Hace poco Estados Unidos está; estremecido por todos los costados; 1400 manifestaciones estaban en las calles protestando con una consigna muy directa y aplastante contra Donald Trump; contra la política arancelaria y las secuelas que está dejando a su paso. Boston fue el primer bastión que salió a las calles; le siguió New York, San Francisco, Chicago, Portland, San Diego, Idaho, Utah, Oakland; hasta Miami donde está la crema innata de los Republicanos, con tres congresistas de lo más ultrosos que le hacen coro a Trump. Son manifestaciones de sindicatos, estaciones, veteranos, migrantes, activistas por Gaza, feministas. Todos unidos, bajo una consigna: No al autoritarismo, No a la arrogancia, No a la supremacía, No al que se considera el emperador del mundo. Mientras tiene a su país que se consume en la droga, con 50 millones de personas que viven en la indigencia. Mientras tiene a un 1% de la población que vive en la opulencia, donde a ese grupo no le está tocando para nada sus medidas autocráticas. Pero hacia allá marcha su pais; los ricos serán más ricos y los pobres serán más pobres, Este es el futuro que le depara a ese sistema neoliberal.
Las manifestaciones contra Trump no viene de los altos entes del poder político, no viene de los Demócratas, viene del pueblo de a pie, de la ciudadanía, esa misma que va a recibir las medidas arancelarias con mayor contundencia. Ese pueblo se ha percatado que su enemigo está en la Casa Blanca, el mismo que fue favorecido con su voto. El pueblo norteamericano es muy celoso con los impuestos; cuando observa que existe un pago o un gasto mal habido, reclama o sale a protestar. Lo mismo le sucede cuando eligen a algún presidente y éste mete la pata, o agarra el camino equivocado; sale a protestarlo. Este arrepentimiento está oliendo a desestabilización.
Con estos aranceles Trump ha conseguido despertar a un gigante dormido, que le está ladrando en la propia cueva y no se detendrá con espasmódicas declaraciones sumidas en un delirio, de un personaje atormentado y desquiciado, que no se percata que el mundo se le viene abajo. Pese a los altibajos, ha dicho: "que no daré marcha atrás y luego hace énfasis en: "Es el momento de hacerse rico, más rico que nunca". En el Congreso, que suponemos que hay gente cuerda, guarda silencio. La sociedad está en schock. Los autócratas y el alto poder están desorganizados y tampoco dicen nada. Miran los toros desde la barrera. A Estados Unidos se le dibuja en el horizonte una catástrofe económica, mayor desempleo, desaceleración de los índices económicos, la inflación le está apretando el cinturón; con el temor que tiene a la vuelta de la esquina una recesión que nos recuerda la Gran Depresión de 1929 y con todo esto su credibilidad