Recientemente fue publicado un escrito en el portal Aporrea (http://www.aporrea.org/ actualidad/a187030.html), cuyo contenido suscribo en su totalidad, pues ayuda a desmontar la concepción que numerosos cristianos tienen de la figura del ex Papa Juan Pablo II, a quien consideran un personaje ejemplar, digno, honrado, humilde, e incluso mítico, supuestamente diferente en el seno de la Iglesia Católica, y por tanto con su beatificación bien justificada. La docente Inés Gamboa, autora del artículo en cuestión, contribuye a difundir verdades sobre la jerarquía eclesiástica, calificando a Juan Pablo II como anticomunista extremo, enemigo de la Teología de la Liberación, cómplice de mafiosos y delincuentes de cuello blanco, y protector de sacerdotes pederastas. Sobre la pederastia, la autora comenta:
“Pero sin duda los que deben estar súper contentos, son los miles de curas pederastas a quienes protegió y defendió, pese a las innumerables pruebas y juicios realizados en todo el mundo y que mostraron la verdadera naturaleza de la Curia Romana.
Gracias al Papa Francisco, el mismo que nos mandó un enviado para dialogar con la oposición, ahora los pederastas tendrán su santo: San Karol Wojtila, patrono de los pederastas”.
En realidad Juan Pablo II fue uno de tantos miembros del catolicismo cuya práctica espiritual y vida pública estuvo bien distante de los principios originarios del cristianismo. Él, como el resto de las autoridades eclesiásticas a lo largo de la Historia, fue un aliado incondicional del establishment y justificó la violencia de los poderosos contra pueblos enteros; tristemente célebre fue su silencio cómplice ante los crímenes que el imperialismo estadounidense llevó a cabo en nombre de la democracia y de la libertad, y ante el progresivo desastre socioecológico global cortesía del capitalismo.
Juan Pablo II, a quien muchos ingenuos consideran un personaje bien importante para la humanidad, perteneció a una institución al servicio de intereses oscuros y nefastos, ajenos y perjudiciales a las masas, que irónicamente constituyen la mayor parte de la feligresía. La Iglesia Católica en si misma ha tenido manejos extraños y turbios desde que el cristianismo fue adoptado como religión oficial por el Imperio Romano; en este contexto la pedofilia y la pederastia forman parte de todo un conjunto de irregularidades, desaguisados, conductas negativas y vicios cotidianos desde siglos atrás. De manera que Juan Pablo II será el santo de los pederastas, pero de ninguna manera el primer jerarca católico que defendió a escorias que utilizaron el mensaje de Cristo para sus propósitos perversos.
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