La esperada decisión de la dictadura impuesta por el general Al Sisi en la República Arba de Egipto de ilegalizar total y definitivamente a la Hermandad Musulmana y declararla como “organización terrorista” confirma que las elites militares, políticas y económicas que usurpan el gobierno de ese país, están decididas a llevar hasta sus últimas consecuencias su decisión de mantenerse en el poder y restaurar la “dictadura perfecta” que Hosni Mubarak mantuvo hasta el año 2011 hasta su derrocamiento por un movimiento civil de masas que abrió la esperanza de la refundación del milenario Egipto, a partir de la voluntad soberana, democráticamente expresa de su pueblo.
Luego de interrumpir el proceso institucional que con muchas dificultades venía desarrollando en su primer año de gobierno el presidente democráticamente electo Mohammed Nursi, en el que se convocó y eligió una Asamblea Nacional Constituyente plural y se redactó una nueva Constitución que fue aprobada por la mayoría de los votantes, el gobierno del dictador Al Sisi, alrededor del cual se han reunificado las diversos sectores de apoyo a la larga y represiva dictadura mukabarista, ha concentrado su acción política en la criminal represión de la dirigencia y las organizaciones sociales vinculadas con los Hermano Musulmanes y otras organizaciones islamista y laicas aliadas, con el propósito deliberado de destruir el único movimiento social y político en capacidad de movilizar a amplias masas de egipcios para impedir la consolidación de una dictadura que sirve a los intereses de los Estados Unidos de América, la Unión Europea y, especialmente, el ente israelí, en su pretensión restablecer el pleno dominio geopolítico sobre el norte del Africa y el Medio Oriente y sus estrategias fuentes de energía que soportan la maltrechas economías de los países del centro capitalista mundial, hoy en profunda crisis sistémica.
La estrategia de represión generalizada a los sectores que reclamaban el restablecimiento de la democracia y la Constitución redactada por los representantes electos del pueblo y aprobada en un referendo democrático, evidencia que lo que está en juego en Egipto hoy no es el regreso a la presidencia del presidente Mohammed Mursi y la Hermandad Musulmana, sino la posibilidad que las viejas elites mukabaristas, apartadas del Poder por la acción de masas islamistas y laicas en la mediáticamente denominada “Primavera Arabe”, puedan imponerle a los egipcios una Constitución dirigida a legitimar y blindar la actual dictadura del general Al Sisi e institucionalizar el viejo esquema corporativo de la cofradía militar mukabarista, aliado a la vieja burocracia del gobierno y el partido que sostuvo durante 30 años un gobierno financiado y protegido por los Estados Unidos de América y sus aliados de la Unión Europea y del ente israelí.
Las acusaciones contra la Hermandad Musulmana, acerca de su condición de “organización terroristas”, además de infundadas en éste momento político de Egipto, son ridículas por provenir de un gobierno dictatorial que destituyó a un presidente democráticamente electo, disolvió el Parlamento de los representantes plurales del pueblo egipcio, derogó “de un plumazo”, la primera Constitución democráticamente redactada y aprobada en la milenaria historia de Egipto, ha asesinado a más de 1.600 manifestantes no armados y detenido sin causa ni motivos reales a toda la dirección de los Hermanos Musulmanes y parte de sus aliados islamistas y laicos, quienes ha demostrado, con sus llamados a la resistencia pacífica de masas y su contención ante los crímenes contra sus partidarios desarmadas en El Cairo, Alejandría, Ciudad Nasser, Port Said y otras importantes ciudades egipcias, denunciando además todas las acciones violentas por parte de organizaciones islamistas que sostienen la lucha armada, desde hace muchos años, contra la dictadura De Hosni Mubarak y los israelíes en la península del Sinaí.
Contrario a las desinformantes versiones de las corporaciones mediáticas que responden a los intereses del imperialismo y los viejos imperios europeos que pretende demonizar a la Hermandad Musulmana y colocar en el centro del conflicto las acciones armadas de un sector radical islamista, la contradicción principal hoy en Egipto se ubica entre la mayoría del pueblo de Egipto, encabezada por la Hermandad Musulmana y la coalición de grupos islamistas y laicos, que luchan por el restablecimiento de la Democracia y el Derecho a la Soberanía Popular y, las viejas elites militares, políticas y económicas del viejo régimen mukabarista, apoyados por el gobierno de los Estados Unidos, de los países de la OTAN y del ente israelí, quienes pretenden la continuidad de la “dictadura perfecta” de Mubarak, por lo que, más allá de la reservas fundadas que se puedan tener sobre el proyecto del islamismo político, los demócratas consecuentes y coherentes deben cerrar filas al lado de las luchas democráticas del pueblo egipcio en contra de la sangrienta dictadura del general Al Sisi; única garantía de la evolución pacífica del país y de la construcción de un Egipto republicano, democrático, soberano, independiente y de Progreso Social, que sierva a la causa de la unidad árabe y a la lucha contra el imperialismo y el sionismo internacional y por una Palestina independiente.