Snowden y América Latina develan la impotencia de Washington en un mundo cambiante

Uno de los legítimos héroes norteamericanos, el General de División, Smedley D. Butler, reveló en sus memorias el verdadero y aborrecible carácter de la política exterior de Washington. Butler dirigió innumerables operaciones militares en América Central y el Caribe como Comandante del Cuerpo de Infantería de Marina en la época de la “diplomacia de las cañoneras” durante la décadas de los 1900. Años después que jubilara, él se explayó con franqueza y remordimiento sobre su muy condecorado servicio militar en un libro titulado “Waris a Racket” (La Guerra es un Chanchullo). He aquí cómo Butler caracterizó sin pelos en la lengua su servicio al país en 1935, cinco años antes de su muerte: “Yo pasé 33 años y cuatro meses en servicio militar activo y durante ese período actué como un matón para los grandes negocios, para Wall Street y para los banqueros. En resumen, un mafioso, un pandillero para el capitalismo.”

Dos veces ganador de la Medalla al Mérito, Butler, en sus últimos tiempos fue un cáustico crítico de las pretensiones ideológicas oficiales del gobierno norteamericano, tales como eso del “Destino Manifiesto” que pretende iluminar al resto del mundo sobre los principios de los derechos humanos y el derecho internacional. Bajo la apariencia de mantener las relaciones y la política exterior, Butler sabía por su propia y sórdida experiencia que el comportamiento de Washington era ser el ala militarista del capitalismo norteamericano.

El general retirado describió su papel de la siguiente manera: “yo contribuí para hacer de México y especialmente Tampico un lugar seguro para los intereses petroleros norteamericanos el año 1914. Ayudé para hacer de Cuba y Haití lugares decentes para que los muchachos del National City Bank recolectaran sus ingresos. Participé en la violación de media docena de repúblicas centro-americanas para beneficio de Wall Street. Ayudé a “purificar” Nicaragua para la International BankingHouse de los Hermanos Brown entre 1902 y 1912. Llevé la luz a la República Dominicana a favor de los intereses azucareros norteamericanos en 1916. Ayudé para hacer de Honduras un lugar seguro para las compañías fruteras norteamericanas en 1903.”

Más de siete décadas después de la muerte de Butler, otro héroe norteamericano está hoy en día revelando la brutal naturaleza del gobierno norteamericano y sus relaciones exteriores. Edward Snowden, quien anteriormente trabajó como analista de inteligencia en la Agencia Nacional de Inteligencia, NSA (sigla en inglés). Él destapó el sistema global para la delincuencial recolección de informaciones para su gobierno.

El ex contratista de la CIA de 30 años de edad, ha revelado cómo Washington sistemáticamente ha violado las leyes y tratados internacionales contra docenas de países, ha violado la soberanía de los gobiernos, de las instituciones diplomáticasde las empresas privadas y de millones de ciudadanos dentro de Estados Unidos y alrededor del mundo. Y no solo esto, sino que Snowden, junto a periodistas como Glenn Greenwald del periódico inglés TheGuardian, ha revelado de manera incontestable cómo políticos y altos funcionarios del gobierno norteamericano, incluyendo al presidente Barack Obama, han deliberadamente mentido o engañado a su propio pueblo y al Congreso al ser interrogados sobre estas clandestinas actividades. Las actividades secretas que Snowden ha desenterrado a través de sus valientes denuncias representan graves violaciones de la Constitución de Estados Unidos y las consiguientes y mendaces “explicaciones” y “justificaciones” invocadas por Obama y por otros que representan aun con mayor gravedad este extenso y execrable acto criminal.

La sistemática vigilancia secreta fue iniciada durante el gobierno de George W. Bush luego del 11 de septiembre y ha sido expandida enormemente durante el gobierno de Obama. A raíz de las recientes revelaciones de Snowden, estos programas secretos han sido retrospectivamente justificados como medidas defensivas necesarias según la supuesta “Guerra contra el Terrorismo”. Desde queSnowden comenzó a hacer sus denuncias, una vez que abandonó Estados Unidos hacia Hong Kong los primeros días de junio, el gobierno norteamericano ha tratado de disimular las violaciones alegando que se trata de infracciones menores a la privacidad personal que son contrapesadas por las necesidades de la seguridad del país.

Pero lo que Snowden ha continuado denunciando liquida el mito de la supuesta Guerra contra el Terrorismo. Denuncias anteriores demostraron cómo Washington ha estado sistemáticamente espiando a Rusia y a China. Mientras que esto no es de ningún modo legalmente justificable, tales transgresiones eran de esperar y quizás hasta ser comprensibles dadas las persistentes enemistades producto de la Guerra Fría, pero en informes posteriores lo que trasciende es que Estados Unidos facultado por sus socios delincuenciales, la inteligencia británica, ha estado espiando a sus supuestos aliados, incluyendo a gobiernos y ciudadanos de la Europa Occidental. Según el último caudal de revelaciones, Washington ha estado supervisando una vigilancia general sobre todo el continente de América Latina, incluyendo a aquellos países considerados como aliados o estados amigos como ser Brasil, Colombia, México, Perú, Costa Rica, Panamá y El Salvador.

Pese a las fuertes protestas iniciales de parte del presidente Obama y de altos funcionarios, incluyendo al General Keith Alexander, jefe de la NSA y del Director de la NSA, James Clapper, en el sentido que la única razón de los programas de vigilancia era contra el terrorismo, ahora se ha hecho evidente que el verdadero propósito de la ofensiva del espionaje norteamericano está dirigida hacia los gobiernos soberanos a sus economías y a sus ciudadanos. ¿Desde cuándo los gobiernos y los ciudadanos de la Europa Occidental, incluyendo a países miembros de la OTAN tales como Francia y Alemania se han convertido en santuarios de las redes terroristas que conspiran para destruir a Estados Unidos?

Evidentemente, la justificación oficial británica y norteamericana para la vigilancia, es decir, la Guerra contra el Terrorismo, es una fachada para ocultar lo que de otra manera sería una recopilación delictual de informaciones para otros fines. Esto es resaltado por recientes revelaciones en el sentido que Washington ha estado pinchando los teléfonos y ciberpirateando a sus vecinos de América del Sur.

Durante la 45ª cumbre del bloque comercial latinoamericano, Mercosur, celebrada en Montevideo, Uruguay, los jefes de gobierno condenaron en bloque el espionaje y las escuchas telefónicas ilegales de Washington. El Presidente Evo Morales de Bolivia, relató a los delegados cómo sus comunicaciones privadas y aquellas de sus principales asistentes habían sido violadas por la inteligencia norteamericana. El Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Héctor Timerman, también declaró durante la cumbre cómo su gobierno también había sido agredido. Del mismo modo, Brasil, Chile, México, Paraguay y Perú. Hasta el gobierno derechista de Colombia que es un estrecho aliado de Washington y el tercer mayor receptor de asistencia militar norteamericana después de Israel y Egipto, ha sido espiado por Estados Unidos y están ahora furiosamente exigiendo una explicación de parte de Washington.

No resulta del todo sorprendente que Washington haya estado interfiriendo las comunicaciones en Venezuela, Ecuador y Nicaragua desde que estos países son agudos críticos del imperialismo yanqui. No obstante, aun considerando esta antipatía hacia Washington, no existen bases concretas justificables para el omnipresente espionaje norteamericano. Ninguno de los países de América del Sur tiene conexión alguna con albergar alguna amenaza terrorista hacia Estados Unidos. Es ahí donde la justificación oficial de Washington para su red de espionaje se cae estrepitosamente.

Lo que las revelaciones del espionaje norteamericano en América Latina demuestran de manera evidente es no solo toda la farsa del pretexto de la Guerra contra el Terrorismo, sino también la verdadera razón imperialista que subyace en esta actividad ilegal. Las últimas revelaciones de Snowden publicadas por el más grande diario brasileño, O Globo, indican que el principal propósito de Washington para espiar al continente era la recopilación de información confidencial de carácter industrial y comercial. Una de las principales preocupaciones de Washington es la captación de informaciones sobre la industria energética de América del Sur. Venezuela, México, Brasil y Ecuador no solo son grandes proveedores de petróleo a Estados Unidos sino que los planes de este último para fortalecer sus propias industrias gasíferas y petrolíferas nacionales. América del Sur también representa un gran competidor en el comercio energético.

La actitud y la política imperialista –inaceptable en un mundo de iguales y ante el derecho internacional—es nuevamente confirmada por la campaña de Washington de tratar de intimidar a los países de la región para que no ofrezcan asilo político a Edward Snowden. El filtrador norteamericano ha estado trancado en el Aeropuerto Internacional de Sheremétievo de Moscú desde que llegó ahí procedente de Hong Kong el 23 de junio pasado en ruta hacia Ecuador, debido a que el gobierno norteamericano le canceló su pasaporte. Ahora Snowden solicitó asilo temporal en Rusia desde donde él todavía considera buscar refugio en algún país latinoamericano como Bolivia, Venezuela o Nicaragua.

Pero Washington está acentuando su retórica para advertir a los países latinoamericanos de no recibir a Snowden. El avión presidencial de Evo Morales, Presidente de Bolivia, fue obligado a hacer un aterrizaje de emergencia en Austria durante el viaje de regreso a su país luego de asistir a una cumbre energética en Rusia cuyo anfitrión fue el Presidente Vladimir Putin. Durante la conferencia Morales expresó su apoyo a Snowden. Horas más tarde, Washington instruyó a los países europeos, Francia, España, Portugal e Italia, de retirarle el permiso de sobrevuelo al avión presidencial por la supuesta sospecha que Snowden se encontraría a bordo. El joven norteamericano no se encontraba a bordo. Pero a Morales y a su gabinete se les hizo esperar 13 horas en el aeropuerto de Viena antes de permitirle continuar viaje.

La violación de la soberanía de Bolivia –por mandato de Washington—fue debidamente denunciada por el gobierno boliviano como una “agresión” y un “acto de piratería”. Indudablemente se trató de un directo despliegue intimidatorio hacia Bolivia y otros países latinoamericanos para demostrar que Washington está preparado para tomar drásticas medidas para detener a Snowden y procesarlo por espionaje en Estados Unidos.

Desde entonces Washington ha continuado enviando comunicaciones amenazantes a todas las capitales latinoamericanas, incluyendo llamadas telefónicas personales de parte del Vicepresidente, JoeBiden a los jefes de estado. “No hay un país en el hemisferio cuyo gobierno no comprenda nuestra posición respecto a este punto,” declaró un alto funcionario del Departamento de Estado al New York Times. El funcionario agregó que si algún país latinoamericano le ofreciera asilo “eso pondría las relaciones en muy malas condiciones durante mucho tiempo.”

No obstante, los países latinoamericanos no han retrocedido, como lo habrían hecho en tiempos pasados. Los cuatro miembros de Mercosur –Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela—expresaron su solidaridad con Bolivia por la violación de sus derechos en Europa y anunciaron que estaban llamando a sus embajadores en Francia, Italia, Portugal y España.

“Hemos tomado ciertas medidas con el objeto de exigir explicaciones públicas y se disculpen los países europeos que agredieron a nuestro hermano Evo Morales”, señaló el presidente de Venezuela Nicolás Maduro.”

En su declaración, los países miembros del Mercosur, condenaron “el comportamiento inaceptable” de los países europeos que “atropellaron nuestra soberanía y dañaron las relaciones entre nuestros países.”

“La gravedad del incidente –lo cual demuestra una mentalidad neocolonialista—constituye un acto inamistoso y hostil que viola los derechos humanos y quebranta la libertad de paso como también el trato y la inmunidad propios de un jefe de estado.” Señaló la declaración conjunta.

El Presidente Morales también amenazó con cerrar la embajada norteamericana en La Paz, “en todo caso, no la necesitamos”, dijo. Ya Francia y España se han visto forzadas a ofrecer disculpas a Bolivia.

Queda por verse en las próximas semanas si Edward Snowden logra conseguir salvo conducto. Él ha señalado que tiene aun más revelaciones dañinas acerca de la mala praxis del gobierno norteamericano. A juzgar por la desesperación de Washington por detener al filtrador, pareciera que el gobierno norteamericano está anticipando revelaciones sumamente comprometedoras. De manera que desde ese punto de vista podemos suponer que la seguridad de Snowden está en grave peligro.

Mientras tanto podemos evaluar varias importantes percepciones históricas extraídas del caso Snowden realzadas por las últimas denuncias y tensiones en América Latina. Ante todo, la ilegal y global red de espionaje montada por Washington durante la última década puede considerarse que no tiene nada que ver con la lucha contra el terrorismo. En realidad, puede inferirse que la secreta criminalidad de Washington contra una multitud de estados neutrales y amigos es solo una risible farsa que no la cree ni siquiera el gobierno norteamericano. El verdadero propósito de las violaciones al derecho internacional y a la soberanía de otras naciones cometidas por Washington, es con el objeto de maximizar las ventajas políticas y económicas, en una palabra, el imperialismo. No es necesario señalar que semejante mal comportamiento es totalmente inaceptable y censurable. Este es claramente el caso cuando se trata de países de América Latina que nunca han planteado una amenaza a la seguridad de Estados Unidos.

De hecho, las amenazas que existen en este continente emanan –casi siempre—desde Washington hacia los países de la América Latina. La larga y torva historia de golpes de estado, escuadrones de la muerte, terrorismo de estado, bloqueos y guerras abiertas lideradas por Estados Unidos coinciden con las denuncias de Snowden en torno al espionaje masivo y la manipulación de Washington contra sus vecinos del sur. Cuando la fachada de la denominada Guerra contra el Terrorismo es derribada, lo que queda esencialmente es el “el imperialismo gangsteril” del cual hablaba el General de División, Smedley Butler hace casi un siglo. Siendo así, no ha habido muchos cambios en términos del carácter brutal de la política exterior de Estados Unidos al servicio del ala militar del capitalismo norteamericano.

Por otra parte, los tiempos han cambiado considerablemente. El poder político y económico de Estados Unidos ya no es el que una vez fue. El país está sufriendo un histórico colapso social que delata el estado agónico del capitalismo del siglo XXI. El público en general tanto en Norte como Sur América tiene mucha más consciencia sobre el derecho internacional y los derechos humanos, aunque el gobierno de Estados Unidos no tiene más consciencia del carácter transparentemente fraudulento de los políticos de Washington y de los medios en casi todo lo que ellos dicen. El inmenso apoyo a Snowden de parte del público como lo demuestran sondeos recientes, demuestra que las acusaciones oficiales en su contra han sido desechadas en el tribunal de la opinión pública popular. Además, hoy en día, los países de América Latina están también más unidos y confiados en reafirmar su independencia de Washington. Ya no son maleables ante los retorcidos deseos de las corporaciones y bancos del Washington como en épocas pasadas.

Sigue siendo completamente inaceptable que Washington y las viejas potencias colonialistas europeas de antaño puedan presumir de atropellar a otras naciones en su cacería de un agitador honorable de la verdad como Edward Snowden. Sin embargo, su evidente impotencia para llevar a cabo sus perversos objetivos indica que el mundo ha cambiado de manera significativa desde los “viejos tiempos” de la diplomacia de las cañoneras.

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Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona


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Finian Cunningham

Analista internacional


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