Panamá: a 50 años de la lucha heroica de los mártires del 9 de enero

La historia de Panamá está atada directamente a la historia del Canal. Ya en 1864, en el Tratado Mallarino-Bidlack que Colombia firmó con Estados Unidos, este país se atribuyó la potestad de intervenir militarmente en la región. Así mismo, el instrumento le otorgaba a la potencia del norte la autorización para construir un ferrocarril transístmico con el objetivo de contrarrestar la presencia británica en América Central, permitiendo a su vez acortar las distancias entre sus costas de los océanos Atlántico y Pacífico.

El 10 de enero de 1870, el secretario de Marina de Estados Unidos le dirigió una carta al Capitán de Fragata Thomas O. Selfridge en la que le informaba que quedaba a cargo de una expedición que debería “… hacer una inspección en el istmo de Darién a fin de determinar el lugar más conveniente para abrir un canal desde el océano Atlántico hasta el Pacífico…”. El Secretario caracterizaba tal encomienda como “…una misión relacionada con la mayor empresa de nuestra época”.

En 1880 se iniciaron las obras de construcción del canal a cargo de una empresa francesa, la Compañía Universal del Canal de Panamá, que dirigía Ferdinand de Lesseps, el mismo que había dirigido la edificación del Canal de Suez concluido en 1869. El nuevo proyecto no llegó a buen término, las labores se paralizaron en 1882 para ser retomadas un año después en medio de múltiples problemas generados por la imposibilidad de resolver de manera inmediata los retos de ingeniería que encaraba una obra tan compleja, así como por la gran cantidad de trabajadores que contraían fiebre amarilla o malaria, enfermedades que no tenían tratamiento conocido en la época. En 1889 la construcción el canal interoceánico fue suspendida definitivamente.

En 1902, Estados Unidos compró los derechos para construir el canal y al año siguiente firmó con Colombia un nuevo Tratado, el Hay-Herrán que establecía las bases del acuerdo para la construcción y administración del mismo. La novedad es que obtuvo en arriendo perpetuo la concesión de una franja de 9,5 kilómetros que cubría ambos lados del canal a través de todo el istmo entre los dos océanos. Sin embargo, el Senado de Colombia rechazó tal Tratado por ser lesivo a los intereses nacionales y a la soberanía del país. Esta decisión detonó las ambiciones secesionistas de ciertos sectores de la oligarquía terrateniente panameña que manifestó su descontento por el rechazo al acuerdo Hay-Herrán.

Desde 1901, en Estados Unidos gobernaba Teodoro Roosevelt, caracterizado por la aplicación de una férrea política intervencionista y una clara vocación imperialista. Roosevelt no dudó en girar instrucciones para estimular la secesión panameña de Colombia en alianza con fracciones de la élite panameña que se identificaban con la política estadounidense. Así, con la presencia del navío de guerra Nashville de la armada de Estados Unidos en el puerto de Colón en el Caribe panameño, la rebelión separatista se consumó el 3 de noviembre con la Independencia de Panamá. Tan sólo 15 días después, en Washington se firmó un nuevo Tratado en el que Panamá estuvo representado por el lobbyista francés Philippe Bunau-Varilla quien secretamente había negociado con Estados Unidos su intervención en la rebelión secesionista. El Tratado Hay-Bunau Varilla cedió a perpetuidad a Estados Unidos el uso de una franja de territorio de 16 kilómetros de ancho a ambos lados del canal y en toda su extensión. A cambio Panamá, obtendría 10 millones de dólares y un pago mensual de 250 mil dólares.

Algunos años después Roosevelt declaró abiertamente “Tomé Panamá y dejé que el congreso discutiera”. En 1921, Colombia aceptó una indemnización de Estados Unidos por 25 millones de dólares por la usurpación de su territorio. En 1904 el Tratado Hay-Bunau Varilla fue ratificado por los parlamentos de ambos países. Desde ese momento se inició la larga lucha del pueblo panameño por la recuperación de su territorio ocupado a la fuerza por una potencia extranjera.

Ya en 1947 se produjeron grandes manifestaciones de rechazo ante la intención de ampliar la presencia de bases militares estadounidenses a territorios fuera de la Zona del Canal, pero fue en la década de los años 50, sobre todo a partir de las acciones de los jóvenes y los estudiantes cuando el pueblo panameño comenzó a expresar mucho más abiertamente el repudio a la usurpación de su soberanía. En todas ellas, la bandera panameña fue un símbolo de la lucha por la recuperación de la soberanía.

Al finalizar la segunda guerra mundial, el paso interoceánico comenzó a jugar un papel subsidiario en la importancia estratégica de la Zona del Canal. La instalación en ese lugar de la sede central del Comando Sur, autoridad militar superior de Estados Unidos para la ejecución de su política militar en el hemisferio occidental, aunada a la creación de la OEA y la firma del TIAR, configuró una red de dominación y de consolidación hegemónica de Estados Unidos en la región. Las bases militares navales y aéreas estadounidenses llegaron a ser 21 según informó en 1967 la Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos (SPIA) quien denunció que en realidad dicho componente militar (que incluía la tristemente célebre Escuela de las Américas) sobrepasaba el lindero de la zona y se adentraba en el territorio de la República de Panamá.

Desde este punto de vista, la lucha de los panameños por el rescate de la soberanía sobre la totalidad de su territorio incorporaba también un componente internacionalista y solidario para con toda la región afectada por las constantes intervenciones militares emanadas de la Zona y por la represión que los oficiales latinoamericanos ejercían en sus propios países tras adquirir de las fuerzas armadas de Estados Unidos los conocimientos sobre la tenebrosa Doctrina de Seguridad Nacional que consideraba a los pueblos como el enemigo a derrotar.

En 1963, se acordó que la bandera panameña fuera izada junto a la de Estados Unidos en los edificios civiles de la Zona, lo cual se pondría en práctica a partir del 1° de enero de 1964, sin embargo tal decisión no se cumplió. El 7 del mismo mes, los estudiantes estadounidenses izaron su bandera en la Escuela Superior de Balboa, los panameños aspiraban a hacer lo mismo en cumplimiento del acuerdo al que se había llegado. El día 9, estudiantes del Instituto Nacional de Panamá obtienen permiso para izar su bandera en la Escuela Superior de Balboa, lo cual es rechazado violentamente por estudiantes estadounidenses de la Zona y sus familiares con el apoyo de la policía militar que acude a reprimir a los panameños quienes se repliegan a un lugar seguro. Sin embargo, la noticia de lo ocurrido se divulgó muy rápidamente por diferentes sectores aledaños al canal, a partir de lo cual ciudadanos indignados acudieron a ayudar a los estudiantes reprimidos por la policía. Las fuerzas de seguridad estadounidenses de la Zona, así como residentes de la misma comienzan a utilizar armas de fuego contra los estudiantes que protestaban. Estos comenzaron a acudir en número creciente, contando con el apoyo de miles de ciudadanos indignados por la represión por lo que la policía es desbordada, pidiendo ayuda a las Fuerzas Armadas, a pesar que su virtual enemigo estaba despojado de armamento y solo portaba su bandera nacional como símbolo de la lucha que habían emprendido.

En la noche, las Fuerzas Armadas de Estados Unidos desplegaron la 193 Brigada de Infantería, la que portando armamento de combate y contando con el apoyo de artillería y blindados arremeten contra los manifestantes trayendo como consecuencia la muerte 22 de ellos, además causando alrededor de 400 heridos. Las acciones se prolongaron hasta el día 11 cuando la presencia de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos se hizo patente incluso en ciudades panameñas, bajo el argumento de dar persecución a estudiantes que habían participado en las acciones del día 9.

Esos 22 estudiantes panameños son considerados héroes y mártires en su país. Su recuerdo acompaña permanentemente las luchas de su pueblo. Al cumplirse 50 años de su muerte heroica, la llama permanente de su vida joven entregada a la batalla por la soberanía nacional brilla hoy en un país que recuperó su territorio y está aparentemente libre de la soldadesca yanqui que mancilló su tierra sagrada.



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Sergio Rodriguez Gelfenstein


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