Tal como habíamos vaticinado fue el presidente de Rusia Vladimir Putin quien evitó la hecatombe, al menos por ahora, con su irrebatible iniciativa diplomática (véase mi entrega anterior, La Jornada, 5 de septiembre).
Después de eso Obama no tenía modo presentable de negarse a suspender el ataque a Siria y a considerar la propuesta rusa de poner bajo control de la ONU, y más tarde destruir, las armas químicas del país árabe. Sumado a la suscripción por Damasco del tratado de prohibición de aquellas.
Cuando la cuenta regresiva a una conflagración catastrófica parecía imparable, la audaz jugada del jefe del Kremlin, con el inmediato apoyo sirio, la frenó en seco. No hay que ser un experto en temas militares para darse cuenta, al igual que una mayoría de estadunidenses, de que un ataque “limitado” de Estados Unidos a Siria inflamaría a la región y al mundo, muy lejos del paseíto de entrar y salir que pintó Obama en su discurso del martes pasado.
Con su jugada Putin también ha eliminado un socorrido pretexto para demonizar a Siria y ha logrado montar el conflicto en el carril diplomático, algo que ya parecía imposible. Aunque todavía es temprano para dar por hecha la posibilidad de alcanzar una solución política en ese país como viene proponiendo Moscú desde el principio, pues los halcones estadunidenses e israelíes harán todo por impedirlo.
Putin, es evidente, también ha salvado la presidencia de Obama, que ya muy deteriorada, habría caído al precipicio por las desastrosas consecuencias que acarrearía para Estados Unidos la descabellada empresa en que se estaba enredando. En contra, además, de la opinión mayoritaria de los estadunidenses y sus legisladores, únicamente apoyado por el bueno para nada de Hollande.
En resumen, mientras el mundo veía venir con impotencia el desenlace trágico al que en cuestión de días lo arrastraba alocadamente el democrático Nobel de la paz que despacha en la Casa Blanca, el “autoritario” jefe del Kremlin y su equipo demuestran otra vez su temple, sabiduría política, vocación por la paz y, en concreto, por una salida política y negociada a la guerra civil en Siria. No es poca cosa que en la reunión del G20 Putin lograra aglutinar contra la postura belicista y violatoria del derecho internacional de Obama a la mayoría de los asistentes, incluyendo a Alemania, por no hablar de los Brics, que representan casi la tercera parte de la población mundial.
Desde el comienzo de este conflicto, Rusia, junto a China, Irán, India, los países de la Alba, Argentina, Brasil y otros de América Latina así como varios africanos abogan una solución política con respeto pleno a la soberanía siria frente a los aires belicosos del trío Obama, Cameron, Hollande. Elos tres son responsables de un crimen de lesa humanidad por el que si hubiera justicia en este mundo serían juzgados en un tribunal internacional: empujar a Siria al baño de sangre, los inenarrables sufrimientos y la desolación que hoy padece su población, especialmente infantil.
No olvidemos que fue la actividad febril de los servicios especiales estadunidenses, británicos y franceses junto a los de Turquía y a los ríos de dinero, armas, mercenarios y grupos ligados a Al Quaeda introducidos en Siria por Arabia Saudita y Quatar lo que condujo a este horror.
Estados Unidos no ha podido presentar prueba alguna de que Damasco haya usado armas químicas. De modo que todas las lamentaciones de Obama en su nuevo sermón desde la Casa Blanca sobre los niños “gaseados” son puro cuento. En contraste decenas, o cientos de miles de infantes sirios, sufren desplazamiento de sus hogares, hambre y enfermedades por culpa de la guerra civil desencadenada por Washington y sus socios.
Lo que sí existen es muchas evidencias del uso de armas químicas por los eufemísticamente llamados “rebeldes”. Desde las denuncias anteriores de la jueza Carla del Ponte, la nota de la periodista de AP Dale Gaviak que reseño la confesión por irregulares armados de ser los autores del derrame de gas en el barrio de Guta, hasta un detallado análisis de ex oficiales de inteligencia de Estados Unidos. En carta a Obama ellos afirman: contrariamente a las afirmaciones de su administración, la información de inteligencia más confiable muestra que Bashar al- Assad no fue responsable del incidente químico que mató y lesionó a civiles el 21 de agosto del 2013(http://www.jornada.unam.