La petición del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, de que el año 2021 sea el de la reconciliación entre la monarquía española y la iglesia católica con los pueblos conquistados ha sentado como un tiro al gobierno español, que se apresuró a manifestar que "lamenta profundamente que se haya hecho pública la carta que el presidente de los Estados Unidos Mexicanos dirigió a su majestad el Rey el pasado 1 de marzo, cuyo contenido rechazamos con toda firmeza". De hecho, en los medios metropolitanos se dio la respuesta gubernamental antes que la carta de López Obrador, por lo que la mayoría de los españoles y asimilados no pudieron conocer los argumentos del presidente de México sobre las tropelías de los conquistadores.
La principal argucia argumentativa de la "ofendida" parte española es que "la llegada hace 500 años de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas". El caso es que, si no analizamos la historia desde una óptica contemporánea –y desde consideraciones democráticas–, habría que hacerlo desde las consideraciones medievales, monárquicas, imperiales y colonialistas. Es como si se dijera que el nazismo no pudiera juzgarse desde "consideraciones contemporáneas", sino desde la perspectiva del fascismo del siglo pasado.
La otra falacia que suele emplear el imperialismo español es que quienes conforman los pueblos de los territorios otrora invadidos son los descendientes de los conquistadores, mientras que los antepasados de los actuales españoles son del todo inocentes de las tropelías cometidas. Esta argucia elude que a) no se piden responsabilidades personales a los actuales ciudadanos españoles, y b) que se piden a quién encarna la continuidad monárquica, política y económica beneficiaria de la conquista y el saqueo.
La conquista y el colonialismo determinaron la actual conformación de las sociedades que han sido víctimas del imperialismo y del colonialismo, independientemente de cómo cada uno ha llegado a formar parte de ellas. Los canarios, por ejemplo, estamos marcados por el hecho de ser el único pueblo bajo soberanía del Estado español cuyos antepasados fueron vendidos como esclavos. Esta circunstancia determinante actúa históricamente sobre la Canarias actual con independencia de que particularmente cada uno de nosotros sea hijo de esclavos, de colonos o de gentes venidas de otras partes del mundo. De hecho, habrá un considerable número de personas de Sevilla, Valencia, Barcelona y otros lugares que sean descendientes de esclavos canarios. No es una cuestión genética, sino histórica y social.
La monarquía española no admite que se le tosa, ni siquiera para algo tan gratuito y evanescente como pedir perdón por los crímenes de lesa humanidad cometidos en su nombre, con su apoyo y para su propio beneficio. Altanera, la España imperial sigue ofendiéndose porque un mindundi –el presidente de una ‘nacioncilla’– le toque las barbas europeas. Mantenella y no enmendalla, que todavía hay clases.
Que sea la socialdemocracia española la que salga como un tiro a "poner en su sitio" al mexicano, indica hasta qué punto la ideología dominante en España es la ideología de su oligarquía imperialista, que cala hasta el tuétano a toda la llamada "izquierda". Poco podemos esperar los canarios de ella: no ya indemnizaciones por siglos de esclavitud y saqueo, no ya pedir perdón, sino ni tan siquiera reconocer la realidad.
Saque el mapa, Gregorito.