“Desde que el mundo es mundo”, reza un viejo adagio, el espionaje forma parte de él. Lo que en algunos casos se llama chisme, normalmente es el resultado de una sugestión u orden:”anda a ver y me dices que pasa”.
Los reinos y estados con la angustia de la seguridad nacional fueron perfeccionando agentes para esta acción. Nada que ver con la espectacularidad cinematográfica del personaje preparado contra todo riesgo. La principal arma de un espía es la de parecer uno más en el campo contrario.
El oficio de espiar evolucionó junto con los avances de la ciencia y la tecnología. Al igual que la paranoia de sospechar de todos que ha ido invadiendo a los gobiernos poderosos. Justificaciones las hay variadas: la amenaza del comunismo, del terrorismo, de los nacionalismos y “los intereses de seguridad”.
El asunto no se trata únicamente de ojear a terceros gobiernos, como lo prueba el archiconocido caso de espionaje Watergate, que el 16 de junio cumplirá 40 años y que involucró al entonces Presidente Nixon en actos de espionaje contra el Partido Demócrata, acción que le costó la Presidencia de la República.
Ahora, la Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos ha introducido una demanda contra el gobierno de ese país por el programa de espionaje telefónico destapado recientemente en la prensa por Edward Snowden un ex agente de la CIA.
Pero no sólo la CIA espía. Snowden ha revelado que administra una compañía privada de espionaje y que como esa hay un buen número que reciben, por pagos, un alto porcentaje del presupuesto de inteligencia nacional. ¿Detectives privados? Es mucho más que eso. Se trata de una espeluznante red que ha expandido el espionaje norteño a cada país del mundo con el que tengan o no conflicto utilizando la más alta tecnología.
Todo el Internet es espiado: correos electrónicos, audio y video, fotografías, documentos, lo colgado en Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, PalTalk, AOL, Skype, You-tube, Apple, whatsapp, blackberry. Ninguna protección cibernética puede detener al jaqueo diario. Es una acción masiva, sin marco legal, un todo contra todos que impacta a cada país del orbe, vulnerando su soberanía y que quebranta la privacidad de las personas: Basta que alguien use una palabra considerada peligrosa para que de inmediato el equipo tecnológico de esa persona sea “espiado”. Sea estadounidense o no. Cada persona, usted y yo, en este momento es sospechosa de lo que quieran acusarnos y no hay derecho internacional que nos proteja.
Para completar este escenario, donde la privacidad es desplazada por la exposición pública inmediata, se anuncia que este año 2013 entrará en operaciones el mayor centro de espionaje del mundo, el proyecto de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de EEUU), al cual arribarán todas las comunicaciones satelitales, de cables subterráneos y marítimos, con la capacidad de desencriptar todo tipo de documentos reservados.
Es la guerra de los espías cibernéticos en la que las víctimas no son de sus filas. Las organizaciones gubernamentales internacionales como la ONU, CELAC, UNASUR, NOAL, Unión Africana y las de derechos humanos deben librar una batalla titánica para frenar esta invasión diaria que amenaza la seguridad de las naciones y los derechos a una vida digna y privada de cada persona de este Planeta Tierra.