La segunda vuelta en las elecciones presidenciales de Colombia tuvo lugar el 15 del corriente. A pesar de los pronósticos, la primera vuelta no terminó favoreciendo al actual presidente, Juan Manuel Santos, quién cedió el tres por ciento de los votos a su rival principal, Oscar Zuluaga. Uno podría pensar que se trata de una brecha pequeña y que ahora Santos volteará la corriente a su favor. Una parte significativa de aquellos que votaron por candidatos que ya abandonaron la carrera están tratando de dar su voto a Santos que está encabezando su campaña electoral con la consigna de alcanzar la paz, la desmilitarización y la creación de condiciones favorables para las reformas sociales y económicas.
No obstante, las perspectivas para la nueva política de Santos, que en el pasado ha sido incondicionalmente subordinada a las órdenes de Washington, ha hecho que el gobierno de Obama haga sus propios ajustes en su política hacia Colombia. Una apuesta ha sido colocada con Oscar Zuluaga, candidato del movimiento de derecha conservadora, Centro Democrático, pupilo del ex presidente Álvaro Uribe, jefe oculto de la mafia de la droga en Colombia y organizador e instigador de las organizaciones paramilitares de ultra derecha.
Una y otra vez aparecen informes en los medios acerca de su desmovilización, junto con historias acerca de cómo sus líderes han sido juzgados por sus acciones terroristas pero que al final resulta que la mayoría de las agrupaciones paramilitares con disposición de combate continúan activas. Estas se encuentran concentradas en las fronteras de Venezuela y Ecuador y sus pistoleros están siendo empleados en acciones terroristas en otros países, incluyendo Brasil cuyo gobierno es considerado por Washington como hostil, especialmente desde que Dilma Rousseff está todavía exigiendo claras y públicas disculpas de parte del gobierno de Obama a raíz del espionaje electrónico y personal generalizado en Brasil y que se está alejando del Imperio, incluyendo en la esfera de la cooperación técnica y militar. Como de costumbre, Washington está utilizando a sus agentes de “quinta columna” y a las organizaciones no gubernamentales, ONG para lanzar protestas anti-fútbol comprometiendo la Copa del Mundo en Brasil.
El destacado político venezolano, José Vicente Rangel, hace poco declaró que Estados Unidos ha aumentado la infiltración de paramilitares en las áreas fronterizas de Venezuela con el objeto de “argumentar” la necesidad de desplegar fuerzas armadas norteamericanas y las de sus aliados más cercanos en el país “de acuerdo con un mandato de la OEA”.
Zuluaga está siendo considerado como un factor prometedor para este propósito. Zuluaga es un duro crítico de las conversaciones de paz con los representantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, planteando su rendición total y desarme unilateral. Por otra parte, no oculta su duramente crítica actitud hacia la opción que contempla la inclusión de insurgentes izquierdistas en la vida política del país.
Durante las reuniones secretas con representantes de la embajada norteamericana en Bogotá, Zuluaga les garantizó un mayor fortalecimiento en las relaciones de aliado con Estados Unidos. Él cree que organizaciones como la CELAC, UNASUR, ALBA, PETROCARIBE y otras que excluyen a Estados Unidos, no tienen futuro. En su opinión, la implementación del acuerdo de libre comercio entre Colombia y Estados Unidos le demostraría a los países hermanos en qué dirección deberían ellos desplazarse. Zuluaga está también a favor del mantenimiento de las bases militares norteamericanas en territorio colombiano, ya que el desmantelamiento de los grupos terroristas FARC y ELN requerirá mucho tiempo y esfuerzo, de manera que la ayuda de los asesores norteamericanos de los servicios de inteligencia será vital. Zuluaga aseguró a Washington que él promoverá la experiencia colombiana para combatir los excesos populistas a través de la región, primero y principal contra la influencia de la Revolución Bolivariana entre los países latinoamericanos.
Tal como lo señaló el analista político norteamericano, James Petras, “ideólogos y fuerzas especiales norteamericanas ingresaron a Colombia para organizar operaciones militares y de para-terrorismo, enfocadas principalmente para penetrar y diezmar a la oposición política y a la sociedad civil, a los movimientos sociales y asesinar líderes y activistas… Miles de activistas, dirigentes sindicales, activistas por los derechos humanos y campesinos han sido torturados, encarcelados y asesinados. El “Sistema Colombiano” –de gobierno—combina el uso sistemático del para-militarismo (escuadrones de la muerte) para aplastar local y regionalmente a la oposición campesina, sindicalista, popular e insurgente y “despoblar el campo” de simpatizantes de los rebeldes. El multimillonario tráfico de drogas y el lavado de dinero, conforman el “pegamento financiero” para cementar una estrecha relación entre oligarcas, políticos, banqueros y asesores norteamericanos de contra insurgencia que crearon un aterrador estado policial de alta tecnología.”
Por otra parte, los representantes de las FARC anunciaron una “cesación unilateral de las operaciones ofensivas contra las fuerzas armadas y la infraestructura económica” a partir del 9 al 30 de junio; “Nosotros nunca perdemos la esperanza que gestos como este sean apreciados…. Creemos que la mayoría de los colombianos están en contra de tanto violento malhumor en la propaganda enemiga. A consecuencia de los esfuerzos por la paz, Colombia podría convertirse en un país notable. Esto es algo que vale la pena pensarlo.”
La campaña electoral ha sido acompañada de abundante información incriminatoria. Al ayudar a su pupilo, Álvaro Uribe acuso a Santos de “acuerdo informales” con los dirigentes de las FARC para abandonar una posición dura en muchos de los puntos de la agenda de negociación. Pronto, no obstante, Uribe tuvo que abandonar sus acusaciones debido a la falta de evidencias. Uribe con no menos tenacidad está utilizando la tesis que los miles de millones de dólares que los partisanos han “ganado” con la ayuda de los carteles del narcotráfico, la extorsión y la intimidación. “Se supone que los terroristas de las FARC emplearán este dinero para compensar a todas la víctimas de sus crímenes,” declara Uribe: “pero nunca será empleado para eso.”
Antes de la primera vuelta electoral, un escándalo estalló en torno a Zuluaga, cuyas consecuencias son difíciles de adivinar. Las agencias colombianas de inteligencia denunciaron al pirata cibernético profesional, Andrés Sepúlveda, quien se hallaba realizando una profunda vigilancia sobre el proceso de paz entre los representantes de Santos y los delegados de las FARC en La Habana. La oficina del procurador confirmó la autenticidad de un video que muestra una reunión entre Zuluaga y el pirata cibernético. Primeramente Zuluaga declaró que el video era un montaje, luego comenzó a elaborar otras explicaciones. La figura de Sepúlveda, como se vio posteriormente, fue quien contactó a agentes de la inteligencia colombiana, plantea algunas interrogantes. De hecho, él encabezaba una agrupación de piratas cibernéticos internacionales cuyas actividades durante mucho tiempo no despertaron el interés de la inteligencia colombiana, como tampoco –y lo más notorio—de la inteligencia norteamericana que controla el espacio radio-electrónico de Colombia de la manera más completa posible.
Durante el allanamiento de la oficina de Sepúlveda, se encontró documentación de carácter confidencial sobre países latinoamericanos que Washington considera “hostiles”. Algunos de los materiales no eran de origen cibernético, sino documentación fotocopiada obtenida a través de operaciones realizadas en varios países. En otras palabras, una agencia de inteligencia más bien influyente (claramente no colombiana) empleó a Sepúlveda en la guerra cibernética. Particularmente quedó claro que Sepúlveda había publicado materiales de la “propaganda negra” en Internet sobre los líderes de Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Brasil. Él solo pudo hacer esto por interés norteamericano.
La recolección de informaciones sobre el proceso de negociación en La Habana, fue llevada a cabo por cuenta de clientes de la embajada norteamericana, luego Sepúlveda pasó algo de la documentación “incriminatoria” obtenida al candidato presidencial Zuluaga.
Santos intervino justo a tiempo en lo que es una conjura hostil en su contra. Sepúlveda y sus cómplices están entregando evidencias. Ahora la intriga principal es si Santos decidirá denunciar la ominosa sombra norteamericana en este asunto.
Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
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