Las banderías periodísticas de la oligarquía y la burguesía burocrática del rancio turnismo español no dejan de alabar a Juan Carlos I y a Felipe VI “el Preparado”.
En cualquier caso, el Rey en realidad no abdica, sino que se lo deponen los verdaderos poderes (¿cuántas veces dejó claro el amante de los elefantes que se moriría con las botas de cazar puestas?).
Al mismo tiempo que se niega cualquier cauce que no se ajuste a la legalidad, se niegan incluso las posibilidades “constitucionales” más inocuas, como el referéndum consultivo –es decir, remarcan la importancia de la ley al mismo tiempo que niegan una parte esencial de la misma–. Si se quiere realizar algún cambio, que se modifique la constitución. Este discurso es una continuación de la teoría sobre la cual lo correcto es lo contemplado en el más estricto cauce electoral.
Cosa curiosa: esta doctrina, donde lo único válido es el voto cada cuatro años, no sólo demuestra que la voluntad del pueblo sólo preocupa en época de elecciones, sino que ambos partidos monopolizan el sistema y la propaganda electoral, que para eso están dopados con el dinero de los grandes empresarios. De igual modo, las cámaras que pueden modificar la constitución son en su forma prácticamente inamovibles. Son retrógrados incluso en sus ideas explícitas: todo para el pueblo pero sin el pueblo.
Lo más patético ha sido la hipócrita actuación de los socialchovinistas del PSOE. Son republicanos, pero hicieron un pacto constitucional. Que parece que ese pacto lo pagaron en carne, porque haber si no cómo explican que sigan manteniendo ese pacto tras pasar casi 40 años. Pero bueno, si se llaman socialistas y defienden la competitividad de las eléctricas, o que Felipe González se vaya al consejo de administración de las energéticas... En fin, a ver que nos depara una nueva temporada de “The Walking Party”.
No olvidemos en todo ello que fue una monarquía impuesta por Franco, en una época en la que a los poderes económicos les interesaba poner fin al tosco modelo económico franquista para poder negociar con Europa, convirtiéndose en un ejemplo más de “democracia occidental”. Pero claro, una república sonaba muy “a rojo”.
A estos mismos poderes, a esta misma plutocracia, ahora le interesa cambiar al comisionista viejo por un nuevo modelo de comisionista, susceptible de un mínimo lavado de cara (todo ello sin olvidar que dentro de poco el PSOE y el PP no tienen asegurado el sistema del todo, ante el ascenso de las izquierdas).
En fin, que todo cambie para que todo siga igual.