Letra desatada

Pinchada la Merkel

De Mata Hari para acá ha sido intenso el recorrido de los espías en el mundo. Se han rodado miles de películas y grabados miles de series y escrito miles de libros sobre espionaje. En la industria cinematográfica gringa, la más poderosa del planeta, hace décadas se construyeron los estereotipos de las policías secretas de los Estados.

En tiempos de Guerra Fría se escribieron cientos de historias donde los espías rusos llevaron la peor parte. El Comité para la Seguridad del Estado, mejor conocida como la KGB, la Agencia Nacional de Inteligencia (por sus siglas en inglés la Central Intelligence Agency, CIA) la Agencia de Seguridad Nacional (por sus siglas en inglés la National Security Agency, NSA), el Órgano de Seguridad del Estado cubano (más conocido como el G2) y Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales israelí (el tristemente célebre Mosad) son los preferidos de guionistas de cualquier formato audiovisual.

Con la aparición de Internet y el desarrollo de las tecnologías satelitales que facilitan el espionaje sin tener que intercambiar fluidos corporales, puesto en práctica por la famosa Mata Hari, ya no es necesario descubrir secretos de Estado metiéndose en la cama de generales alemanes, estrategia que puede hacer reír a los espías cibernéticos del “momento”.

Julian Assange y Edward Snowden, distintos en fenotipos y métodos de trabajo a los secretísimos agentes israelíes, han destruido los modelos de espionaje y contra espionaje a los que nos acostumbró la industria cultural mundial dominante. Emulando a héroes surgidos de las entrañas del monstruoso mundo occidental, estos dos personajes se han convertido en vengadores reales (no virtuales) sin llegar a invadir países ni derramar la sangre que ha corrido a borbotones gracias a las tropelías imperiales, apoyadas por sus más cercanos aliados.

Ya nadie está salvo. Mientras escribo hay millones de personas que están siendo espiadas y no precisamente por los agentes “siniestros” de la KGB construidos por la poderosa industria cinematográfica gringa, tan interesada siempre en que nunca olvidemos el holocausto judío.

La mismísima canciller Angela Merkel, llamó furiosa a Barack Obama ante la posibilidad de que su teléfono celular estuviera siendo “monitoreado”, léase pinchado, por los servicios de inteligencia de Estados Unidos. La Merkel debe estar pensando en contratar escribientes y comunicarse con sus amigos a través de medios menos “modernos”.

El espionaje gringo pues, siempre violando todos los códigos de ética incluyendo los nacidos en Ginebra, ha hecho extrañar a las palomas mensajeras, a los carteros o a los encuentros personales, esos que dan la seguridad de que el interlocutor no tiene atrás un procesador lleno de millones de bytes que harían “aburrir” de frigidez a la mismísima Mata Hari. Es la sorprendente impunidad imperial en acción, que a cada rato nos recuerda a Hitler. Sigamos.


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Mercedes Chacín


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