No tengo exactamente una información densa sobre lo que ha sido y ha venido siendo la Organización de Estados Americanos (OEA) en América Latina. Tengo mis lagunas sobre su histórico perfil de cómplice activo de la política de Estados Unidos en América latina.
Si desconociera todo el desempeño de la OEA en la región y leyera ahora por primera vez, esa expresión que oportunamente calificó a la OEA como el ministerio de las colonias de Estados Unidos, esta frase sería suficiente para entender su papel.
Pero esta OEA, aun con este histórico perfil de cómplice activo de la política gringa en América Latina, debe a Chávez una ligera metamorfosis. Aunque Chávez sabía que no le servía a la América Latina para el proceso de integración y era (y es) un obstáculo para este proceso que debió impulsarse desde Unasur y el ALBA, bajo el liderazgo de Chávez; afortunada o lamentablemente, esta OEA todavía se deja sentir, precisamente gracias a un Chávez que seguramente tenía interés en cerrar definitivamente este ministerio de colonias de Estados Unidos.
No es que la OEA de hoy sea distinta a la OEA que en enero de 1962 con 14 votos a favor, 6 abstenciones y uno en contra, decidiera la exclusión de Cuba del sistema interamericano. La de hoy no es una antítesis de la de ayer. Es la misma OEA, pero hubo un Chávez que obligó a esta OEA a colocarse un disfraz y eso es lo que hemos visto.
Lo vimos en el caso de Honduras haciendo un esfuerzo por no verse como el ministerio de las colonias de Estados Unidos y lo vimos ahora discutiendo el secuestro de Evo Morales por órdenes de Estados Unidos. De no haber existido Chávez, esta OEA que tenemos, que no es diferente a la que existía antes, estaría haciendo el papel de ministerio de las colonias sin necesidad de una máscara. Pero hubo Chávez y un Evo que han enfrentado este parapeto y esta OEA, hace desde luego un esfuerzo por ser un pelito decorosa.