Argentina y otros pequeños y vulnerables como las islas del Caribe.
También aparecen grandes contrastes entre países con alto nivel de desarrollo humano relativo y otros con menor adelanto como Haití, a lo que se une la disparidad en la inserción económica tanto externa como interna.
Esas divergencias constituyen desafíos inmediatos para la organización pero florece una concordancia en términos de visión del modelo económico y de inserción internacional hacia el interior de la región que los une.
Por eso se hace necesario desarrollar una agenda de cooperación económica para el desarrollo de programas económicos y sociales que ayuden a disminuir la pobreza, las asimetrías y favorezcan la inclusión social y la seguridad alimentaria.
El presidente cubano, Raúl Castro, en su discurso ante la II Cumbre señaló que cerca de 170 millones de latinoamericanos y caribeños viven en la pobreza, de ellos 75 millones de niños. “Estamos obligados a alcanzar progresos considerables en la educación como base del desarrollo económico y social. Nada de lo que nos proponemos, desde la disminución de la inequidad hasta la reducción de la brecha tecnológica y digital, sería posible sin ello”. La eliminación del analfabetismo, como meta primaria, es totalmente alcanzable”.
Agregó que “Con políticas adecuadas y cooperación regional, para proveer un mínimo de recursos a los más necesitados, podríamos dar un salto en pocos años. Debemos ser capaces de promover una arquitectura regional propia, adecuada a las particularidades y necesidades de la América Latina y el Caribe.
En sentido general, la CELAC agrupa a todos los países dentro de un concepto de unión de una América verdaderamente independiente, con posibilidad de desarrollarse e integrarse al mundo en condiciones de equilibrio e igualdad.
En esa misma línea de ideas, la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, significó que la creación de la CELAC “es el logro político más importante de los últimos tiempos en el que toda la diplomacia de los países de América Latina y el Caribe confluye en un solo mecanismo de diálogo, cooperación e integración, que le da a la región un sólido frente de interlocución ante otros bloques, países y zonas del mundo”.
A Cuba le corresponde en el presente año la enorme tarea de consolidar este proyecto integracionista con sus virtudes y desafíos pero siempre con la visión presente y futura de la Gran Patria latinoamericana.
Como puntualizó el presidente cubano, “Vamos construyendo, en la dura realidad, trabajosamente, el ideal de una América Latina y Caribeña diversa, pero unida en un espacio común de independencia política, de control soberano sobre nuestros enormes recursos naturales para avanzar hacia el desarrollo sostenible, la integración regional y el enriquecimiento de nuestra cultura”.
Y es que Latinoamérica, con el ejemplo y la resistencia cubana por más de 50 años y la fuerza que le imprimió el triunfo de la Revolución Bolivariana del presidente Hugo Chávez en 1999, dejó de ser el traspatio intocable de Estados Unidos.
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