Deseos y realidades
Esta última cumbre de la CELAC realizada del 25 al 29 de enero de 2014 en la Habana fue precedida de distintas expectativas, de acuerdo a la posición política y a los intereses de cada uno. El escenario de que la Cumbre finalizara en un fracaso estuvo dentro de lo posible. No solo es una realidad que se viene produciendo una ralentización de los procesos de integración latinoamericanos (que hace un par de años avanzaban a toda marcha) sino que en este caso especial, la desaparición física del presidente Hugo Chávez, −no solo mentor principal de la CELAC, sino un potente motor, reconocido por tirios y troyanos, de todo el proceso geopolítico en nuestra Patria Grande− agregado al impulso dado desde los EEUU a la promoción y crecimiento de la Alianza del Pacífico, estaban constituyendo factores de peso que hacían posible la existencia de este escenario.
Si a eso le agregamos las movilizaciones del Departamento de Estado intentado agitar a la “disidencia” cubana promovida y financiada por ellos en la isla y fuera de ella y las campañas de invisibilización de los medios corporativos transnacionales, cuya única mención previa al evento estuvo centrada en su descalificación y en los rumores de la ausencia de Jefes de Estado en La Habana; existió una fuerte presión y muchas expectativas interesadas en el fracaso, que incluían por supuesto a los “exilados” de Miami que siempre han estado a la cabeza de cualquier cosa que pueda atacar o perjudicar al gobierno cubano.
Por otra parte, los gobiernos más progresistas de Latinoamérica proclamaron desde el principio la importancia y el futuro de este encuentro, mientras que otras gentes se mostraron indecisas respecto a pronosticar los resultados de la Cumbre, atendiendo la compleja situación socio-política de su entorno que ya describimos.
La realidad final fue que acudieron a la Habana 31 de los 33 jefes de Estado o Gobierno, lo cual significó posiblemente la mayor concurrencia registrada en un evento de este tipo en nuestra región. En un despliegue de organización y presentación, el gobierno cubano demostró su capacidad para llevar adelante y garantizar el éxito de la reunión, que fue cubierta ampliamente por los medios de comunicación (aunque las grandes cadenas de medios corporativos no difundieron la información que sus propios periodistas recabaron en La Habana).
El resultado de dos días de intercambio intenso permitió las intervenciones de casi todos los mandatarios, y la realización paralela de numerosos encuentros binacionales o trinacionales (por ejemplo la presidenta Cristina Fernández se reunió con los presidentes de México, Venezuela y Uruguay). El resultado final del encuentro se plasmó en una Declaracióni de 83 puntos.
Por la asistencia y los resultados mencionados, de una primera mirada puede decirse que la Cumbre pareció cumplir con las mejores expectativas.
Un análisis más profundo
Pero para ir más allá es necesario considerar las características especiales de la CELAC. Aquello que se denomina “la diversidad” es un complejo entramado de tendencias políticas y económicas de sus Estados miembros. La resolución común de enero de 2013 en Santiago de Chile consistió ya un logro diplomático importantísimo, al haber logrado enmarcar en un proyecto común a 33 gobiernos con diferentes visiones y objetivos, de orientaciones políticas e ideológicas que llegan en algunos casos a estar directamente enfrentadas, con múltiples diferencias de matices aún entre aquellas que pudieran estar más cercanas. Por eso si leemos entrelíneas aquella Declaraciónii podremos detectar los fuertes compromisos de negociación logrados, que dieron al documento un carácter poco resolutivo y bastante formal. El delicado equilibrio logrado no esconde por ejemplo que existen en su seno dos tendencias muy marcadas respecto al destino del organismo, una de ellas que intenta convertirlo en un verdadero mecanismo de integración, con organización, presupuesto, recursos humanos y capacidades operativas; y otra que cree que no debe pasar de constituir un foro político de discusión, sin más atribuciones.
No tenemos ni el espacio ni el tiempo aquí para realizar el estudio comparado en detalle entre ambas declaraciones, quien tenga interés puede realizarlo consultándolas y confrontándolas, sin embargo sí podemos destacar algunos puntos de interés. Una parte de la actual Declaración de CELAC muestra una persistente reafirmación de muchos temas ya establecidos en Santiago, pero lo más interesante son algunas de las nuevas resoluciones que introduce.
Ya en su punto 1 aparece la tajante afirmación de que ”Reiteramos que la unidad y la integración de nuestra región debe construirse gradualmente, con flexibilidad, con respeto al pluralismo, a la diversidad y al derecho soberano de cada uno de nuestros pueblos para escoger su forma de organización política y económica.” que despeja de un plumazo la intención del Norte de imponer en nuestra región un tipo único de sistema de gobierno (su propia versión de la democracia representativa de partidos). Así mismo aparecen otros ítems que no estaban en Santiago; como en el punto 2 la reafirmación de seguir adelante con el proceso de consolidación de la CELAC; en los puntos 11 al 14 dónde se determinan caminos concretos a la intención previa de combatir la exclusión y la pobreza en la región; en los puntos 27 al 30 se determinan las pautas para el desarrollo común de la territorio; en el 38 se especifica que la situación de Puerto Rico es de pleno interés del organismo; en el 39 se condena el colonialismo y se compromete a erradicarlo de la Región; en el 41 se rechazan abiertamente las “listas” y clasificaciones realizadas por países desarrollados de los de nuestra área y ratifica el rechazo a la inclusión de Cuba en el listado de países promotores del terrorismo de EEUU; en el punto 50 se expresa tajantemente el apoyo a Argentina en el caso Malvinas; en el 52 se condena el bloqueo a Cuba por parte de EEUU; en el 56 no solo se reafirma, sino que se amplía el apoyo al proceso de paz en Colombia; en el 63 y 64 se acuerda promover cambios profundos en las Naciones Unidas para convertirlas en un organismo más justo y más efectivo; finalmente en los artículos 74 al 76 se decide promover las relaciones de la CELAC con otros bloques, países o instituciones internacionales para ampliar su área de acción.
En definitiva es fácil constatar cómo esta Declaración de la Habana es mucho más política que la de Santiago, y que evidentemente fue posible llegar a acuerdos más extensos y comprometidos de los antes establecidos. A esto debe agregarse la dureza del discurso de algunos Jefes de Estado frente a los EEUU, mientras que los de aquellos países que generalmente se pliegan a sus políticas no abrieron la boca al respecto para defenderlos.
Es de destacar el lugar resaltante, tanto en los discursos de casi todos los jefes de Estado como en la declaración, el recuerdo y el pesar por su desaparición física del Presidente Hugo Chavez, cuyo espíritu estuvo presente a cada paso de la Reunión.
Dos detalles curiosos. Uno de ellos las intervenciones del Secretario General de las Naciones Unidas Bai−Ki−Moon, quien extrañamente no se comportó como lo viene haciendo habitualmente en los foros internacionales como un “Secretario de Colonias” de los EEUU y sus aliados. Su posición sobre Latinoamérica (por lo menos la oficial) difirió completamente de las de los Estados Unidos y los países centrales, fuimos alabados y puestos como ejemplo al mundo en su discurso.
El otro detalle fue la presencia del Secretario General de la OEA en la reunión de la Habana, José Miguel Insulza, cuya presencia se sospechó podría ser una punta de lanza para sabotear la reunión, pero que sin embargo se caracterizó por el total bajo perfil, haciendo una única declaración de agradecimiento por haber sido invitado y otra posterior al encuentro explicando que la CELAC y la OEA no se enfrentan sino que se complementan.
Las reacciones frente a la cumbre
Agregado a lo anterior, diremos que hemos escuchado muchas voces en Latinoamérica (sobre todo de los sectores más radicales) quejándose por la supuesta “tibieza” de las conclusiones de la CELAC. Si bien es cierto que como en todo documento de este tipo, allí existen varios “saludos a la bandera”, creemos por lo expuesto antes que para realizar una evaluación ecuánime hay que tener en cuenta la anotada dificultad de lograr acuerdos en su seno, y las claras evidencias del carácter y peso político de esta Declaración de la Habana (que obvia algunos puntos “económicos” de la primera declaración) que constituye de por sí un significativo avance en el proceso de integración.
Lo interesante es considerar las reacciones de los adversarios declarados de la CELAC. Mientras se estaba realizando su primera sesión, simultáneamente Barak Obama estaba frente a su Congreso dando el mensaje anual del “Estado de la Nación”. Curiosamente, aunque se paseó por las intenciones y estrategias de los EEUU en todo el mundo, no mencionó ni una sola vez a nuestra región o a alguno de sus países. Invisibilidad por omisión, no existimos porque no somos nombrados. El Departamento de Estado emitió un par de días después de finalizada la Cumbre, una única declaración por boca de un funcionario anónimo, que acusa a la CELAC de “traicionar” la vocación democrática del continente al acoger el “régimen de partido único” de Cuba como válido.
Y lo más importante: el muro de silencio. Para las grandes cadenas corporativas que “informan” a los pueblos de los países centrales y a nuestras oligarquías, la CELAC no existe y su reunión (que tuvo a 31 jefes de Estado presentes) no tuvo ninguna trascendencia internacional como para ser siquiera nombrada. Un ejemplo claro lo dio la Radio Televisión Española, que dedicara tanto tiempo “noticioso” a la fracasada cumbre Iberoamericana del año pasado, y que en este caso apenas mencionó al pasar la cita de la Habana. Incluso la BBC que intenta ser siempre más “objetiva” realizó un análisis dónde la única cosa importante de la cumbre fue el “triunfo diplomático del gobierno cubano”, triunfo que sí existió pero que estuvo apoyado en todo el proceso integrador y el apoyo a Cuba del resto de los países del continente.
En definitiva, a pesar de todos esos esfuerzos, los procesos de cambio que América Latina está viviendo siguen “vivitos y coleando”, aunque permanecen estando muy lejos de ser comprendidos por los países centrales. La integración sigue siendo una realidad presente, con los altibajos normales de todo proceso socio-político, pero dejando siempre al final un saldo de avance progresivo que nos va conduciendo cada vez más por el sendero de la Patria Grande.
Ni los esfuerzos del Departamento de Estado ni de los grupos de la derecha neoconservadora, ni la labor conjunta y global de los medios corporativos, pueden tapar el sol con un dedo. Han sido dejados atrás por la realidad incuestionable del proceso de unión de nuestra América mestiza, que sigue adelante tras el sueño de los libertadores.
i http://www.minci.gob.ve/wp-content/uploads/2014/01/Lea-aqu%C3%AD-la-Declaraci%C3%B3n-Final-de-la-II-Cumbre-Celac-de-La-Habana-Cuba.pdf
ii Declaración de la I cumbre de la CELAC, http://www.sela.org/view/index.asp?ms=258&pageMs=97812