El conflicto más importante en la actualidad mundial es el originado por la situación de Ucrania. En 2004, este país, que en su momento estuvo dentro de la desaparecida Unión Soviética, fue un exitoso experimento de inicio de las llamada "revoluciones de colores" al lograr derrocar con grandes movilizaciones opositoras al Primer Ministro Yanukóvich, muy a pesar del gran liderazgo de este político.
Fue aquel el primer triunfo, en la zona, de Occidente. No obstante, fue un retroceso en los avances en el desarrollo de ese país que se vio sumido en las recetas neoliberales. Fue tanto el fracaso occidental que en 2010, la propuesta a Yanukóvich lo hace volver al poder por la vía electoral, esta vez como Presidente de la. República.
Ante ello, Occidente, planea una estocada definitiva. Durante el gobierno neoliberal se había preparado a Ucrania para su ingreso a la quebrada Unión Europea. Yanukóvich revierte el proceso. Había demostrado que una alianza con la poderosa Rusia, principal proveedora de gas del país y de Europa Occidental era, evidentemente, más racional y provechosa que servir a los intereses militares de la OTAN.
EEUU y Europa Occidental, una vez más, experimentan una nueva forma de derrocar a un gobierno electo. De nuevo, Yanukóvich es el conejillo de India. El plan pilotó es ahora con violencia callejera y toma de edificios públicos, bajo el amparo de la televisión y la gran prensa. A ello se suma "la buena voluntad" de países que logran imponer una falsa hoja de ruta al gobierno legítimo, con el fin de hacer un burdo montaje de legalidad parlamentaria que avalara la destitución del Presidente constitucional de Ucrania. La violencia financiada consigue deponer al Presidente.
Se desata lo inesperado para Occidente. Crimea, una de las repúblicas autónomas, se declara independiente, va a un referendo y se suma a Rusia. El gobierno de Putin y los rusos le dan la bienvenida.
Una ola de descontento se despliega en Ucrania y ahora el mundo observa un inédito proceso federativo y de desconocimiento del gobierno de facto. Junto a ello, la dictadura de ultraderecha, ataca sin piedad a los ciudadanos que se le oponen. Sus fuerzas paramilitares queman a decenas de personas, por el solo hecho de manifestar su desacuerdo con el golpe de estado.
EEUU intenta achacar la culpa a Rusia de lo que el gobierno de Obama ha ocasionado. Desesperado juega al lenguaje de las sanciones. Pero solo se ha atrevido a publicar una breve lista de personas que no obtendrán visas gringas. Desde Moscú le muestran el catalogo de lo que está por venir. Rusia es una de las principales acreedoras del endeudado gobierno gringo. Rusia es la principal proveedora de petróleo y gas de los aliados OTAN en Europa. Un retiro del sistema de pagos en dólar de Rusia sería fatal financieramente para EEUU. En el menú de opciones, está la expulsión de las trasnacionales de suelo ruso. Vale decir, la imposibilidad de conseguir remesas en divisas por esa vía, el principal respiro que aún le queda al norte verde.
La administración Obama y la burocracia de la Unión Europea se han ido entrapando en una confrontación con Rusia que económicamente tienen perdida. Tímidamente, expulsan a Rusia del Grupo de los 8, donde una vez la llamaron, en un intento de que olvidará que era la potencia más influyente de Europa y para qué siguiera siendo un proveedor seguro de gas y petróleo. Solo Alemania, país líder de la UE, y el único que allí aún tiene vida propia en las finanzas, ha puesto un paréntesis en el leguaje de las sanciones “no hacen falta las económicas”.
Los europeos recuerdan con horror cuando en 2009 Rusia les cerró la llave del gas y cuando en 2010 la Libia de Gadafi casi los deja sin la iimportante cuota de petróleo, por la insensatez de la burocracia europea de sancionar a Libia. Saben que ahora el frío invierno puede bajarle los humos. Aceptan con terror que Rusia no es Libia, pero temen que el belicoso y orgulloso EEUU se enfrente en una medición de fuerzas contra la nación que ostenta el rango de segunda potencia militar del planeta. La que los tiene tan sometidos que hasta la NASA necesita componentes rusos para sus cohetes
Ucrania se está convirtiendo en el escenario no deseado de la confrontación bélica. Obama sonrió cuando la grotesca parlamentaria ucraniana anunció la destitución del presidente legítimo. Luego se le vendría el mundo encima. En 2004 a Bush lo salvó la paciencia de un pueblo que esperó 5 años por unas elecciones libres y las ganó con el mismo hombre que había forzado a renunciar. Ahora, en tan solo días, la reacción popular ha puesto al descubierto las componendas internacionales.
Ya Obama ha perdido la batalla de la popularidad y hasta a punto de consumir la paciencia del estadounidense de a pie que será castigado duramente con una dura crisis financiera; del europeo común que será castigado por el frío invierno y por el desempleo que originaría el retiro de las inversiones tanto de Europa en Rusia y viceversa. Ello conforma un tenebroso caldo de cultivo para una medición de fuerzas en el terreno militar.
Nacionalmente, la dictadura ucraniana comienza a ver el retiro de las alfombras rojas. El FMI le ha advertido que si pierden más territorio no continuarán los préstamos. Entre líneas, se lee que los principales accionistas del FMI, es decir, los del Grupo de los 7, como que quieren dejar que sus títeres resuelvan el asunto solo.
La popularidad de los gobiernos europeos, agobiados por una ya larga crisis, no resiste la frialdad con la que el gobierno ruso maneja la situación y que le ha ganado a Putin un respaldo inimaginable entre sus nacionales y en toda la Europa Oriental.
En EEUU, tal vez, por primera vez, los vaqueros del pentágono, se llevan temblorosamente las manos a la cintura, rogando que esta vez no haga falta iniciar el duelo final.