Es verdad, que la economía capitalista no marcha –y por eso sus grandes tropiezos y hasta derrumbes- sin anarquía. Así lo requiere toda doctrina pragmática. Saint-Simon se los dijo clarito mucho antes de nacer el imperialismo capitalista. Pero cuando a ello se le agrega la anarquía en la política, entonces, las contradicciones se hacen más aberrantes y más insoportables porque, al fin y al cabo, son los pueblos quienes pagan los platos rotos de las crisis. De éstas, lo más importante, es que generan condiciones para que los de abajo, los explotados y oprimidos y, especialmente, los proletarios, tengan a su favor condiciones objetivas para hacer su revolución, es decir, para arrancarle el poder político a la burguesía.
Estados Unidos, es la nación imperialista más importante y poderosa del planeta. Su Estado le dicta a muchísimos otros Estados sus maneras de comportamiento. Sigue teniendo un poder universal y no es cierto que se encuentre con los pies ya metidos en su sepultura y que basta con un simple empujón para que todo su cuerpo caiga en la fosa. Eso se logrará el día en que el proletariado estadounidense, revelado por cumplir su misión emancipadora, destrone a la oligarquía y se apodere de la Casa Blanca pero también de todo el aparato productivo y de todos los factores de dominación en la sociedad estadounidense. Claro, en auxilio de los capitalistas estadounidenses marcharán y dispararán sus armas los gobiernos de Inglaterra, Francia, Alemania, Rusia, China, Japón y otros epígonos pero, seguro, serán derrotados por los proletariados de esos países más los de todas las naciones que aprovecharán el momento para sacudirse del yugo capitalista. ¿Cuándo será eso?: no lo sé como creo no lo sabe nadie en este instante del tiempo. Mientras eso no suceda los partidos políticos (republicano y demócrata) se turnarán en el Gobierno de Estados Unidos siempre obediente a los dictámenes e intereses de los grandes monopolios imperialistas. Maldición de Malinche para nosotros.
El Tea Party es una secta de ultrareaccionarios, furibundos enemigos de la soberanía de otras naciones y por ende del socialismo, belicosos, amantes del terrorismo de Estado y del intervencionismo armado en los asuntos internos de otras naciones. Odian todo lo que no favorezca a sus intereses. Pues, muchos de esos ultrosos son militantes y dirigentes activos del partido republicano. Quieren una concentración del poder político en poquísimas manos pero totalmente al servicio de los más oscuros, cínicos y aberrantes intereses económicos del imperialismo estadounidense. Esos ultrosos, sin duda alguna, han leído y tomado algunos elementos de las ideas del anarquismo –especialmente del Estado- de Bakunin y de Proudhon para hacerse más de derecha sin ningún asomo de una partícula de izquierda. Y envueltos esos elementos o diluidos en una inyección de pragmatismo desean aplicarla, como sea, a la política de dominación imperialista para adquirir más dominio, más explotación, más opresión sobre el resto del planeta.
Esos republicanos teapartyanos son racistas, odian a Obama -por su color de piel- aunque éste les haya demostrado suma fidelidad al imperialismo. Están seguros que será el primero y último Presidente negro en la historia de Estados Unidos. Por ahora, están planteando algunos de ellos lo siguiente: que el Estado no intervenga en la vida de los ciudadanos estadounidenses ni con impuestos, que no regulen el uso de armas ni se metan en los sistemas invasivos de la salud pública. Otros de ellos, exigen la desaparición del Estado pero que Estados Unidos siga siendo una nación imperialista, que la raza blanca mantenga supremacía sobre las demás; que los derechos civiles que se conquistaron bajo la iluminación del liderazgo de don Martin Luther King –por ser un horror y una deshonra para la sociedad blanca estadounidense- desaparezcan del mapa social. Además, recomiendan que en cada mañana recuerden los blancos que se les agria el desayuno al saber que un negro vive en la Casa Blanca como Presidente de esa nación. Nazismo puro. En Estados Unidos tienen gran poder los hijos putativos de Hitler, sobrinos de Mussolini y ahijados de Franco.
El mundo va camino de sufrir grandes hecatombes. Al parecer eso será inevitable. La economía mundial avizora esa ruta. Y en ese destino el nazismo tiene preferencia como sistema político imperialista. Es como decir el último pataleo antes de ahogarse pero eso costará mucha sangre, muchas lágrimas, mucho sudor, muchos esfuerzos y muchos sacrificios a los explotados, a los oprimidos y a los marginados. Será la más grande brutalidad en la historia, el peor maltrato que padecerán los pueblos pero después de derrotados los imperialistas, la historia continuará una marcha definitiva hacia la construcción de un nuevo mundo que empezará con un socialismo avanzado y fortalecido por una ciencia y una tecnología altamente desarrolladas puestas a su disposición. El imperialismo, con su afán desmedido de querer hacerse dueño absoluto del planeta y sus alrededores, lo que hace es agravar las contradicciones interimperialistas y de los imperialistas con los pueblos que claman por su redención social y echarle más leña al fuego hacia una tercera Guerra Mundial intercontinental sin saber que eso sería la hora precisa para el inevitable triunfo de la revolución socialista a nivel internacional.