La Casa Blanca decidió hace ya aproximadamente un mes que Estados Unidos va a atacar a Siria. Posiblemente el plan esté absolutamente trazado desde hace largo tiempo, inclusive antes de que comenzara el conflicto provocado en ese país desde el exterior (con EEUU a la cabeza) aprovechando protestas populares contra el gobierno hace ya dos años y medio.
El ataque está decidido, y es probable que el detonante de esa decisión haya sido la convicción de que a estas alturas es imposible que los “rebeldes” (las tropas mercenarias promovidas, financiadas y armadas por una “coalición” de países encabezados por Estados Unidos) puedan lograr un triunfo militar sobre el gobierno sirio. Su derrota militar se hace evidente, mientras que algunas de esas facciones que son incontrolables –como Al Qaeda y otros grupos– son quienes obtienen la mayor ganancia y se constituyen en los más fuertes y mejor armados factores en ese mosaico de actores. Aparentemente ésta es la hora de utilizar otros medios para cumplir con el objetivo principal que desató y mantiene este conflicto: derrocar al gobierno sirio actual y colocar un gobierno “amigo” complaciente con los intereses geopolíticos de los Estados Unidos, Israel y algunas de las monarquías aliadas del área (variopintos intereses de los cuales algunos son comunes y otros particulares de cada uno de ellos).
Es muy posible que la inteligencia militar norteamericana haya analizado que el principal factor que determina su éxito es la fortaleza militar siria, y entonces haya elegido un bombardeo a sus infraestructuras (tal como realizaran exitosamente en Libia) para atacar esa fortaleza. Pero la situación es muy distinta que la de Libia. No ha sido posible, por el veto sistemático de Rusia y China, conseguir una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que permita que la OTAN se haga cargo nuevamente de hacerle la tarea sucia a Estados Unidos. A pesar de repetidos intentos, incluso del intento de soborno al gobierno ruso realizado recientemente por Arabia Saudita, ofreciendo realizar una multimillonaria compra de armas si no interpusieran su veto frente a una nueva propuesta de resolución que permitiera el bombardeo, no ha sido posible lograr el aval de la “comunidad internacional” –en este caso representada por el Consejo de Seguridad– para dar “legalidad” a un ataque aéreo desde el exterior.
Hace ya más de un año, Barak Obama habló del uso de armas químicas en Siria, y anunció al mundo que para su gobierno allí estaría la “línea roja” cuya transgresión desataría la intervención militar directa. El 21 de agosto de este 2013, una noticia originada en el canal de TV Al Arabiya, propiedad de la familia real saudita, habló de un ataque del gobierno sirio con gases (se hablaba de sarín) que habría dejado más de mil muertos, y presentó fotos y videos que ya analizáramos, elementos todos sospechosamente muy teatralizados y con toda la apariencia de “noticia fabricada”. Máxime aún cuando nadie (incluidas ONG de oposición al gobierno sirio) reconoció la validez de esta información, registrando meramente un ataque militar de las tropas oficiales a un bastión “rebelde” que habría dejado un centenar de muertos, cifra muy inferior a la que ya estaba siendo globalizada a través de las cadenas corporativas de medios de Occidente.
A partir de esa noticia, durante los últimos días las declaraciones de los voceros de los países centrales, fueron subiendo progresivamente de tono, aunque las primeras realizadas por Barak Obama fueron bastante confusas ya que en ellas explicó como un ataque a Siria por EEUU era un asunto complicado, muy costoso y enfrentado a la legislación internacional (aunque todo esto enunciado dentro del contexto de que la intervención militar sería poco menos que inevitable). Mientras tanto, otros como el presidente de Francia François Hollande, o quien encabezó la posición “dura” desde que la “noticia” del ataque se hizo pública, el primer ministro británico David Cameron, hablaron siempre de la intervención militar como única alternativa ante el “crimen” cometido por el gobierno de Bashar Al Assad.
Lo más curioso es que el día que surgió la famosa noticia de la masacre, estaba llegando a Siria una comisión de las Naciones Unidas para investigar en el terreno el posible uso de armas químicas, y determinar de quien era la responsabilidad en caso de comprobarlo. Mientras las declaraciones se iban endureciendo en su contra, esa comisión autorizada por el gobierno sirio estuvo haciendo un trabajo de campo en la zona donde supuestamente se realizó el ataque químico. No obstante, y a través no de funcionarios menores, sino del propio Obama y del Secretario de Estado John Kerry, los Estados Unidos fueron cerrando su posición, sobre todo a partir de dos elementos: primero, el reiterado anuncio público que EEUU no necesita en absoluto una resolución de la ONU para intervenir militarmente, y segundo que existían en su poder pruebas que demostraban fehacientemente la culpabilidad del gobierno sirio en una masacre que dejó (según palabras de Kerry) “1429 muertos, de los cuales 265 fueron niños”. Lo significativo es que las supuestas pruebas, proporcionadas por sus sistemas de inteligencia, están “clasificadas” y por razones de seguridad nacional no pueden hacerse públicas, así que la única garantía de que esas afirmaciones son verdaderas sería la depauperada credibilidad de Obama y Kerry.
Un hecho significativo se produce finalmente, el Parlamento Británico se reúne y prohíbe a Cameron participar en un ataque militar a Siria. En una sesión que parece haber sido lamentable, “Desembarazándose de la flema inglesa, David Cameron, primer ministro del Reino Unido, afirmó ante el parlamento británico que no dudaba de la responsabilidad del gobierno sirio en el uso de armas químicas y, seguidamente añadió, indubitablemente, que no estaba del todo seguro” (según la agencia de noticias Rebanadas de Realidad).
Inmediatamente (el 30 de agosto) el presidente de Rusia Vladimir Putin hace unas muy duras declaraciones, donde entre otras cosas afirma que “Decir que el Gobierno sirio ha empleado armas químicas cuando el Ejercito de Siria avanza … es una tontería inmunda", dijo además que si existen pruebas no pueden ser “clasificadas” y deben ser presentadas a la ONU, sino esas pruebas no existen, criticó las intervenciones militares realizadas por EEUU en Irak, Afganistán y Libia que han terminado en el más absoluto fracaso, e instó a Obama a pensar muy bien su decisión.
Finalmente, el 31 de agosto Barak Obama realizó unas declaraciones (que vimos en directo) que volvieron a dar un nuevo giro a la situación. En ellas volvió a dejar claro que la intervención militar de EEUU no necesita el informe de la comisión de la ONU (que ese mismo día estaba finalizando su trabajo de campo y que anunció que le llevará por lo menos una semana hacer públicas sus conclusiones), que el ataque ya estaba preparado, pero –y aquí está lo interesante– que la efectividad del ataque militar, una vez que está definido, va a ser la misma si se realiza en unos días, unas semanas o en un mes. Agregó que visto lo sucedido en el Parlamento inglés, y considerando que el sistema democrático estadounidense es parte de lo mejor que tienen, si bien él no necesita según la ley el permiso de su Congreso para ordenar un ataque, ha decidido consultar su decisión con éste, proporcionando a los senadores y representantes las pruebas “clasificadas” de las que disponen, para tener el aval tanto de la clase política como de la opinión pública antes de dar esa orden.
Idas y vueltas
En definitiva, la fecha del ataque militar parece postergarse, las cadenas de medios hablaron inmediatamente de un “afloje de la tensión”, pero sigue presentándose como inevitable. ¿Qué está sucediendo? Podemos considerar la hipótesis de que estas idas y venidas son producto de una cierta sensibilidad de la Casa Blanca ante las adversas reacciones a todo nivel frente al ataque anunciado. En lo interno las encuestas hablan de un 65 a 70% de la opinión pública que es absolutamente contraria a que EEUU comience otra guerra (en Francia la oposición pública está en el 60%). En lo internacional, la voz de Rusia oponiéndose sistemáticamente a cualquier tipo de intervención militar en Siria es un factor muy importante, sobre todo considerando (aunque como buen estadista no lo haya destacado en su última declaración) que Vladimir Putin ha puesto su propia “línea roja” en esa intervención militar. Entre otros, la UNASUR en pleno, reunida en estos últimos días ha realizado una declaración de apoyo a Siria e instado al presidente Obama a descartar el ataque militar.
Otro factor a tener en cuenta que puede explicar estas indecisiones de la Casa Blanca es el análisis estratégico de las consecuencias que podría tener internacionalizar abiertamente el conflicto armado en Siria. Escenarios como la extensión del conflicto a toda la región (involucrando hasta Israel e Irán), o una posible respuesta militar rusa, son algunas circunstancias probables (e impredecibles). Quizás quede en la Administración Obama alguna pizca de sentido común que esté postergando la orden de ataque. Algunos analistas han especulado que este pase a su Congreso para compartir la responsabilidad de la decisión puede significar una forma elegante (en caso que se le negara el ataque) para poder dar marcha atrás en lo que habría entendido como una demasiado apurada decisión de involucrar a su nación en esta nueva guerra y sus consecuencias.
Claro que también es probable lo contrario, que estas dilaciones sean parte de una planeada campaña de propaganda de guerra para consolidar la justificación de la intervención militar, táctica que los EEUU vienen usando desde hace mucho tiempo. La creación de “incidentes” y el papel de los medios de comunicación en esa creación, vienen siendo utilizados desde el siglo XIX cuando las cadenas editoriales de William Randolph Hearst inventaron un atentado contra un acorazado estadounidense fondeado en la Habana, dándole a Theodore Roosevelt la justificación para invadir Cuba, pasando por otros múltiples ejemplos, como el atentado del Golfo de Tonkín (que ya está probado que fue preparado) y que dio la razón a Lyndon Johnson para enviar tropas a Vietnam, o aún como el propio atentado a las Torres Gemelas, que hoy está siendo considerado como preparado por los propios sistemas de inteligencia de EEUU para conseguir el pretexto a la “guerra global contra el terrorismo”.
Y como el propio Obama ha declarado, otro factor importante es el alto costo económico de un ataque (ya algunos medios se han encargado de calcular las astronómicas cifras en dólares que representaría) que el estado norteamericano no está en las mejores condiciones económicas de afrontar.
Desde el punto de vista estrictamente militar, esta tampoco sería una campaña fácil. La intención más o menos declarada es realizar un ataque con misiles de crucero del tipo Tomahawk, disparados desde barcos o submarinos ubicados en el Mediterráneo. Estos misiles ya han sido utilizados con cierto éxito por EEUU en la guerra del Golfo, en la de los Balcanes o en Libia (donde cargaban uranio empobrecido), pero esta vez tendrán que enfrentarse al sistema antiaéreo S-300 de fabricación rusa que tiene el gobierno sirio, que está considerado como la estrella en materia de capacidad de intercepción a otros proyectiles, y que Rusia ha exportado a múltiples países como un producto que es garantía de defensa contra un ataque misilístico. Es muy probable entonces que la efectividad y “limpieza” de un ataque con cohetes desde lejana distancia planeado por el Pentágono, se vean muy obstaculizadas y disminuidas por este factor.
Conclusiones
No tenemos la bola de cristal, no podemos establecer si el ataque anunciado se llevará a cabo (desatando eventos imprevisibles) o si se diluirá su intención frente a una realidad que le es muy adversa. Sin embargo es posible considerar que la decisión de atacar a Siria fue motivada por la imposibilidad de lograr la caída del gobierno de Al Assad por otros medios y que todas estas alternativas, estas vueltas de tuerca, son producto del debilitamiento del poder de la superpotencia del Norte en un mundo que ya no maneja en forma unipolar y a su antojo, aunque lo pretenda.
Sólo podemos desde aquí tratar de establecer elementos que nos clarifiquen en alguna medida la situación, y por supuesto condenar cualquier agresión a una nación soberana por parte de los países centrales que todavía siguen considerándose los dueños del planeta.