Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
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La política norteamericana hacia Siria podría ser descrita como una “comedia de equivocaciones” si las consecuencias en sufrimiento humano no fueran tan brutales. Luego de haber creado en gran escala un pantano de terrorismo e ilegalidad en Siria a través de operaciones encubiertas de insurgencia durante los últimos dos años y medio, el gobierno de Estados Unidos parece un malhadado Dr. Frankenstein que ha perdido el control sobre la bestia o tal vez debiéramos decir, las bestias.
Esta creación, producto del laboratorio norteamericano para el cambio de régimen, cuenta con muchas expresiones, desde los salvajes escuadrones de la muerte en el terreno hasta los decadentes grupos políticos acomodados en hoteles de cinco estrellas en el Golfo Pérsico.
Pero ninguna de estas creaciones pareciera obedecer a su supuesto amo. Evidentemente la situación está fuera de control y Estados Unidos aparece ante el mundo como un tipo loco e impotente.
Primero, hace poco, Estados Unidos repitió sus llamados a su fabricada oposición siria, la Coalición Nacional Siria, para que asista a las conversaciones de Ginebra II, pero la CNS ha rechazado de plano la exhortación.
Luego, la declaración conjunta de una mezcolanza de milicias mercenarias extranjeras dio otra voltereta y emitió un brusco repudio a la Coalición Nacional Siria y a cualquier otra agrupación política.
En un video publicado con la declaración en representación de unas 70 brigadas se dice que “Habiendo visto el fracaso de las agrupaciones políticas que pretenden representar a la oposición y a los grupos revolucionarios… nosotros, los dirigentes de las agrupaciones militares en las provincias del sur, retiramos nuestro reconocimiento a todo grupo que pretenda representarnos.”
Se trató de la segunda cachetada en el rostro de la denominada Coalición Nacional Siria adoradora de Occidente. El mes pasado, unas 13 organizaciones insurgentes en las provincias norteñas de Siria, también emitieron un comunicado rechazando a la coalición que no tiene ninguna legitimidad como representante político.
Resulta significativo que estas últimas organizaciones que rechazan a la CNS eran Al Nusra y el Ejército Libre Sirio, ambas afiliadas a Al Kaeda. Los gobiernos occidentales dicen apoyar a la FSA, dirigida por el General Salim Idriss, debido a sus supuestas credenciales de “moderado” y por no estar vinculado a las redes extremistas Takfiri tales como Al Nusra.
De manera torpe, según los propagandistas occidentales, la FSA pareciera no estar leyendo los memos y públicamente se ha alineado con “los extremistas”. En otras palabras, no existe una separación entre “moderados” y “extremistas” o dicho de otro modo, de “rebeldes buenos” y “rebeldes malos.”
La presunta distinción es vista ahora más que nunca como una mera ficción de propaganda que los gobiernos occidentales han fraguado con el propósito de darse una cobertura política y moral por fomentar una criminal guerra de agresión contra Siria –ocultándose tras la pretensión que ellos están apoyando a los buenos rebeldes amantes de la libertad y la democracia. De manera vergonzosa la gran prensa occidental, la denominada industria periodística, ha contribuido a planificar esta absurda fachada en vez de investigarla de manera rigurosa y consecuentemente destrozarla.
En la realidad, los gobiernos occidentales que han desatado una ola de terror en Siria desde el mes de marzo del 2011 bajo la pantalla de la Primavera Árabe con el objetivo geopolítico de provocar un cambio de régimen. Esa oleada de agresiones para desestabilizar el gobierno del Presidente Bashar al-Assad involucra a cientos de grupos mercenarios de variadas tendencias extremistas, la mayoría de los cuales proviene de múltiples países, tales como Libia, Túnez, Egipto, Arabia Saudita, Afganistán y Rusia, como también de países occidentales tales como Australia, Gran Bretaña, Francia y Canadá.
La ilusoria dicotomía occidental entre “moderados” y “extremistas” fue hecha pedazos durante las masacres llevadas a cabo en la Provincia Occidental de Latakia en Siria durante el mes de agosto pasado. Hasta Human Right Watch (Observatorio de Derechos Humanos) que normalmente es muy diligente con la agenda política pro-occidental, informó de cientos de atrocidades contra la población civil durante los ataques contra aldeas en Latakia. Estas atrocidades incluyeron el secuestro de más de 200 mujeres y niños cuyo paradero hasta ahora permanece desconocido. Existen informes confiables en el sentido que las víctimas pudieron haber sido brutalmente asesinadas con el objeto de fabricar el ataque con armas químicas en Ghouta del Este el 21 de agosto pasado. Durante la ofensiva contra Latakia el comandante del Ejército Sirio Libre, General Idriss fue filmado en el terreno proclamando el éxito de la campaña bajo su mando.
De tal modo, los proverbiales planes mejor elaborados se malograron, Estados Unidos y sus aliados han inundado Siria de terrorismo mientras alinea un gobierno en espera conformado por exiliados arribistas y políticos oportunistas. Se suponía que los títeres políticos se iban a instalar cuando el gobierno de Damasco hubiera sido separado de la población en general a través del terrorismo de los escuadrones de la muerte. Pero no resultó así.
El plan para el cambio de régimen liderado por Estados Unidos contenía fallas fatales por cuanto no reconocía el mandato legítimamente popular del gobierno de Assad, el profesionalismo del ejército sirio, la sólida alianza regional entre Siria, Rusia e Irán y en particular la resistencia de Rusia al oponerse a las maniobras políticas occidentales a través del Consejo de Seguridad de la ONU. Por otra parte, el eje conducido por Estados Unidos no contó con la inmensa oposición contra las maquinaciones imperialistas en el Medio Oriente de parte del público occidental hastiado de guerras.
A partir de este juego incompetente, Washington ha terminado en un desastre incoherente y profano del cual no puede liberarse. Sus mercenarios en el terreno están siendo derrotados y han empezado a luchar entre ellos en guerras territoriales intestinas. Al Nusra, el Estado Islámico de Irak y Shams y el Ejército Sirio Libre constituyen más bien una amenaza contra ellos mismos que para el ejército nacional sirio.
Mientras tanto, cualquier unidad forjada entre estos grupos estaría basada en el rotundo rechazo a la oposición política respaldada por Occidente.
Como se señaló anteriormente, la oposición política elaborada por Occidente optó por ponerse en contra de cualquier diálogo en Ginebra a pesar de las súplicas de parte del Secretario de Estado, John Kerry. Estos peones políticos están probablemente reaccionando con resentimiento producto de sentirse utilizados o como bien hemos dicho, como peones.
Los diálogos de Ginebra apuntaban hacia la formación de un nuevo gobierno de consenso in Siria y fueron originalmente incubadas en junio del 2012 pero han sido continuamente demoradas porque Estados Unidos y sus aliados para el cambio de régimen, Gran Bretaña y Francia, estaban persuadiendo a sus clientes en el exilio de que no participaran. Ahora Estados Unidos desea que estos peones participen, solo porque Washington calcula que se le han agotado las opciones en el campo militar.
Cuando Rusia el mes pasado le lanzó a Estados Unidos un salvavidas político en forma de un trato sobre el desmantelamiento del armamento químico sirio con el objeto de ayudar a Washington evitar su desastrosa vía bélica, parte del trato contemplaba la rápida convocatoria para las conversaciones en Ginebra, programadas para noviembre en la capital suiza.
Hace un año, Washington y sus aliados estaban agresivamente por forzar el cambio de régimen en Siria a través de fomentar una guerra sucia por medio de un conjunto de agrupaciones mercenarias por encargo. No importaba que estos encargados estuviesen vinculados a la franquicia de Al Kaeda y que figuren en la lista oficial de terroristas de Estados Unidos. La agenda militar encubierta resultó un abyecto fracaso con el punto clave de inflexión unos cuatro meses atrás cuando la derrota de los militantes extranjeros en el pueblo de Qusay en la región central. Con la agenda de operaciones militares encubiertas perdiendo impulso, el ataque bajo bandera falsa con armamento químico en Ghouta Oriental fue el gambito de última oportunidad para Washington de lanzar una guerra abierta contra Siria y forzar así el plan para un cambio de régimen.
No obstante, Washington y sus aliados no previeron la formidable oposición dentro de sus propias poblaciones contra cualquier aventurerismo militar semejante. El eje occidental tampoco previó la vigorosa resistencia internacional a cualquier salida militar. La advertencia del Presidente ruso, Vladimir Putin contra la agresión norteamericana tuvo eco en mucha gente común alrededor del mundo, incluyendo al público norteamericano y europeo.
Habiendo sido arrinconado, a Washington se la ofreció por parte de Rusia una salida política cuando el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguey Lavrov estructuró el acuerdo para el desmantelamiento del armamento químico con John Kerry en Ginebra el 14 de septiembre del 2013.
Ese acuerdo puso de vuelta al escenario central el proceso político. Lavrov urgió a Estados Unidos esa semana ejercer“cualquier influencia que tenga” para presionar a la variopinta oposición y así tener éxito en las conversaciones de Ginebra.
El alto diplomático ruso declaró que “el principal obstáculo en el camino sigue siendo la incapacidad de nuestros socios (Estados Unidos) para hacer que la oposición siria, que ellos apoyan, vaya a Ginebra y se siente a la mesa de negociaciones con el gobierno.”
Lavrov es un gran diplomático que no emplea un lenguaje descortés. Pero la esencia de lo que dijo es la siguiente: “Washington ha hecho un desastre en Siria y carece del poder para repararlo.
Ciertamente de manera correcta, un mundo que percibe a Washington financieramente en bancarrota, también claramente lo percibe como una fuerza política quebrada. Bancarrota en casa y en el exterior, Siria remarca el hecho ineludible que Washington es un factor geopolítico acabado.
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