Bolivia, en su larga vida de más de 200 años desde la fundación de la República, nunca antes había disfrutado como en estos últimos tiempos, de tan alta bonanza económica y social en beneficio de la gran mayoría de su pueblo.
La llegada al poder en 2006 del presidente Evo Morales ha significado un cambio radical del sistema neoliberal y capitalista que existía anteriormente, en el cual la pobreza y la discriminación racial afectaban a las grandes mayorías, mientras una pequeñísima oligarquía disfrutaba de las riquezas nacionales.
En estos siete años se realizaron en esa nación, una de las más atrasadas y pobres de América Latina, profundas transformaciones que permitieron salir de la miseria y la ignorancia a un gran por ciento de su población.
Para abrir los ojos de la mente y del corazón, como suelen decir los poetas, ese estado plurinacional implementó, con ayuda de Cuba y Venezuela, un programa educacional masivo que coronó en 2010 al declarar la UNESCO al país Libre de Analfabetismo. Con los pies puestos en la tierra, se comprendió que para impulsar los planes económicos, se debe desarrollar el capital humano.
Al aplicarse un sinnúmero de medidas a favor del pueblo, Bolivia que en 2005 padecía una pobreza extrema del 68,2 %, la bajó a 22 % en 2012, según el Programa de naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El presidente Morales, en una reciente conferencia de prensa realizada en la ciudad boliviana de Sucre, informó que el crecimiento económico del país marcará un récord histórico este año al cerrar en 6,5% y la inversión pública superará en el 2014 los 6 000 millones de dólares.
Pese a que los medios de comunicación occidentales (siempre a favor del neoliberalismo y en contra del desarrollo social de los pueblos) han enfatizado que la bonanza de esa nación se debe solo al aumento en el precio de las materias primas, Morales la atribuyó esencialmente al esfuerzo del pueblo, al aporte del sector productivo y a la política de nacionalización que se implementó desde 2006, que busca recuperar los recursos naturales y las empresas estratégicas para los bolivianos.
Las cifras son elocuentes y sumamente halagüeñas para el estado multinacional pues el Producto Interior Bruto (PIB) alcanza en estos momentos los 26 000 millones de dólares, casi el triple de los 9 500 millones de 2005, un año antes de la llegada de Morales al poder.
Según la tabla que anualmente divulga el Fondo Monetario Internacional (FMI) ese adelanto ha posibilitado que del número 117 en el listado del PIB, ahora Bolivia se sitúe en entre los 76 y 80, aproximadamente.
En su exposición, el presidente comparó el nivel del crecimiento económico actual con el que se registró en tiempos neoliberales cuando el promedio era 3 % y recordó que entonces maestros y médicos marchaban en demanda de un incremento salarial que les permitiera recuperar el poder adquisitivo, pero ahora, dijo, el aumento salarial para los trabajadores siempre se encuentra por encima de la inflación.
Uno de los puntos que sobresalen es la generación de fuentes de trabajo constante. Si en 2011 se asignaron 3 000 millones de dólares en inversión pública para construir carreteras, instalación de tuberías de agua potable, alcantarillados, escuelas, centros de salud, hospitales, pequeñas industrias, viviendas, telecomunicaciones, lo que generó 250 000 nuevos empleos, para 2014 ese monto superará los 6 000 millones de dólares.
Esa proliferación de actividades económica-sociales, entre las que también aparecen nuevas fábricas de papel, cartón, pintura, sal, almendra y derivados, ha permitido que el estado multinacional aparezca con una de las tasas de desempleo más bajas de Latinoamérica, de solo 5,5 %.
Por tanto, la comparación de un antes y un después resulta absolutamente necesaria: si en 2005 la inversión pública era de 600 millones de dólares, en 2014 será de 6 000, mientras las Reservas Internacionales Netas alcanzaron 13 200 millones de dólares, las que antes de 2006 no superaban los 3 000 millones de dólares.
A todas estas satisfactorias noticias económico-sociales, se unen varios programas estatales como el pago de rentas vitalicias de entre 1 800 y 2 400 pesos a la población mayor de 60 años, y rentas de 1 820 pesos a mujeres en estado de gravidez y madres puerperal hasta que sus hijos cumplan dos años, lo cual ayuda a combatir los índices de morbilidad infantil y de féminas gestantes.
Además, desde hace varios años, el Estado abona 200 pesos anuales a 1,7 millones de estudiantes entre el primero y octavo grado para revertir los índices de deserción escolar en el país, donde antes de 2006 el analfabetismo afectaba a 30 de cada 100 habitantes.
Fundamental para alcanzar esos logros, ha sido la política llevada a cabo de recuperación de las riquezas nacionales (productivas, mineras y de servicios) que antes eran explotadas por compañías privadas y cuyas ganancias se extraían del país.
Gobiernos neoliberales como los de Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-1997 y 2002-2004) abrieron las puertas del país al capital foráneo con enorme perjuicio para la población.
Durante la actuación de Evo Morales se han rescatado para beneficio de la nación, importantes sectores y recursos naturales como son el petróleo, gas, madera, oro, aviación, telecomunicaciones, electricidad, telefonía, transporte público.
Las nacionalizaciones, y rescisiones de contratos de concesión desde 2006, han detenido la fuga de capitales, impulsaron el crecimiento económico estable y el aumento de los servicios públicos y han sido determinantes para que en estos momentos, el primer presidente indígena de Bolivia cuente con el 60 % de aprobación nacional, el mayor de la historia registrado en esa nación andina.