Esta semana pensaba escribir exclusivamente de las elecciones del próximo domingo en Honduras y de las perspectivas políticas que se abren en el país centroamericano. Sin embargo, no me puedo resistir a la tentación de dar alguna opinión sobre el primer acto del circo electoral de Chile que se llevó a cabo el pasado domingo 17 de noviembre.
Vistos los resultados y las acciones llevadas a cabo por los comandos electorales de las dos señoras que pasaron a segunda vuelta e incluso las de alguno de los perdedores, la frase más socorrida fue “Ganó la democracia”. Vale referirse a este concepto para saber si estamos hablando de lo mismo. Según la definición tradicional, “democracia” es el gobierno del pueblo. Esta idea surgida en la antigua Grecia entre los siglos VI y V antes de Cristo ha ido evolucionando hasta su implantación como paradigma en los modernos Estados–Nación. Entre las grandes tradiciones que surgieron en esta etapa, terminó imponiéndose la liberal. Evidentemente en Occidente y en casi toda América Latina se estableció un modelo que entiende la democracia como “desarrollo”, éste introdujo una crítica al individualismo fincado en la propiedad.
Sin embargo, las distorsiones comienzan cuando se niega lo que J.S. Mill estableció al afirmar que “el individuo debía desarrollar sus potencialidades humanas, mediante la participación política”. De esa manera rescata los ideales que la visión utilitarista del hombre había eliminado.
Posteriormente, ya en el siglo pasado, surge el modelo de democracia como “equilibrio”. Con él se sustenta el patrón de dominio capitalista que la concibe –según Schumpeter– como “un método de elección de autoridades más que como un fin: un procedimiento para legitimar autoridades mediante la competencia entre élites, en un mercado político donde se dirimen sus conflictos en forma pacífica y con un electorado preferentemente pasivo”.
En el caso chileno –tal vez más que en cualquier otro de América Latina– concurren los elementos presentados por estos teóricos de tanta relevancia. Veamos, por una parte no es válido hablar de democracia cuando no está presente el principio de participación. En Chile eso es patente. La Constitución de Pinochet sigue reinando. La competencia entre “élites” no basta para hablar de democracia. En Chile ni siquiera vale la mayoría. Un candidato a diputado que obtuvo una votación menor a otros puede asumir tal condición por encima del que lo superó en apoyo popular. Si hablamos de cifras, cuando se hace alusión al “circo” no debe relacionarse con cosas baladíes o de menor cuantía. El presidente Piñera en su primera comparecencia posterior al acto electoral intentó engañar abiertamente a la opinión pública diciendo que Chile poseía un universo electoral de 12 millones de votos y que la votación iba a alcanzar alrededor de 6.6 millones de electores efectivos. De un plumazo borró a más de un millón y medio de electores, llevado la abstención a “sólo” 45%, según sus palabras. Lo cierto es que de un padrón electoral de 13. 573. 134 ciudadanos, ejercieron su derecho a voto 6.691.840, es decir el 49,3% de los inscritos. De ellos, la hija del General Bachelet, asesinado por la dictadura en la Academia de Guerra Aérea sacó 3.070.012 votos equivalentes al 22,61% de los potenciales electores. Su principal contrincante, la hija del general Matthei, comandante en jefe de la Aviación y miembro de la Junta de Gobierno de Pinochet, Director de la Academia de Guerra Aérea cuando fue asesinado el general Bachelet, sacó 1.645.840 votos que significan el 12,12% del padrón. Estas son las “mayorías” que irán a segunda vuelta. Se equivocó el candidato derrotado Marco Enríquez–Ominami cuando dijo que los resultados eran legítimos. No lo son, es verdad que gozan de legalidad amparados en la fuerza de la Constitución pinochetista, pero no son legítimos. Aunque legalidad y legitimidad parece lo mismo, en política la última es, precisamente, la capacidad del sistema para hacer creer que los valores que la sustentan son legales y de esa manera construir el entramado jurídico que soporta la dominación. Es interesante conocer los aportes de Max Weber al respecto. Así, el poder del Estado es más sólido cuando mayor es la subordinación voluntaria al mismo, a sus “principios ético–jurídicos y a los preceptos jurídicos positivos legitimados por aquellos”. De esta manera, uno de los candidatos de la oposición es quien aparece legitimando los resultados.
Entonces, ¿cómo se configura el circo? Veamos. Un presidente falseando públicamente los datos para reducir el porcentaje de participación e invisibilizar a los que no aceptan el sistema, dos hijas de generales, uno asesinado y uno participante de una junta de gobierno asesina, festejando el paso a la segunda vuelta porque obtuvieron una “mayoría” de 22,61 y 12,12% en la primera y, finalmente la guinda del pastel, un Partido Comunista celebrando haber ganado tres diputados más (objetivo revolucionario táctico en el camino de la toma del poder según la terminología de este grupo) a costa de su alianza con los promotores del golpe de Estado que asesinó y desapareció a decenas de sus militantes.
Ahora, cosas de esta democracia tan particular… se producirá la paradoja de que los gobiernos de Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia que no tienen ningún comunista en sus gabinetes seguirán siendo perseguidos y acosados por las huestes imperiales, mientras que en Chile donde surgirá un gobierno que muy posiblemente tenga ministros comunistas no será tocado ni con el pétalo de una rosa. Claro, ahora los comunistas incorporados a la “Nueva Mayoría” de 22,61% de los chilenos defenderán junto a sus aliados el modelo neoliberal de democracia restringida.
En ese contexto, vale la pena escuchar a los líderes sociales que llamaron a la abstención. Si nos atenemos a las cifras y sin querer decir que todos los que lo hicieron acudieron a su convocatoria, habrá que aceptar –en términos de verdadera democracia– que han sido los grandes ganadores de este proceso. Ellos si son la nueva mayoría.
La ex vocera de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), Eloísa González dio su opinión para argumentar acerca de las razones que llevaron a los movimientos sociales a rechazar su participación en el proceso eleccionario. Dijo que “…la abstención es un fenómeno que refleja la situación en la que estamos actualmente. No va a generar cambios, pero como acto político o como fenómeno que expresa este malestar y esta realidad, también expresa desafíos que tenemos que tomar en cuenta. El conjunto de la población no siente que sus demandas y problemas vayan a ser resueltos por la vía institucional y, ante eso, es necesario encontrar distintas alternativas y caminos que desemboquen en la construcción de una solución más inmediata”. La joven de 19 años no había nacido cuando terminó la dictadura de Pinochet, su opinión es expresión de una generación que se ha formado bajo el paraguas protector que los gobiernos de la Concertación por la Democracia y Piñera han construido para salvaguardar el legado pinochetista.
Por su parte un creciente número de ciudadanos han optado por organizarse en torno a la convocatoria de una Asamblea Constituyente como propuesta de futuro. Ensayaron marcar su voto con las letras AC en el extremo derecho de la papeleta a fin de señalar su opinión a través de ese acto de rebeldía electoral. Según las cifras que manejan un 8% de los electores marcaron su voto lo que según la ley no es causa de anulación del mismo. Sin embargo, el caudal obtenido ha sido considerado un paso adelante por sus promotores. Javiera Parada, vocera del Movimiento “Marca tu Voto” ha señalado que su éxito se debe a que “… por fin este país está debatiendo sobre la herencia más grande de la dictadura de Pinochet”: “desde el año 88 que Chile no vivía una coyuntura de una importancia política como la que hoy tenemos”.
Sería interesante que en segunda vuelta, aquellos que no votaron por los candidatos del sistema, los que se abstuvieron y los que proponen la Asamblea Constituyente unificaran su opción y apostaran por anular el voto, o por hacerlo en blanco. El sistema se vería obligado a contabilizar a esa mayoría silenciosa marginada por el poder. Pasarían de ser una mayoría pasiva a una activa en términos electorales. Bachelet no podría soslayarlo.
Hemos dejado a Honduras para la próxima semana. No tengo dudas que Xiomara Castro ganará en las urnas, hace falta saber si podrá hacerlo en el conteo de votos…son cosas de la democracia representativa.