La victoria hace dos años, en la Alcaldía de Bogotá, del economista y exmilitante del desaparecido Movimiento “19 de Abril (M19) de Colombia, Gustavo Petro, fue un acontecimiento calificado de increíble, por haberse producido con una seria de elementos políticos que llevaban a la conclusión a los más diversos analistas políticos y empresas de estudios de opinión que su adversario, el exalcalde capitalino Enrique Peñloza, le propinaría una dura derrota, por lo que el saldo político mayor de Petro sería el mantenerse como una figura descollante de la izquierda colombiana de cara a venideros escenarios electorales nacionales.
Las legítimas aspiraciones del para entonces senador del Polo Democrático Alternativo, en primer lugar, debían remontar la división operada en el seno de esa coalición política de izquierda, ocasionada por la firme decisión de quienes se opusieron en las elecciones internas, a la candidatura de Gustavo Petro y que, triunfado éste contra el exmagistrado Carlos Gaviria, en tales comicios, se negaron a apoyarlo como su candidato a la Alcaldía, provocando la división que hizo posible la creación de “Progresista”, marca política con la que se lanzó solo a la aventura por el segundo puesto de elección popular más importante después de la presidencia de Colombia: la Alcadía Mayor de Bogotá.
Por si fuera poco, éste exguerrillero e implacable luchador contra la corrupción de las elites políticas, tenía que superar el desprestigio de la izquierda institucional, afectada por el escándalo del “Carrusel de las Contrataciones”; caso penal en la que fue involucrado el anterior Alcalde de Bogotá, Samuel Moreno y su hermano senador Ivan Moreno y, con ellos, buena parte de su equipo de gobierno y de concejales polistas quienes, según las denuncias del mismo Gustavo Petro, convirtieron la administración distrital en una cueva de ladrones y corruptos; situación que llevó a la encarcelación y destitución de Samuel Moreno y el nombramiento de su rival política y líder de su expartido, el Polo Democrático Alternativo como Alcaldesa Interina hasta la terminación del período constitucional.
Sin embargo, su mayor prueba fue la de vencer la alianza de todas las fuerzas de la reacción liberal-conservadora que, dispersas orgánicamente y en conflicto por la ruptura política entre el presidente Juan Manuel Santos y el narco-paraco expresidente Alvaro Uribe Vélez, se unificó alrededor del exalcalde Enrique Peñaloza,quien al final no pudo evitar la victoria de un candidato con modestos recursos financieros, carentes de un maquinaria electoral y con el peso de tantas adversidades, lo que probó que, la conciencia política del pueblo bogotano – eso que la derecha oliburguesa pretende borrar con marketing publicitario – siempre tuvo claro que era fundamental para el desarrollo democrático de Bogotá y Colombia, evitar entregarle al viejo poder de la oligarquía la dirección de la Capital de la República.
Imposibilitados de frenar el avance de la presencia política del senador Gustavo Petro, la derecha colombiana se dispuso a buscar su destrucción política, para lo cual apeló a dos vías: la destitución por decisión del Procurador Alejandro Ordoñez, por supuestos actos administrativos dañosos al interés del Distrito Capital relacionados con los tres (3) días de crisis de la basura por el cambio del sistema de recolección de basura y su asignación a una empresa pública del Distrito y, la vía del referendo popular revocatorio; ambos promovidos por figuras vinculadas con el narcoparaco expresidente Uribe Vélez; maniobras que fueron desmontadas por una tutela (amparo) constitucional en defensa del Derecho a Elegir que suspendió la medida de destitución del Acalde Petro y su inhabilitación por 15 años para el ejercicio de cargos públicos y, por la sorprendente decisión de la Registraduría Civil que aplazó la realización del referendo previsto, organizado y financiado para realizarse el próximo 02 de marzo de 2014, y en el que, todas las encuestas, deba como ganador a Alcalde Gustavo Petro.
Los hechos confirman, sin duda alguna, que el díscolo Alcalde Gustavo Petro, se le ha “atragantado” a las elites políticas, militares y económicas colombianas que lo ven, ayer como hoy y mañana, un serio peligro político para proyecto de reforzamiento de su hegemonía en el período del posconflicto, por la existencia de una mayoría de la población que, no solo está cansada del conflicto social y armado que martiriza a Colombia sino también, de una clase oliburguesa responsable del alargamiento de la guerra, de la corrupción del Estado y la sociedad y de la situación de penuria material y moral del pueblo colombiano y que, en estas circunstancias, podría percibir en el desarrollo exitoso del programa Bogotá Humana, impulsado por el Alcalde Petro, las políticas públicas capaces de darle la mayor suma de felicidad posible, que le han negado a lo largo de toda su historia.
Sin embargo, tomando en cuenta la conducta magnicida que la oligarquía colombiana demostrada con las masacres de los bananeros del Pacífico, la ejecución del líder liberal socialista Jorge Eliezer Gaitán, la represión del levantamiento popular de “El Bogotazo”, las bandas asesinas de chulavistas, el exterminio de dirigentes y militantes de la Unión Patriótica, el asesinato de Juan Carlos Galán, su alianza con los genocidas paramilitares y los 260 mil muertos de la actual guerra interna; no sorprendería que a ésta espina atravesada en el cuello de la oligarquía, puedan intentarla sacársela mediante el asesinato abierto o simulado del Alcalde Gustavo Petro, aunque ello represente 50 años más de guerra en la martirizada Colombia.