La república es la forma democrática del Estado, basada en el principio de que todos los poderes emanan del pueblo y de que no hay nadie que ocupe ninguna responsabilidad pública por derecho de nacimiento o de sangre. La monarquía, en cambio, es el sistema proveniente del feudalismo, que establece la primacía en la jefatura del Estado a determinados individuos, sean cuales sean sus méritos o deméritos.
La vigente Constitución española fija en una familia la jefatura hereditaria del Estado y el mando de las fuerzas armadas. En la línea de perpetuar el carácter feudal de la monarquía establece que "la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad".
Todos los medios de comunicación y todos los grandes partidos son monárquicos. La propaganda monárquica es abrumadora, sin fisuras. En cambio, las críticas al Rey o a la familia real son un delito que puede costar la cárcel. La reinstauración de la monarquía fue la gran jugada del franquismo en España. Como no se pudo romper con el fascismo, la continuidad blindada del Estado supuso la imposición de la monarquía. Y no hay forma de que eso cambie.
Tal y como están las cosas, Canarias puede seguir sometida a una monarquía europea, en la que los cadáveres de los demócratas asesinados aún están en pozos y cunetas y en la que las indignas sentencias del fascismo contra ellos no han sido revocadas. O puede construir su propia República.
República Socialista, claro. Partirse el pecho por una república burguesa la verdad que no merece la pena.
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