La pretendida estrategia estadounidense y de la Unión Europea de querer debilitar económica y políticamente a la Federación Rusa, al provocar un golpe de Estado en Ucrania e imponer sanciones a Moscú, ha motivado un efecto completamente contrario al previsto: el fortalecimiento de las relaciones ruso-chinas.
Un megaconvenio para el suministro de gas ruso a China, además de otros importantes acuerdos con perspectivas claramente geopolíticas, fue firmado por los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping durante la reciente visita que realizó el primero a Beijing.
La empresa estatal rusa Gazprom suministrará a la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC), 38 000 millones de metros cúbicos anuales de gas con un valor de 400 000 millones de dólares, por un período de 30 años y entrará en vigor en 2018.
Beijing también participará en la exploración en Rusia de una amplia zona de yacimientos gasíferos a lo largo de la frontera entre ambas naciones, lo cual predice la ampliación futura de los acuerdos signados.
Mientras Estados Unidos se conjuró con la Unión Europea para ahogar económicamente a Rusia al desgajar a Ucrania de una posible confederación con Moscú y a la par imponerle sanciones económicas, los acuerdos con China le han permitido al gobierno de Putin diversificar sus exportaciones energéticas que representan el 50 % de sus ingresos y le abrió las puertas no solo hacia China, sino a todo el Lejano Oriente, incluyendo Japón y Corea.
Los beneficios para Beijing también son notables pues le permite satisfacer las crecientes necesidades para su constante desarrollo (se estima que pronto será la primera potencia económica mundial en cuanto a Producto Interno Bruto) y sustituir por energía más limpia la que produce actualmente con carbón que aumenta la contaminación ambiental.
Gazprom se responsabilizará con el desarrollo de los campos de extracción del gas, las plantas de procesamiento y los gasoductos en territorio de su país, mientras CNPC se hará cargo del tendido del gasoducto en su territorio y la construcción de instalaciones para su almacenamiento. El convenio tiene gran trascendencia estratégica porque ambas naciones reducen la dependencia de Occidente.
El gas se distribuirá principalmente en el noreste chino, las áreas metropolitanas de Beijing y Tianjin (ciudad portuaria al este de la capital) y la región del delta del Yangzé.
En el sector energético, desde 2011 se comenzó a operar un oleoducto de casi 1 000 kilómetros de longitud que transporta 15 000 toneladas de petróleo al año del lejano oriente ruso hacia China, y si se suman las cantidades de crudo enviadas por barco, la cifra casi se triplica.
Ahora son varios países de la Unión Europea los que estan en una encrucijada pues ellos le compran a Moscú el 30 % del gas que consumen y que reciben a través de los gasoductos vía Ucrania.
El presidente de la Comisión Europea (CE), José Manuel Durao Barroso, ha pedido a Rusia que no interrumpa el suministro de gas hacia Ucrania mientras estén en curso las negociaciones entre las tres partes sobre la seguridad de la distribución y tránsito de gas. El 14 de mayo Putin envío una misiva a varios estados de la Unión donde advertía sobre el riesgo de que Kiev deje de recibir esos suministros si no paga antes su deuda con Gazprom.
El intercambio comercial ruso-chino que en 2013 alcanzó 90 000 millones de dólares, crecerá en 2015 a 100 000 millones y para el 2020 a 200 000 millones de dólares.
En los últimos tiempos, Moscú y Beijing han ampliado la colaboración en sectores claves como las finanzas, alta tecnología, aviación y aeronáutica, entre otros.
Asimismo, Putin y Jinping firmaron un memorando para la construcción antes del 2016, del primer puente ferroviario desde China a Rusia (atravesará el río Amur) y acortará en 700 kilómetros la distancia que recorrerán los trenes de carga entre los dos países.
Antes de los acuerdos signados, China se había convertido en la cuarta mayor fuente de inversión extranjera directa en Rusia y la cual aumenta cada día con el uso de las monedas locales.
En ese sentido, el dólar norteamericano esta recibiendo golpes en diferentes direcciones que a la larga lo debilitan como principal moneda de reserva e intercambio internacional. Ya los miembros del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) realizan numerosas transacciones sin la utilización del billete verde.
Durante la visita de Putin a Beijing, el Banco de China, uno de los cuatro mayores del país con un capital de 1 900 millones de dólares y que opera en 27 países, y el VTB, segundo grupo bancario más grande de Rusia, presente en 20 países con capital de 253 300 millones de dólares, firmaron un contrato que incluye efectuar los pagos mutuos en sus divisas nacionales.
El acuerdo interbancario establece la cooperación en el sector de inversiones, la esfera crediticia y las operaciones en los mercados de capital. El documento signado estipula incrementar las inversiones mutuas, sobre todo en las infraestructuras de transporte, la exploración de recursos naturales y la construcción de viviendas de clase económica.
No cabe la menor duda que la política llevada a cabo por Washington, no solo en Ucrania para tratar de limitar por el oeste el espacio político y económico de Rusia, y de intentar contener por el este a China (con acuerdos alcanzados con varios países asiáticos) ha impulsado la relación Moscú-Beijing.
Este eje surgido entre el llamado oso ruso y el denominado dragón chino debido a la agresividad del águila estadounidense, esta cambiando significativamente la estructura de las relaciones internacionales.
En esta oportunidad a Washington le asiente bien el viejo adagio que señala: Fue por lana y salió trasquilado.